#17

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 Habían pasado ya varias horas desde que su cena transcurrió en completo silencio, con Lían varios metros alejados, sin echarle una mirada ni a ella ni a la comida. Solo volvió a acercarse cuando le comunicó que era hora de dormir.

Adhara pensó que el chico no se atrevería a pegar un ojo en toda la noche, sin embargo el reloj daba las 2 a.m cuando ya se encontraba mirándole respirar con tranquilidad. Sintió que su calma podía ser contagiosa, pues mientras sus ojos estaban fijos a la manera en la que su pecho se movía con cada respiración, le pareció como si todo el drama del día pasaba a un segundo lugar.

Sonrió al pensarlo, maldiciéndose a sí misma al sentir la obligación de calzar sus pantuflas, para luego levantarse de la cama y seguir un camino incierto. No es como si supiera a dónde se dirigía, pero cuando llegó a la cocina y notó las luces encendidas, el plan comenzaba a tomar forma.

— ¿Marin, dónde está el Guardia de Llaves?

— ¡Niña!— su exclamación hizo que se le cayera el bol de manzanas de su mano, a la vez que se  aferraba con fuerza a su pecho.— Encerrarte todo el día en su habitación, para salir en medio de la noche— bufó mientras se disponía a limpiar el desorden recién causado.

— Guardia de Llaves— insistió Adhara, poniéndose en frente de ella.

— ¿Para qué?

— Planeo confesarle mi amor, pero eso no es realmente de su incumbencia.

— Es un hombre casado— le miró por unos segundos, intentando expresar con la mirada lo cansada que estaba de ella.— La habitación mas al norte de la planta baja, podrá reconocerla, siempre toca música a esta hora— antes de irse para seguir las indicaciones, se aseguró de recoger una manzana del montón, sin importante el suspiro de la mayor.

 Consideró que iba por el buen camino cuando aquél hombre al que buscaba no fue ni la mitad de curioso que Marin. Eso, junto a la botella de whisky en su mano, le permitió completar su cometido sin problemas, dirigiéndose hacia la estancia de pieles claras con la llave entre sus manos en poco tiempo

 Cuando aún caminaba por el jardín en medio de la noche, su instinto le aseguraba que eso no era una buena idea. Cuando estuvo frente a la puerta de la edificación gris, su corazón latía demasiado rápido como para seguir oyendo a su instinto.

 Sintió el miedo crecer lentamente a partir del primer segundo en el que abrió la puerta. Nunca había entrado en una de esos lugares, pues nunca había tenido la necesidad de hacerlo, y ciertamente no tenía ninguna idea de lo que podría encontrar adentro.

Y lo que encontró ni siquiera llenaba sus expectativas.

 La primera sala en el recinto se trataba solo de un cuadrado con duchas en dos esquinas y muebles llenos de aquellos uniformes grises en las otras. Admiró el ambiente antes de disponerse a buscar entre las llaves por la correcta para la siguiente puerta.

Apenas estuvo abierta, lo primero que vio fue una silla justo en frente. La sorpresa llegó cuando volteó su cabeza medio grado, solo para encontrar un rostro mirándola fijamente en la oscuridad. En medio de su sobresalto intentó desesperadamente encontrar un interruptor de luz tocando toda la pared, pero aún con la habitación iluminada, la situación no se volvió menos tétrica.

A la mirada fija de aquella mujer de piel clara se le había sumado la de todos en la misma celda, quienes observaban cada movimientos desde atrás de las barras.

 Con la mayor lentitud posible, se movió hasta centrarse en el medio de lo que parecía el conector entre cada pasillo a los costados, ambos repletos de celdas de los que sobresalían brazos y algunas miradas curiosas, y otras que solo tenían malas miradas.

Pieles ClarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora