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Zenitsu se encontraba sentado en la silla perteneciente al escritorio de Akemi, mientras comía unos bollos robados de la cocina, esa mañana Tanjirō había salido sin decirle a nadie su destino y las niñas estaban más que nerviosas, pues Kamado aún no se recuperaba completamente.

—¿Quieres? — Preguntó  mientras extendía  el plato hacia el castaño, quien parpadeó un par de veces desviando su atención del libro que descansaba en su regazo y asintiendo con timidez.

—Zenitsu... san — murmuró mientras tomaba un bollo entre sus manos, comenzando a comer lentamente, había caído en cuenta de que durante su misión trató de manera informal a sus compañeros y eso lo tenía bastante afligido a pesar de que ya había pasado casi una semana, pues no se sentía con el derecho de comportarse tan familiar con ellos.

El aludido parpadeo un par de veces siendo agobiado por el sonido de angustia que emitía su menor.
—¿Ocurre algo malo? ¿Te duele la rodilla otra vez? ¿Necesitas que vaya a buscar a Shinobu-san? — Preguntó rápidamente dejando el plato de lado y acercándose, pues aunque no lo pareciera, se preocupaba por sus menores y se mantenía al pendiente de ellos, en especial del pequeño pecoso que ahora lo miraba con ojitos de cachorro abandonado.

Akemi bajó la mirada apenado haciendo nuevamente un pequeño puchero, se había acostumbrado a hacerlo inconscientemente  cuando algo le molestaba o incomodaba.

—no es eso...es que... Yo... Cuando estábamos en la misión....yo le grité....y....y lo traté mal — el sonido que emitía el más bajo era de total angustia y miedo, si bien no era un asunto tan grave para quien lo viera desde fuera, para él era todo lo contrario y se sentía horrible.
—L-Lo siento.... — habló afligido como si hubiese cometido el peor crimen de su vida, causando que el rubio soltara una pequeña risa, su menor era tan tierno e inocente en algunos sentidos.

—¿Te estás disculpando solo por eso?— dudó bastante si acercarse más o no, sin embargo terminó haciéndolo para dejar suaves caricias en el cabello ajeno, el cual se encontraba suelto y algunos mechones caían sobre el delicado rostro de su menor.

—Pensé que era algo peor, no debes preocuparte, nunca me trataste mal, incluso intentaste calmarme, así que no te acomplejes por eso, puedes tratarme de manera informal, somos amigos después de todo. — Le dedicó una sonrisa antes de sentarse frente a él, apartando un mechón de su cabello delicadamente para mirarlo.
—ahora come, debes reponer fuerzas para que podamos seguir yendo a misiones juntos. — habló antes de levantarse y volver a su asiento, ignorando el hecho de que había dejado al castaño con un mini ataque por sus acciones, creyendo que la razón por la que el corazón ajeno latía tan rápido era por su reciente disculpa.

Akemi mordió el bollo rápidamente, intentando calmar el fuerte latido de su corazón y poner atención en su libro, no entendía porqué la cercanía ajena lo había puesto tan nervioso, estaba experimentando sensaciones que nunca antes había sentido y eso lo asustaba.

...

Tres semanas habían transcurrido de ese hecho, el castaño se mostraba nervioso cuando Zenitsu iba a cuidarlo o hacerle compañía, este último ignoraba los estragos que causaba en el menor y se dedicaba a contarle que había hecho en el entrenamiento o que tenía planeado hacer con Nezuko cuando esta despertara en la noche, pues Agatsuma siempre la esperaba y salían a dar un paseo juntos.

En ese momento, Akemi estaba sentado en el jardín, tenía un libro en sus manos y una muleta descansado a su lado, no obstante el contenido del libro le era irrelevante, sus pensamientos eran ocupados por miles de preguntas sin respuesta, no entendía por qué le había molestado tanto que Zenitsu le platicara de lo linda que era Nezuko y que cuando volviera a ser humana iba a pedirle matrimonio.

No me mires  (Agatsuma Zenitsu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora