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 Podría decir que su sueño había sido perfecto luego de haber echado al piel clara, siempre y cuando ignorara el hecho de haberse encontrado abriendo la puerta en medio de la noche, solo en caso de que el chico se hubiese quedado en el pasillo o por si hubiese decidido volver. Y para hacer las cosas peores, había quedado como una tonta estando parada en el marco de la puerta durante diez minutos.

Y otra vez, su estupidez había quedado remarcada al haberse despertado tan esperanzadamente de su sueño por unos leves golpes en la puerta. Pero aunque prácticamente corrió a su llamado, la decepción la golpeó en el rostro cuando solo encontró a Marin del otro lado.

— El desayuno está servido— informó, con la frente en alto y sin mirarla en absoluto.

— No bajaré— imitó su tono y formalidad, pero la mayor rompió su educación segundos después para lanzar un bufido a su dirección.

— Nadie volverá a contratarme si una señorita se muere de hambre bajo mi cuidado— puso una mano en la puerta.— El piel clara vendrá con tu comida.

— ¡No!— exclamó, haciendo un esfuerzo para estar disgustada.— No puede entrar a la casa... y si lo intenta notifícame de inmediato— cerró la puerta apenas terminé su discurso, arrastrándose nuevamente hacia la cama.

Pero la cama se había vuelto un lugar sumamente incómodo para su cuerpo, que al parecer lo único que deseaba era dar vueltas por la habitación. Dado a que sus pies se negaban a dejar se divagar, la única manera que se le ocurrió para detenerlos fue el sostenerse al marco de la ventana, de esa manera podría apoyarse en algo y entretenerse con el exterior.

Se dio cuenta de lo errónea que había sido esa movida cuando lo primero que pudo ver desde arriba fueron aquellas figuras vestidas de gris. No había manera de que ella hubiera sabido que ese día los pieles claras tenían planeado sembrar una fila de flores por todo el jardín, pero le quedó claro al ver muchos de ellos con palas, bolsas y decenas de flores en pequeñas macetas.

Por alguna razón le había sido imposible no fijarse en el sol bañando a la mayoría de los pieles claras, que se movían casi mecánicamente al cavar en la tierra. Seguramente eso debía ser un trabajo duro.

Apenas las palabras "pieles claras" y "trabajo duro" cruzaron su mente, se aseguró de sentir vergüenza antes de entrecerrar los ojos, en un intento de afinar su vista y encontrar algo relevante en el jardín. No fue ninguna sorpresa cuando notó a Lían con una pala en una de sus manos, mientras que con la otra mano señalaba a sus demás compañeros y luego hacía señas a distintas partes del jardín. ¿Quién diría que Lían acostumbraba a mandar a otros?

Cayó en cuenta de que su mirada en él era muy fija cuando este terminó de designar tareas y se giró en dirección a su ventana con un gesto confundido. No supo cómo sentirse al verle dejar de fruncir el ceño en el momento en que se fijó directamente en ella, pero eso fue lo último que logró ver antes de lanzarse con rapidez hacia el lado de la habitación que quedaba fuera de la vista del exterior.

En ese momento supo que se sentía bastante estúpida, aún más al notar el nerviosismo que hacía su cuerpo temblar, pues no tenía ningún motivo para sentirse de esa manera y simplemente no debía. Con un breve carraspeo de garganta, volvió con toda la firmeza del mundo hacia el marco de la ventana, solo para averiguar que Lían ya había comenzado a trabajar nuevamente en la tierra del jardín.

Estaba sucio, tenía barro en su ropa y en su rostro, y claro que no descartaría es hecho de que su cabello también lo tuviese; con las mangas dobladas hasta sus codos, había logrado que sus brazos quedaran bañados en barro seco. Podía notar desde esta distancia lo roja que se había vuelto su rostro, algo común en los pieles claras cuando se exponían al sol o se esforzaban demasiado.

Pieles ClarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora