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"Como recordarán, Anémona y Violeta estuvieron recorriendo los reinos en el bosque y mientras, Anémona le contó lo que había pasado el día anterior, así como la información que Tornado les dio a ella y a Cressida. La sílfide escuchó con asombro, y cuando su amiga terminó su relato, interrogó: –Entonces, ¿no pudieron visitar al hechicero porque Cressida tiene que atender los asuntos que Haakon dejó por la visita de los helaneses?

 –Sí. Me molesta tanto... pero no puedo hacer nada. Ya estuve cerca de causar problemas, y no debo intervenir allá si quiero que se vayan pronto. Sobre todo el pesado del príncipe– contestó Anémona. 

Violeta se rió y dijo: –Lo mencionas tanto, que si no te conociera, creería que te gusta y no quieres admitirlo. 

Anémona se rió también. Pero luego de unos segundos de silencio, murmuró: –En realidad, el que me gusta es Ari. Se detuvo y miró sus pies. 

Violeta se detuvo también y preguntó: –¿En qué piensas?

–Quiero ver al hechicero supremo– respondió. 

–Pues, ¡vayamos a visitarlo!– exclamó Violeta. 

Anémona levantó la mirada: –No, Cressida y yo quedamos de visitarlo juntas. 

–Lo sé, pero, creo que estarás más tranquila si lo consultas ya. Además, si Cressida tiene tiempo mañana, pueden visitarlo de nuevo. Sólo me gustaría verte más tranquila, ¿qué haría si mi amiga del temple de hierro de groncle de pronto está tan preocupada que no puede defendernos?– insistió Violeta. 

Anémona titubeó por unos segundos, mas finalmente asintió: –Está bien. Vamos a visitar al hechicero. 

Dicho y hecho: las amigas se dirigieron al centro del bosque, donde se hallaba la casa del hechicero, al cual denominaremos como A. Brah. Este personaje tenía fama de saber absolutamente todo lo relacionado con magia, pero raramente era visitado por quienes no habían sido sus estudiantes, ya que después de que los cuatro reinos de la isla habían podido acceder a la tecnología de los silfos, la mayoría de los seres había dejado de interesarse en las artes y ciencias mágicas. 

Al llegar las chicas a la casa del hechicero, se acercaron a la puerta para ver si se escuchaba sonido, pero todo estaba en silencio. Aún así, Anémona tocó a la puerta y esperó respuesta. Después de un par de minutos, la puerta fue abierta. Tras ella, apareció la figura de A. Brah, imponente, pero no atemorizante, y al ver a sus visitantes, dijo alegremente: –Buenas tardes, ¿qué las trae por aquí? 

Viendo que el hechicero estaba feliz por ser visitado, las muchachas sintieron un poco de pena porque iban para preguntarle acerca de magia y no por verlo a él, así que no supieron qué decirle para que no se sintiera mal, pero A. Brah dedujo lo que estaba pasando y declaró: –No se preocupen; lo que quieran preguntar, pregúntenlo con toda confianza. A decir verdad, lo que me gusta de que me visiten es que quieran saber algo. 

Las amigas se vieron una a la otra, y entonces Anémona habló: –Hola...bien, lo que pasa es que ayer me pasó algo muy raro y el hechicero Tornado me dijo que le preguntara a usted acerca de eso. 

–Pues por cómo lo dices, me suena a que esa es una historia muy larga. ¿Quieren pasar adentro? 

–Eeeh, bueno, sí. 

Las dos sílfides entraron a la casa del hechicero. A pesar de que era oscura, no era para nada tétrica: esta era una oscuridad acogedora. A.Brah apareció un par de sillas junto a la mesa e indicó a las amigas que se sentasen. 

–Bueno, señoritas, hace rato que no sabía de ustedes. Anémona, has crecido mucho, ¿eh? Oí en mi bola de cristal que el rey narval te inventó un trabajo, ja ja ja– comenzó el hechicero. 

Flor de viento, criatura marinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora