Todavía nervioso, el príncipe guió a las hermanas de vuelta a la cubierta del barco.

–Sé que no hemos sido precisamente los más claros en comunicación, pero no tenemos malas intenciones. Perdónenos si eso es lo que aparentamos – explicó.

–Está bien, nosotros también tenemos secretos, así que estamos a mano – respondió Cressida amablemente.

Después de esto, la reina bajó del navío, pero Erik detuvo a Anémona: –No debí huir esta mañana. Lo siento mucho.

–Al menos huiste cuando ya estaba yo despierta, y no me hiciste nada mientras estaba inconsciente, así que... estás perdonado. Al menos en eso.

–Gracias. También lamento lo que hice con tu amiga para saber de tí. Bueno, supongo que ya te lo dijo, así que entiendo que estés molesta otra vez.

–Hmm, eso deberías decírselo a ella.

–Cierto. Lo haré.

Anémona dejó el drakkar, y regresó al castillo con Cressida. Allí, Haakon y Tornado habían estado observando lo ocurrido por medio de la bola de cristal. Cuando las hermanas se reunieron con ellos, hablaron de lo que cada quién notó:

–Para ser el primer intento, conseguimos bastante información – apuntó Tornado.

Anémona asintió: –Erik sigue pensando que los seres mágicos son problemáticos. Eso indica que todavía no podemos confiar en que no intente ni ordene nada contra ellos, así que hay que mantenernos alerta. En el caso del consejero, tampoco podemos confiar en que no haya intentado o intente algo en contra, por lo que debemos seguir analizando su desaparición.

–Me parece que no podemos descartar tampoco su versión de que los remeros fueron quienes convencieron a los patatones de que los ayudaran, pero ahora que vimos en qué condiciones están, es más probable que quienes hayan dicho la verdad son Hagen y Braun – agregó Cressida.

–Así es. Para agilizar la búsqueda, pediré a los otros reyes que aumenten la cantidad de guardias y nosotros también enviaremos refuerzos al bosque. Olaf fue a preparar a nuestros guardias, de hecho – finalizó Haakon.

–De acuerdo. Entonces, dejemos pasar un rato para continuar sin levantar sospechas– ordenó Anémona.

Así lo hicieron, y tras unas horas, estos primeros planes ya habían sido puestos en marcha, y Anémona informó a Violeta, gracias a los radios, de lo que había acontecido, y la sílfide lo comunicó a Hagen.

Durante la tarde, los helaneses visitaron nuevamente el castillo, ya que como se dijo anteriormente, los debían mantener entretenidos para evitar que fueran al bosque nuevamente y descubrieran más de los seres mágicos de la isla.

Para ese momento, Anémona se quedó con Tornado para ver a través de la bola de cristal si encontraban alguna otra cosa sospechosa en los extranjeros. Sin embargo, esta vez, tanto el príncipe como el resto de los helaneses estaban bastante más tranquilos, por lo que fue más difícil percatarse de errores que delataran otras intenciones, exceptuando quizás el hecho de que parecían menos preocupados por encontrar al consejero.

Observando esto, Anémona decidió que debían mantener vigilado los movimientos de los helaneses, pero cuando estaban en el barco, ya que posiblemente Soren estuviese allí, pero oculto.

El resto del día fue bastante tranquilo, aunque sólo en apariencia.

Anémona estaba segura de que en algún momento, los helaneses harían algo que les indicara lo que realmente había pasado, pero, o en verdad eran inocentes, o eran unos tremendos actores que merecían todos los premios habidos y por haber, ya que en ningún momento pudo captar nada claro en sus gestos, actitudes y palabras. Tampoco Haakon, Cressida, ni ninguno de los demás lo consiguió.

Flor de viento, criatura marinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora