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 Adhara sintió haber dormido unos pocos segundos, y pese a que planeaba continuar con su sueño hasta que se cansara de estar acostada, los repetidos murmullos del otro lado de la puerta lo hacía difícil. Determinó que el sueño era irreconciliable cuando la voz se alzó hasta ser un grito, y solo allí se dispuso a levantase y pelear con quien sea que estuviera peleando fuera de su habitación.

— ¡Un sucio como tú no puede estar aquí!

— ¡Nadie debería estar aquí!— las primeras palabras que dejaba salir en la mañana lograron alertar a las dos personas.

Justo en frente de la entrada estaba el pequeño piel clara, sentado con sus piernas bajo su cuerpo y encarando a la puerta. Cuando bajé la vista para mirarle bien, hizo una leve reverencia.

— Señorita, vine a despertarla para el desayuno— se excusó la mucama que había conocido el día anterior.— Me temo que el piel clara ha estado aquí desde las cuatro y media de la mañana.

 El chico se apresuró a pararse derecho y mostrarse diligente cuando las miradas se posaron en él.

— ¿Qué demonios hacías aquí tan temprano?

— Dijo venir bajo sus órdenes— informó la mucama, con tanta ironía en su voz como si no le creyera una palabra.— Y se negó a hacer sus trabajos del día... si tan solo el señor Patrick estuviera aquí...

— ¿Y dónde está el señor Patrick?

— Él y la señora Zaniah fueron al pueblo, los señoritos de la casa siguen durmiendo.

— Genial— con una seña, hizo que el piel clara se escabullera dentro de la habitación mientras ella mantenía la mirada fija en la mucama.— Es cierto que lo llamé— lo defendió.— Y no tengo apetito. Buen día.

Con eso dicho, cerró la puerta tras de si misma, asegurándose de poner el cerrojo antes de brindarle su atención al piel clara, quien al parecer esperaba instrucciones.

— Cuando dije a primera hora de la mañana, no me refería a tu hora— aclaró Adhara, tomando asiento en su cama.— ¿Inician sus trabajos a las cuatro y media?— recibió un asentimiento.— Mi día empieza solo después de las nueve.

Sus ojos se dirigieron hacia arriba mientras parecía pensar, e inmediatamente después asintió como si comprendiera.

— ¿Sabes qué haremos hoy?— le observó encogerse.— Si a todos le importa tanto el hecho de que estás demasiado sucio para estar aquí, lo único que debemos hacer es limpiarte.

La mirada de confusión fue simplemente cómica.

— Debes estar limpio, tomarás una ducha— aclaró, señalando la puerta hacia su baño privado. Vio como el piel clara abría y cerraba la boca un par de veces, observando el cuarto de baño y luego a ella por varios segundos. Demasiados para su gusto, por lo que terminó por tomar su antebrazo y arrastrarlo hacia allí.— Te espero aquí.

 Y Adhara contaba con tener un poco más de tiempo para dormir al oír el agua de la ducha cayendo, pero mientras bostezaba y se preparaba para volver a la comodidad de su colchón, oyó la puerta abriéndose.

— ¿Cuál es el problema?— cuestionó, sentándose nuevamente y rodando los ojos antes de observar al chico. Su cabello estaba húmedo y pudo ver gotas cayendo de su cuello, mojando las ropas que se había puesto en su aún mojado cuerpo.— ¿Se supone que ya terminaste? ¿Así son las duchas en las residencias?— bufó Adhara, molesta al verle asentir a sus preguntas y notando que las manchas de tierra en sus mejillas seguían allí, solo que menos marcadas.— Hay toallas en el baño, no hacía falta que vuelvas a vestirte con tu ropa mojada.

Pieles ClarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora