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Se dejó caer al lado de Kamado mientras jadeaba, debían terminar con eso pronto o estarían en problemas peores.

—Tan-... Oh no... — hizo una mueca al ver que su amigo estaba inconsciente,  aunque no lo culpaba, había hecho demasiado esfuerzo de una sola vez.
Mordió su labio con fuerza antes de bajar la mirada a su herida, si no quería morirse ahí mismo debía vendarla.  Miró esta vez su haori y suspiró apenado antes de tomar su katana y romperlo, luego tendría tiempo para arrepentirse de hacerlo y sentirse un idiota.

¿Qué dijo Shinobu-san sobre este tipo de situaciones?

Cerró sus ojos con fuerza intentando recordar mientras se incorporaba y estiraba la tela.

—Si duele está bien hecho.... — Murmuró pasando las improvisadas vendas por su torso apretándolas lo suficiente para detener el sangrado, dolía y mucho.

Se giró esta vez hacia el ojirubi y con rapidez repitió el procedimiento con el enorme corte que tenía Kamado en su pecho quizás no era lo más higiénico ni adecuado, pero para la situación en la que estaban era la mejor y más rápida solución.

Un fuerte estruendo lo interrumpió y lo hizo sobresaltarse, seguido de eso una enorme polvareda los rodeó.
—Por favor que no sea lo que estoy pensando... — Murmuró con los nervios a flor de piel apoyándose con sus dos manos en la orilla del tejado e inclinándose  mirar hacia la calle principal en donde minutos atrás la hermana menor de Tanjirō había sido arrojada por la luna superior.
Pudo divisar entre los escombros y el polvo a la joven pelinegra, era más alta que antes, su piel tenía unos diseños parecidos a enredaderas y un cuerno sobresalía del lado  derecho de su frente. Lo que más lo alarmó fue la ausencia del característico bozal de bambú que siempre portaba la menor.

—No No No, esto es malo.— se giró hacia su amigo casi rogando que despertara, cosa que obviamente no hizo pero Akemi estaba tan desesperado que ignoró el hecho de que el universo siempre conspiraba en su contra.

Con todo el dolor del mundo se levantó tomando su Katana,  bajando rápidamente del tejado en dirección a la casa en donde se estaba llevando a cabo la pelea, si Nezuko llegaba a dañar a una persona sería el fin y el castaño no pensaba permitir que eso ocurriera, ya le había tomado demasiado cariño a la pequeña y a su hermano como para perderlos a ambos por algo así.

Podía ver como la hermana menor de Tanjirō era lastimada una y otra vez, volviendo a recuperarse casi al instante, era doloroso verlo. Si bien la menor era un demonio, eso no impedía que sus heridas dolieran.

Abrió su boca sorprendido cuando la luna demoniaca comenzó a quemarse producto de la técnica de sangre característica de Nezuko, esta última la miró con una sonrisa escalofriante justo antes de  patearla y mandarla directo hacia uno de los edificios.

—¡Nezuko no! — se obligó a si mismo a correr más rápido cuando vio a la fémina con la vista clavada en el interior de la infraestructura, en ésta habían tres chicas heridas, una de ellas al parecer muerta, pero eso no era lo importante en ese momento, el olor a sangre era repugnante y mareador, no obstante a la joven demonio parecía llamarla con fuerza y al estar tan hambrienta del líquido carmesí no importaba nada más a su alrededor, ni los gritos del desesperado ojimiel.

Las manos de Nezuko no alcanzaron a tocar a la que sería su víctima, pues Akemi se abalanzó sobre ella empujándola con todas sus fuerzas. Ambos cayeron, el chico sobre ella intentando retenerla en una posición poco beneficiosa debido al apuro,  pues la menor  se retorcía abruptamente y lanzaba arañazos al aire y al rostro de su captor.

—¡N-Nezuko soy yo! ¡No hagas esto! ¡Tu hermano...! — Se vio interrumpido por un fuerte arañazo en su mejilla izquierda, el cual comenzó a sangrar inmediatamente, sin embargo el castaño se empeñó en detener a la joven a pesar del dolor—  ¡Tu hermano estaría triste! ¡Se que haz sufrido mucho! ¡Pero debes resistir! 

No me mires  (Agatsuma Zenitsu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora