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 Aún ante ese tonto acto de cortesía, Adhara se negó a mirarle o hablarle en todo el camino hacia su oficina, temerosa de que volviera a usar aquel tono condescendiente con ella y que eso la obligara a darle un puñetazo, pero al momento en que puso un pie en su lugar de destino y la puerta se cerró a sus espaldas, el hombre volvió a su agenda.

— Dara, debes entender que Blake es demasiado joven como para tener una vista amplia de lo que está delante de él— comenzó, haciéndole soltar un suspiro de puro cansancio.— En un par de años ya ni siquiera recordará su afición por los pieles claras, realmente no tienes ningún motivo para cumplir con sus caprichos.

La mujer lo observó por varios segundos, con el gesto serio y los brazos cruzados, hasta que por fin le vio estar dispuesto a darle la vuelta a su escritorio y empezar a buscar entre los cajones.

— No lo entiendes, ¿cierto?— negó con la cabeza, notando que su voz sonaba casi quebrada.— No tienes ni la menor idea...

— Puedes hablar conmigo de lo que sea, lo he dejado claro desde el primer día que llegaste.

— Ni siquiera me cae bien Blake, ¿por qué intentaría cumplir sus caprichos?— bufó haciéndole saber que su idea era absurda, mientras se sentaba en el borde del escritorio.— Tú ni siquiera tienes idea de lo que sucede en tu casa— el hombre pareció escucharla pacientemente, tomando asiento a su lado con un par de planos entre sus manos.— ¿Acaso no notas al pequeño piel clara con el que estoy... literalmente todos los días?— aparentemente, la mujer se creía mucho más obvia de lo que pensaba.— Creo que todo lo que he hecho en la casa desde que llegué es por él.

— Zaniah lo comentó algunas veces...

— No me refiero a lo que Zaniah cree que hago cuando cierro la puerta de mi habitación— se detuvo para mirar hacia el techo en busca de inspiración.— Le guardo demasiado afecto a ese piel clara.

— No puedes decir cosas como esas— se apresuró a negar todo lo que acababa de decir, levantándose de inmediato para darle una mirada consternada.— Estás cruzando demasiadas líneas.

— Las crucé hace tiempo— se encogió de hombros.— Pero es algo que he decidido y...

— No comprendes lo que dices— el hombre parecía tan convencido que Adhara ni siquiera tuvo oportunidad de reírse de lo incómodo que se veía.— Eres una mujer de clase alta, inteligente y muy hermosa, no puedes solo decir que estás dispuesta a conformarte con un piel clara por el resto de tu vida.

— Lo comprendo muy bien, acabo de decirlo— informó con obviedad.

— Se supone que debes casarte con un hombre que esté a tu altura— insistió, tocando sus sienes en un acto de desesperación.

— Tal vez solo quiero una reputación de no hacer lo que se supone que debo— la mujer se encogió de hombros por lo que esperó fuese la última vez, tomando los planos de las manos ajenas y dirigiéndose a la salida.

— No... tú no puedes— oyó a sus espaldas, y pronto sintió una mano en su brazo atrayéndola nuevamente hacia el borde del escritorio.— Estará bien, ¿okay? Hablaré con tus padres y estoy seguro de que estarán de acuerdo con anular el matrimonio de Zaniah, y entonces nosotros podremos formar la pareja que tus padres realmente quieren.

— ¿De qué demonios hablas?— Adhara odió quedarse congelada mientras le sentía pararse demasiado cerca de ella.

— Tus padres saben que todo lo suyo será tuyo en algún momento, y estarán más que encantados con dos adultos lo suficientemente responsables para manejar una familia digna.

— Mi hermana es tu esposa— le recordó con obviedad, dando unas palmaditas tontas en su hombro, sin lograr que se moviera.

— Eres todo lo que Zaniah desea ser— declaró, como si eso fuese razón suficiente para montar toda aquella escena.— Y simplemente no puedo dejar que vayas a seguir cometiendo equivocaciones con esos tontos pieles claras.

Pieles ClarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora