Erik volteó hacia Cressida. Sonriendo, contestó: –Lo siento, perdí la noción del tiempo. ¿El rey Haakon me llama?
–No. Vine por mi cuenta.
–Oh. No sé qué decir.
Cressida observó la habitación donde se encontraban. Como en todos los tipos de barcos que conocía, era pequeña y un tanto oscura, pero al menos estaba cuidada y limpia. El patatón no se arriesgaría a entrar a una habitación así, sin lugar dónde ocultarse. Probablemente entró al espacio de los remeros.
Erik se puso en pie y dijo: –Bien, entonces iré al castillo. ¿Vendrá también?
–Por supuesto. Aunque, me gustaría conocer mejor su barco. La estructura es básicamente igual a los que usábamos, pero el tipo de madera y la forma del casco parece mejor– respondió la reina.
El príncipe no tenía idea de qué estaba hablando, pero le siguió la corriente: –Antes de que nos vayamos, podría venir y verlo más detalladamente.
–Gracias. Lo tendré en cuenta.
Los dos salieron de la habitación. Al ver a su príncipe, los helaneses se movilizaron y rápidamente se alistaron para dirigirse al castillo también.
Cressida y Erik bajaron del navío, seguidos por muchos de los extranjeros. Mientras caminaban, la reina preguntó: –Alteza, ¿rezaba por algún motivo en específico?
Erik dudó un poco, mas respondió: –Ayer cometí una falta grave. Pero espero que valga la pena. Hay alguien que quiero salvar, pero para eso... si no puedes vencer al enemigo, únete a él.
–Anémona solía decir esa frase, pero al revés. Si no puedes unirte, véncelos– respondió Cressida. Respiró hondo y dijo: –Mi hermanita era bastante peleonera hasta hace poco. Si ustedes hubieran llegado unos días después, tal vez hasta se llevarían bien.
–¿Lo cree de verdad?– preguntó con cierta emoción Erik.
–Hmmmm... tengo mis dudas, pero al menos sería menos cruel– respondió la reina.
–¿Cree que lo pueda arreglar?
–¿Qué cosa?
–Si ahora yo pueda hacer que Anémona deje de estar molesta conmigo.
Cressida se rió: –Inténtelo si quiere, pero le tomaría mucho tiempo. Mejor concéntrese en terminar el acuerdo. Haakon y sus consejeros prepararon algo que los dejará pasmados.
Erik no dijo más. Aunque ya estaban a las puertas del castillo, no estaba concentrado en el acuerdo. Lo que quería era encontrar a la muchacha pronto para intentar cambiar su actitud respecto a él.
Anémona, por su parte, ni siquiera lo tenía en mente. Para ese momento, se había encontrado de nuevo con Violeta, y estaban recorriendo el bosque.
Como siempre, la joven le había contado a la sílfide lo que había ocurrido. Aunque Anémona estaba más emocionada por ver a Ari, Violeta mantenía la cabeza fría, y se preocupó por el tema de los patatones.
–En serio, ¿cómo dejas de lado que hay patatones yendo al reino de los cazadores sólo por un chico?– protestó Violeta.
–No lo he dejado de lado, y tampoco es cualquier chico– respondió Anémona.
–Cierto. Es el que te gusta– contestó maliciosa la sílfide.–¡No!... Bueno, sí, pero no es por eso. Lo que me emociona es que me va a ayudar a investigar por qué me convertí en sirena. Eso es algo importante para mí.
Violeta respiró hondo y asintió con la cabeza: –Es cierto. Pero, eres la responsable del bosque. Además, Ari no se irá lejos; le gustas y no te va a abandonar. En cambio, con los helaneses el asunto es de vida o muerte. Si descubren que nuestros reinos son aliados, probablemente intenten algo en nuestra contra.
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Flor de viento, criatura marina
FantasyPrimera historia de "La visión del hechicero" En una isla con cuatro reinos, la paz se vio alterada cuando el príncipe Erik, del reino de Heland, viajó desde el continente para pedir ayuda al rey Haakon de Toivonpaikka. En Heland, despreciaban a los...