CAPITULO 30: "Reencuentro"

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Aro Pov

-Hola.-los ojos avellana de aquella hermosa mujer, me dejaron cautivado, cada que nos veíamos pasaba lo mismo.- ¿Me invitaras a pasar?-pregunto con una sonrisa.

Me quite de la puerta para que entrara, era una mujer realmente guapa, medía 1.80, piernas largas y perfectas, cabello rojizo, piel tan blanca como la nieve, venía vestida con un pegado vestido rojo, muy su estilo y unos grandes tacones, aun así le ganaba en estatura, era un hombre alto. Sus labios estaban de un rojo carmesí, tantas noches había manchado mis sabanas con aquel color, Sulpicia, la hermosa Sulpicia.

-¿Qué haces aquí?-pregunte cuando ambos estuvimos dentro, ella se giró haciendo jugar su cabello y con una sonrisa que antes solía hipnotizarme.

-Vine a verte, claro.-dijo como si nada, yo fruncí el ceño, durante años Sulpicia había llenado mi cama, era la única que entendía que conmigo no habría compromisos, no le pediría nos casáramos y no tendríamos hijos.

-¿Acaso te dejo tu adorado prometido?-pregunte con sarcasmo, ella se comprometió con un viejo amigo, Marco, él se enamoró perdidamente de la amazona que era Sulpicia, ella veía plata en él, pero al final Marco lo sabía así que había aceptado de todas formas.

Cuando se comprometieron lo nuestro termino y le deje en claro que no volveríamos a vernos a menos que Marco estuviera presente, pero al parecer eso no le entro en la cabeza.

-No, él vino a ver unos negocios y decidí venir a verte.-dijo restándole importancia, se quitó los zapatos y se acomodó a lo largo del sofá.

-Te dije que...

-Sé lo que dijiste.-me interrumpió-Pero aun así yo quería verte y no iba a detenerme por insulsas amenazas de que no debíamos vernos a menos que Marco estuviera presente.-dijo sin siquiera molestarse en cubrir sus intenciones al venir aquí.

-Pues yo no quiero verte a ti.-dije abriendo la puerta para que se fuera, ella se levantó y camino hasta mí descalza, envolvió mi cuello con sus brazos, mirándome a los ojos, intento besarme pero yo gire el rostro.

-Antes te encantaba verme descalza en tu apartamento.-dijo con voz seductora.- ¿Qué ya no me deseas?

-No, te lo dije el día que anunciaron su compromiso, le tengo un gran respeto a Marco y no le voy a fallar de tan baja manera.-dije molesto, no solo las mujeres tienen sus reglas, entre hombres también solemos tener una especie de reglamento.

-Él no me satisface como tú...-dijo y metió sus manos por el cuello de mi camisa de pijama.-Cada que hacemos el amor tengo que pensar en ti para lograr llegar...

-¡Sulpicia!-grite horrorizado, me aleje de ella y fui por sus zapatos y su bolso, se los tendí y la mire furioso.

-¿Me estás echando?

-No debiste venir en primer lugar.-dije molesto y con aire despreocupado si estaba así era por su culpa, yo no la obligue a nada.

-Bien me voy. Pero quiero que sepas que la única razón por la que acepte casarme con Marco fue que me canse de ser tu querida, de ser la que llenaba tu cama noche tras noche y saber que jamás llegaríamos más.

-Yo nunca te di ideas sobre que llegaríamos algo más. Te lo deje en claro.-dije mirándola fijamente.

-Eres un infeliz, ella jamás volverá y tú morirás solo.-dijo azotando la puerta, yo suspire y volví al balcón, había dado justo en el blanco, ella nunca volvería y yo tal vez moriría solo.

El viernes llego rápido y por la noche debía ir con Isabella y Edward, tal vez pudiera conocer mejor a la chica que tenía loco a Edward, debía ser una chica fascinante. Me puse un traje normal, según Edward sería una reunión casual con algunos amigos de ellos.

el profesor cullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora