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— ¿Entiendes lo que planean hacer?

 Últimamente y gracias a la soledad que se sentía en la casa, Adhara y Lían preferían mantenerse alejados de las miradas juzgadoras de Patrick y Zaniah, y con Neil siendo el maestro de evadir a su familia, siempre terminaban siguiéndolo en su recorrido diario por las huertas de manzanas.

 Adhara lo consideraba bastante divertido a decir verdad. Margaret buscando hacer su trabajo en paz, mientras Neil insistía en ir a su lado y Adhara insistía en que Neil entretuviera su mañana, con Lían siguiendo despreocupadamente su paso.

 Pero esa mañana era diferente, tanto por la temperatura que había cambiado drásticamente y cambiado el clima a uno que asemejaba un día de primavera, como por las acciones de aquella pareja a la que seguían.

 En sus momentos juntos no necesariamente hablaban el uno con el otro, pues cada par tenía sus propios planes y cosas que hacer en medio del bosque, pero la cercanía en la que se mantenían les permitía husmear todo lo que los otros hacían, y vaya que Lían parecía sorprendido ante lo apresurada que se veía Margaret por terminar de armar los bolsos que Neil había cargado tan contentamente desde la casa.

— No me hables como si fuera tonta, claro que sé lo que hacen— respondió Adhara ante la pregunta del piel clara, prefiriendo echarse en el pasto a disfrutar del viento antes que preocuparse.— Están escapando.

— Pero...— el gruñido que salió de los labios de Lían le dio a entender que no sabía como comunicar su frustración.— ¿Por qué nosotros no estamos haciendo bolsos y juntando botellas de agua y apilando manzanas?— cuestionó, al tiempo que se lanzaba de rodillas a su lado con una mueca de desaprobación hacia su descanso.

— Huir es para cobardes, Lían— bufó la mujer, sonriendo de inmediato al ver que el chico atrapaba la manzana que Neil había lanzado con intensión de golpearla.— No necesitamos escapar, de todas formas nos quedan pocos días en este lugar. Y cuando salgamos...— no terminó la oración, pero la sonrisa que le devolvió el chico le pareció suficiente.

— Me parece muy hozado de tu parte asumir que tendrás una vida cuando le digas a tu padre que pasarás el resto de tu vida lamiendo azúcar impalpable— habló Neil, pareciendo concentrado en lo que hacía pero aún así tomándose el tiempo para burlarse de sus acompañantes.

— El secreto está en avergonzar a mis padres lo suficiente para que decidan darme dinero para alejarme.

— Necesitaremos mantas y ropa de abrigo— interrumpió Margaret, hablando más para sí misma que para aportar a la conversación.

— Puedo conseguirlas más luego— contestó Neil, mucho más relajado de lo que a la pelirroja pareció gustarle.

— No tenemos tanto tiempo— se quejó, cerrando el tercer bolso lleno.— Hazlo ahora, debemos irnos pronto.

— No hay tanto apuro— y si algo colmó la paciencia de Margaret, fue ver a Neil tomar asiento contra un árbol.

— ¡¿Por qué no lo entiendes?! ¡Quiero salir de aquí hoy!— ese grito habría sido muy peligroso si hubiesen estado más cerca de la casa.— No hay razón para seguir perdiendo el tiempo. Aunque no tengamos las cosas preparadas, hay que irnos hoy mismo.

El silencio después de esa ruidosa declaración fue abrumador y la frustración en las acciones de Margaret se hicieron evidentes cuando sus manos comenzaron a temblar en medio de su tarea, obligándole a dejarla de lado para poder relajarse.

— Está bien...— murmuró Neil, acercándose con lentitud hacia la chica, cuya piel se había tornado roja en medio de su enojo y desesperación.— Iré por las cosas ahora mismo, no tienes nada de que preocuparte.

Pieles ClarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora