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 Recordaba el haber vuelto a su habitación como algo difuso.

 Tenía memorias de estar parada en medio de las pieles claras en un momento y de pronto encontrarse en su cama, pidiéndole a Lían que dejara de moverse y durmiera a su lado. De todas formas, su sueño parecía haber sido lo suficientemente bueno como para que a la mañana siguiente sus ojos se negaran a continuar cerrados a pesas de lo temprano que era.

 Consideró una pena que Lían no hubiera tenido la misma suerte y que, muy al contrario, se viera agitado y todo su rostro se contrajera en disconformidad aún en medio de su sueño. De todas formas, que continuara durmiendo a pesar de su claro malestar le permitía observarlo con tanto detalle como no podría si estuviera alerta.

 Últimamente, observar a Lían se había convertido en su pasatiempo favorito. La mayor parte del tiempo ni siquiera era consiente de lo que hacía, solo despertaba de aquel trance al darse cuenta de que su mirada estaba demasiado fija en él, y solo se daba cuenta de eso porque el chico se tornaba de un color rojizo cada vez que lo inspeccionaba por más tiempo del que podía soportar.

Pero ahora, con el piel clara en un estado de completa sumisión entre las sábanas, demasiado cómodo como para que tuviera cuidado de lo que sucedía a su alrededor, mirarlo no podía alertarlo.

 Y gracias a esto, la piel blanquecina no había cambiado para volverse roja en los minutos en los que su mirada no se separó de su rostro, en los que estuvo minuciosamente admirando la piel blanca.

 Si su estadía en esa casa podía resumirse en algo, sería en eso, admirar la piel blanca. En una especie de obsesión con estudiar la línea fina que formaba la nariz del chico acostado a su lado, la peculiar forma de sus ojos, lo delgado y rosado de sus labios, su cabello tan suave a la vista, y especialmente su piel.

 Podría pasar horas criticando cada aspecto que el chico contenía, pero en vez se pasaba días enteros pensando en lo etéreo que podía llegar a verse en ciertas ocasiones. La manera en la que se tornaba de un color diferente con el calor o la vergüenza, las pecas que resaltaban bajo el sol, lo delicado y frágil que se veía. A estas alturas le resultaba innecesariamente difícil dejar esa obsesión de lado.

Sin embargo, siempre se veía obligada a detenerse cuando Lían prestaba atención a lo que hacía y la cuestionaba. Había determinado que su investigación estaba destinada a solo ser posible fuera de su vista, pues lo que sus ojos decían tenía el poder de cambiar el veredicto al que ya había llegado. Así que como cada vez, en el momento que su sueño se había acabado y su vista estaba de nuevo sobre ella, tuvo que abandonar sus pensamientos.

— ¿A ustedes les gusta?— cuestionó la mujer, recibiendo solo confusión por parte del chico somnoliento.— La piel clara— aclaró, encontrado una excusa para examinar con mayor cercanía.— ¿Les resultada atractiva? ¿Es algo que simboliza belleza?

— La belleza no es algo que esté en la piel— respondió, tan cortantemente como ya lo esperaba.— Supongo que la forma es más importante que el color...— comentó, confundido por sus propias palabras.

— ¿Entonces no ves a otros pieles claras y piensas algo como que... se ven enfermos?

— No estoy enfermo— aseguró, pareciendo espabilarse mientras hablaba.

— No dije que lo estuvieras, es solo que la palidez...

— Ninguno está enfermo— se quejó, haciendo que sus labios se torcieran.— Y por supuesto que considero que la piel clara es hermosa.

— ¿Pero piensas que la piel oscura se ve mejor?

— No encuentro la diferencia.

Pieles ClarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora