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Cuando Anémona llegó al bosque, no había ningún humano, pero sí vio que había algunos duendes y silfos discutiendo. -¡Eh! ¿Cuál es el problema? - interrogó la joven.

-Entraron humanos, al parecer, del reino de Heland. Pero los duendes no nos avisaron- explicó un silfo.

-Claro que sí avisamos, pero estaban distraídos hablando del clima y ni voltearon a vernos- respondió un duende.

-No es cierto, no dijeron nada- alegó el silfo de nuevo.

Anémona entonces dijo: -Bien, no se peleen, sólo falta organizarse mejor.

-¿Y cómo nos organizaremos mejor, si se suponía que ya estábamos todos de acuerdo? - contestaron.

-Pues... mmm - Anémona no supo qué decir.

Los seres mágicos ya estaban por reanudar la discusión, cuando llegó el rey Haakon en su caballo, así que lo reverenciaron y preguntaron: -Su majestad, ¿qué motiva su visita?

-Me enteré que entraron helaneses al bosque- contestó con seriedad. Los silfos y duendes voltearon a ver a Anémona, recordando que el rey había dicho que ella le notificaría de lo que aconteciese en el bosque, y exclamaron: -¡Qué eficiencia!

-¡Qué eficiencia ni qué nada!, lo descubrí yo mismo cuando vi las flores que el príncipe llevó de aquí- exclamó Haakon.

-Es cierto- confirmó la muchacha.

Los seres del bosque se miraron entre ellos y trataron de explicar su descuido, pero el rey los detuvo y dijo: -Sé que esta es una situación difícil, mas no hay pero que valga. Si descuidan el bosque, terminaremos en graves problemas.

Los entes mágicos se quedaron callados, aceptando que tenía razón. El rey se volvió hacia Anémona y le dijo: -No dejes de custodiar. Conoces el bosque bien, así que organiza a los guardias de forma que la vigilancia sea eficaz.

-Claro, alteza. Creo que ya tengo una solución- respondió ella, y dijo a los silfos: -Sé que inventaron un aparato llamado radio, que no sé cómo funciona, pero hace que escuches a las personas que están lejos. Traigan unos de esos y repártanlos entre todos los guardias.

-¿Cómo se enteró? Ese era uno de nuestros proyectos secretos - exclamó uno de los silfos.

-Me lo dijo Violeta- contestó Anémona, y agregó: -por cierto, ¿saben dónde está?

-Sí, ella y sus papás fueron al territorio de los patatones- respondió un duende. Anémona le dio las gracias y se dirigió a buscarla, no sin antes ver que algunos de los silfos fueran por los radios.

A la mitad del camino rumbo al reino de los patatones, Anémona se encontró con Violeta, quien, junto a sus papás, regresaba a la montaña. Cuando vieron llegar a la muchacha, los tres la saludaron.

-¿Te enteraste que entraron cazadores al bosque? - preguntó la sílfide.

-Sí. ¿Están bien? - replicó Anémona.

-Sí; no llegaron a nuestro territorio, pero vinimos a ver qué tal les fue a los patatones y los duendes, pues sí recorrieron esta parte del bosque- contestó el papá de Violeta, quien se llamaba Axel, y era uno de los hechiceros silfos.

-Al parecer, no provocaron problemas, pero el rey Tyr ha dicho que enviará mayor vigilancia- agregó la mamá, Lovis.

-Ya le dijo papá que podríamos usar magia para que no puedan entrar al bosque, pero el rey contestó que debía consultarlo primero con los otros monarcas- añadió Violeta.

Anémona lo pensó unos momentos y dijo: -Creo que esa es una gran idea, se la diré al rey Haakon. No creo que la repruebe. Pero por ahora, debo recorrer el bosque-.

Flor de viento, criatura marinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora