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El joven peleó por un rato con la cadena, intentando liberarse, pero Zuwa lo había dejado muy bien amarrado. Afortunadamente, Werner fue a buscarlo poco tiempo después de que la pequeña se marchase del "sótano", y al ver que estaba tratando de soltarse de la cadena, se acercó rápido para ayudarle. Después de un buen rato, consiguieron desatarlo.

Sin embargo, Ari se olvidó de dar gracias por la ayuda, pues estaba más preocupado por decir lo que había deducido acerca de la muchacha: -Papá, creo que ella dijo la verdad, es una sílfide. ¡Voy a buscarla!

-Pero, hijito, ¿qué es lo que dices?- interrogó Werner, desconcertado.

-Anémona es realmente una sílfide, pero antes fue una sirena, ¿no lo ves? Así que tengo que ayudarla- alegó el joven.

Werner no entendió nada, por lo que detuvo a Ari para que le explicara: -¡Espera!, ¿por qué lo crees?

-Antes de que Zuwa me trajera aquí, iba a preguntarte si recuerdas las historias que nos cantaste de los silfos. Habías dicho que son como fantasmas, ¿verdad?- respondió el muchacho.

-Sí... en realidad, ya no las recuerdo bien. Hace mucho que no las canto- contestó Werner, un poco avergonzado.

-Ah. Bueno, pero estoy casi seguro de era así. La cuestión es que, entonces ella dijo la verdad, y yo quiero ayudarla porque, si no me acuerdo mal, todavía puede volver a ser lo que era en realidad- explicó Ari.

Su papá, aún confundido, intentó recordar la historia de la que hablaba Ari, pero tuvo otra idea: -No te apresures hijito. Antes, vayamos con el tío Google.

-¿Por qué?

-Él sabe más de todo que cualquier otro ser que conozco. Nos ayudará a saber de los humanos y los silfos. Y, si no queda esperanza, él te alejará de aquí.

Ari dudó unos instantes, y finalmente asintió. Werner lo abrazó y ambos salieron del sótano.

El tío Google era el apodo que le daban al colosal Kraken. Un ser parecido a un pulpo de enormes dimensiones, el cual viajaba por los mares, y conocía bastante acerca de los humanos, pues habíase encontrado con tantos navegantes como para llenar la biblioteca de Alejandría con sus aventuras. Por lo tanto, era una buena idea consultarlo.
Afortunadamente, hacía poco tiempo que el Kraken estaba descansando en un sitio cercano antes de emprender un nuevo viaje, así que, esa misma tarde, Werner y Ari fueron a vistarlo.

El descomunal cefalópodo se resguardaba en una enorme cueva, sólo sacando de vez en cuando los tentáculos para cazar algo de comer. Cerca de la cueva, había un pequeño campamento, donde un grupo de sirenas y tritones, la mayoría de edad similar a la de Coral.

Al llegar Werner y Ari, los acampantes trataban de adiestrar a unos cuantos nokks, espíritus de agua que tomaban diferentes aspectos, pero no progresaban en su tarea. Werner se rió por lo bajo al verlos, mientras Ari no les puso atención, metido en sus pensamientos.

Entraron a la caverna, y Werner llamó: -Tío Google, ¿me recuerda? Soy Werner Bronson.

El Kraken desenroscó un tentáculo y lo tocó; habló con una voz susurrada, pero que aún así se escuchaba por toda la cueva: -Desde luego que lo recuerdo, ¿cómo no, si es el más problemático viajero que conocí?

Ari se mordió los labios para no reír ante esta declaración, mientras su papá, colorado por la vergüenza, contestó: -Me alegra que al final haya servido de algo mi actitud de aquel entonces-, y rió nerviosamente.

El tío Google se rió también y continuó: -Ha pasado mucho tiempo. Veo que su esposa y usted ya tienen descendencia, ¿acaso este jovencito también piensa viajar por el mundo?

Flor de viento, criatura marinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora