El reino de los silfos, como ya dije, era el más avanzado tecnológicamente hablando. Sin embargo, su sistema político aún era una monarquía. A diferencia del reino de los cazadores, donde los reyes eran escogidos por diferentes personas relevantes de su comunidad y no se heredaba el trono, a menos que se decidiera que el hijo o hija del rey anterior realmente sería buen gobernante, en el de los silfos sí se seguía el sistema habitual de herencia de los títulos de realeza.

A pesar de la tecnología, que como ya vimos, había alcanzado ya la invención de sistemas de comunicación, todavía se practicaba magia, y los hechiceros eran personajes respetados. Sin embargo, parecía que serían los últimos que se dedicaran a la magia.

Las casas y demás edificaciones tenían un estilo minimalista, causando que, a pesar de estar hechas con madera o talladas en piedra, tuviesen un aspecto futurista.

La constante neblina debido a la altura y los pocos habitantes en las calles daban un aspecto fantasmal al reino, lo cual ponía muy nervioso a Singular. Anémona, que lo llevaba por las riendas, procuraba mantenerlo tranquilo, mientras seguían a Violeta, quien iba volando, y los guió hasta el castillo.

De forma similar al reino de los humanos, allí se encontraban los líderes: el rey Tyr, sus ministros y los hechiceros. Todos dirigían su reino en el interior del sobrio edificio tallado en piedra blanca.

Como las amigas eran conocidas, los guardias de la entrada les permitieron pasar sin restricción alguna, y se dirigieron al laboratorio de los hechiceros.

Tal laboratorio era más grande que el de Tornado en el castillo de Haakon. En el momento en que Anémona, Violeta y Singular llegaron, sólo estaba en el laboratorio uno de los hechiceros, pues los otros tres estaban hablando con el rey en el salón principal.

El hechicero silfo que se había quedado en el laboratorio era el más joven, al cual ya conocían Anémona y Violeta. Se llamaba Kjelld, y había sido enseñado por Axel, el padre de Violeta. Ella, sin embargo, tenía cierto resentimiento con él, así que Anémona fue quien se acercó a hablar con él mientras Violeta cuidaba a Singular.

La muchacha entró pues, al laboratorio, y saludó al chico: –Hola.

–Hola, ¿vienes por las propuestas?– preguntó Kjelld al verla.

–Así es– respondió ella.

El silfo tomó un rollo de papel y se lo entregó: –Aquí hicimos una lista de tecnologías que pueden incluir en el acuerdo.

–Bien. Lo llevaré al rey Haakon hoy mismo.

–Gracias. Hemos estado ocupados, aunque no podamos viajar con la misma libertad que antes, pero al menos las ideas para tecnologías nuevas nunca se agotan.

–Eso es bueno.

–¿Quieres ver algunos proyectos nuevos?– preguntó Kjelld, con un poco de malicia. Siendo un hechicero, no tomaba como gran cosa todas las invenciones, pero al parecer, en esta ocasión realmente eran interesantes, así que, por no bajarle el ánimo, Anémona asintió: –¿Qué tienen de nuevo?

–En primera, están estos artefactitos llamados radios. Ya los conociste, pero son más interesantes desarmados– dijo mientras tomaba un radio a medio ensamblar. La muchacha solo vió una maraña de cables, lo que no le ayudó a entender qué era lo interesante.

Notando su confusión, Kjelld explicó: –Esta especie de hilos de metal son llamados cables. Conducen la energía eléctrica para que esta cosa funcione. Los hechiceros ya sabíamos de esta energía, aunque no le habíamos puesto ese nombre, ya que está presente en los rayos que caen en las tormentas e incluso en el sistema nervioso de los seres vivos, y es importante saber controlarla para poder hacer prácticamente todos los hechizos, pero en especial los de transformación. Bueno, pero el punto aquí es que los ingenieros encontraron una forma de producir energía eléctrica mezclando sustancias, y con ello se hace funcionar este invento y otros más. Pero el que me parece más interesante es este.

Flor de viento, criatura marinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora