Luego de despedirse de la familia, Anémona y Ari se dirigieron de regreso a la isla.

Esta vez, la muchacha pudo recorrer sola un poco más de la ruta, aunque todavía le costó trabajo nadar bien, por lo que el joven le indicó algunas correcciones mientras avanzaban.

Debido a la hora del día, algunas de las especies que habían visto ya no estaban tan activas, mientras que otras diferentes habían aparecido. Esto llamó la atención de Anémona, quien sólo había observado este comportamiento entre las especies que vivían en el bosque, pero al desconocer otros ecosistemas, no sabía que sucediera algo similar.

Finalmente, la constante disminución de la profundidad les indicó que ya estaban cerca de Toivonpaikka. Antes de que salieran a la costa, Anémona respiró hondo y dijo: -Quería decirte esto desde que nos encontráramos hoy, pero Violeta me cambió los planes. La cosa es que hay problemas entre los pescadores, y creo que podría ser algo peligroso si sigues viniendo, así que deberíamos esperar algunos días para volver a vernos.

-Ah... bueno - asintió él, aunque notoriamente decepcionado.

-¿Qué ocurre? - interrogó ella.

-Mi cumpleaños será en unos días, y esperaba que pudieras estar conmigo, aunque fuera por un rato. También es cuandointentaré pasar el ritual de la cueva.

-¿Qué día es?

-Este año coincide con el solsticio, así que faltan cinco días.

-¿En serio? - preguntó ella, mientras pensaba: "Ese día ya habrá pasado la tormenta, y los helaneses se habrán ido".

-Creo que sí podré verte para entonces.

–Pues nos veremos ese día – aseguró Ari, sonriendo.

Anémona sonrió también y acarició el rostro del muchacho: –Estoy segura de que pasarás la prueba. Tienes la voz más maravillosa que he escuchado.

– Gracias – respondió él en un susurro, y la abrazó por unos segundos antes de que saliera del agua. 

Ella se quitó el primitivo collar con el cristal y lo devolvió al joven, quien se alejó después de tomarlo. Una despedida temporal, pero probablemente a los dos se les haría larga.

Anémona, ya como sílfide y fuera del mar, buscó con la vista a Violeta, quien, como recordarán, había dicho que la esperaría allí. Sin embargo, aunque hubiese sido invisible, para la muchacha no habría sido difícil de encontrar, así que Anémona estaba segura de que Violeta no estaba allí, por lo que decidió sentarse a esperar que regresara.

Por suerte, no tardó mucho en volver. La sílfide llevaba una tela como capa, y todavía cargaba las cosas de su amiga. Anémona preguntó rápidamente: -¿Estás bien? ¿A dónde fuiste?

-Fui a casa para buscar esta capa. Es impermeable. ¿Tú estás bien? - respondió Violeta.

-Sí, estoy bien. Estar viva se siente... bueno, sí se siente. Y todo lo que vi es increíble. Fíjate que hay...- la muchacha fue interrumpida por la caída de algunas gotas de lluvia. La tormenta casi estaba sobre la isla, así que debían refugiarse lo más pronto posible.

-Creo que mejor me cuentas mañana - dijo Violeta.

-Sí, será mejor - confirmó Anémona, y rápidamente se puso las botas y el abrigo, y tomó sus armas.

-Entonces, hasta mañana. Trataré de que no me sigan - se despidió la joven.

Violeta asintió, pero antes de irse, inquirió: -¿Sabes qué pasa con los patatones? Pasé por su territorio, y parecía todo demasiado tranquilo, incluso para ser ellos.

Flor de viento, criatura marinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora