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 Tal vez era que consideraba que su presencia en la casa molestaba, pero Adhara no podía sentirse en calma aún a pesar de solo estar descansando en la sala de estar con el resto. 

 Esa sensación de incomodidad le era extraña, pues en su casa tenía la fama de nunca cerrar la boca. La habían reprendido miles de veces por ese motivo, pero ni eso había podido detener las incesantes pláticas que tenía hasta con los pieles claras.

 Adhara sabía que tanto hablar demasiado como hablar demasiado con pieles claras era mal visto, y haber presenciado el desagrado de Patrick al solo verlos le daba la sensación de que no le haría mucha gracia que se viera muy interesada por estos. Estaba convencida de que lo único que podía hacer para seguir siendo ella misma, sin morirse de aburrimiento, era llegar a conocer al resto de habitantes de la casa lo suficiente como para dejar atrás la incomodidad.

 Sin embargo, los hermanos a los que acababa de conocer le parecían de lo más raro. Uno mantenía la cabeza gacha, el otro la observaba fijamente y el último tenía su vista fijada en el hermano mayor, quien era el único en hablar.

 De cierta manera, apreciaba que Patrick tuviese la voluntad de ser un buen anfitrión y hablar entretenidamente del clima a pesar de la poca conversación que le ofrecían los demás. Sin duda era una buena manera de intentar apaciguar el mal ambiente, o al menos lo fue hasta que se anunció que la mesa estaba servida y fue invitada cortésmente a seguir a todos al comedor principal.

 En el momento, Adhara no se atrevió a preguntar si tenían un comedor que no fuera principal, pero considerando el tamaño de la casa, estaba segura de que hasta existiría un comedor cuaternario. Sin embargo, se decepcionó un poco con la mesa servida tan nítida y hermosamente, haciendo que el puesto improvisado en medio de los que eran obvio los puestos habituales se viera aún más disparejo.

  Aún así intentó no hacer notar su disconformidad durante la silenciosa comida, prefiriendo fijar su atención en los detalles de la gran sala. Los grandes armarios llenos de vajillas y copas finas, las decoraciones en las paredes, el gran ventanal que daba a una hermosa parte del jardín. 

 Cuando estuvo lista para dejar de apreciar la vista exterior, su vista fue atrapada por la mujer de avanzada edad que se acercó lentamente hasta la ventana, para luego empezar a pasar un trapo húmedo por la misma.

 El color de su piel dejaba en claro su puesto, y su ropa indicaba su pertenencia a la casa, pero no parecía estar enterada de cuánto su presencia incomodaba a los presentes. La mujer solo se limitaba a limpiar los vidrios, lanzando rápidas miradas a la mesa en la que se comía, sin si quiera intentar disimularlo.

 Seguro que era difícil que alguien de piel oscura se pusiera así de rojo pero el enojo de Patrick lo había logrado, al mismo tiempo que había logrado que el hombre saliera disparado hacia afuera. El tamaño del ventanal era perfecto para que todos en el interior pudieran tener una vista en primer plano del empujón que recibió aquella mujer, y adicionalmente poder escuchar las palabras poco amables que Patrick había empleado para quitarla de allí.

 No era como si a Adhara le pareciera sorprendente la escena, pues desde niña había visto a su padre tratar la incompetencia de los pieles claras a base de castigos, pero ciertamente no era algo que disfrutara observar. Pero en sí, conocía cuál era el lugar de los pieles claras.

 También sabía diferenciar cuando una persona no lo conocía, como era el claro ejemplo de uno de los hermanos que acababa de conocer y que se había apresurado a hacer notable su desagrado antes de retirarse de la mesa, haciendo un gran escándalos con su plato al dejarlo de lado.

— Como puedes darte cuenta, Blake es un poco... sensible— informó el chico al que todavía no le habían presentado, viendo necesario excusar la actitud de su hermano.

Pieles ClarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora