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— Lían, has estado observándome de esa manera por casi media hora— soltó cuando esa actitud por parte del piel clara comenzaba a cansarla.— Si tienes algo que decir, puedes escupirlo de una vez.

— Pierre...— murmuró, pareciendo confundido de sus propias palabras.

— Pierre— asintió Adhara, señalando al chico a unos pocos metros de ellos que no despegaba la vista de lo que tenía en el escritorio frente a él.— Fuiste muy molesto, obtuviste lo que tanto querías, déjame respirar— bufó, devolviendo la mirada a su libro.

— ¿Lo hiciste porque...?

— ¿En serio necesitas tener esta conversación?— cuestionó, suspirando pesadamente al verse obligada a detener su lectura otra vez.— Comentaste que Pierre podía escribir, le di la oportunidad de remendar su error— dijo con obviedad.— Estoy leyendo, Pierre está escribiendo, y tú estás aquí para que mi hermana crea que estoy dándome un festín.

— ¿Festín?— cuestionó, observando la habitación milimétricamente.

— No estoy hablando de comida, Lían— aclaró a los pocos segundos de verle fruncir el ceño, viéndole subir las cejas al instante.

— Entonces sí hay una razón para que esté aquí...— dedujo de alguna manera, asintiendo con levedad.

— Lo hay, y esa es que simplemente quiero que estés aquí.

— Pero me refiero a... tener utilidad, hacer algo útil.

— ¿Te aburres? ¿Es eso por lo que siempre necesitas una tarea?— preguntó, dejando el libro boca abajo sobre el colchón.— Si tan desesperado estás por ser de utilidad, haz lo que Pierre, copia mis malditos libros.

— Pero...— se quedó en silencio unos segundos, observando con los labios apretados el lugar del chico.

— Lían no practica su lectura desde hace años— habló el tercero en la habitación, apenas girando su rostro a un lado.

— No puedes detenerte— advirtió, provocando que el chico volviera inmediatamente a su trabajo.— ¿A qué se refiere?— cuestionó, esta vez dirigiéndose al piel clara frente a ella.

— Trabajo en la granja, con los animales, ¿Por qué querría...?

— Tengo que detenerte, maldita sea— le cortó, extendiendo las manos y negando sus palabras con estas.— Esto no me sirve para nada a mí tampoco, nadie quiere oír mis opiniones de todas formas— se encogió de hombros.— Pero al menos puedo leer acerca de momentos en los que opiniones de personas como yo sí tuvieron importancia, lo que solo me incita a seguir opinando hasta que a alguien le importe— sonrió viéndole fruncir el ceño.— Diciéndote cosas como estas solo me arriesgo a que formes una revolución con el resto de pieles claras, ¿cierto?— hizo una mueca, para luego dar unos golpes al colchón a su lado.

Lían tardó menos de dos segundos en cruzar la habitación y sentarse en la cama junto a ella, estirando su mirada por sobre el libro que la mujer había vuelto a abrir.

— Por ejemplo... ¿sabes algo sobre pieles claras antes de "la gran catástrofe"?— le vio apretar los labios mientras volvía su mirada hacia ella y la devolvía rápidamente al movimiento de las páginas pasando.— ¿Sabes a qué se llama "la gran catástrofe?

— Litha...— murmuró, sonando dubitativo.

— ¡Litha es una fiesta!— corrigió, dándole un leve empujón.— La gran catástrofe son las piedras solares— informó, asegurándose de que volviera a sentarse luego de haberlo alejado demasiado.

— ¿Litha?— pareció extremadamente confundido con esa información.

— Los pieles claras conocen ese día como el inicio de sus obligaciones— Pierre comentó, en tono cansino.— Ustedes, en cambio, lo consideran como el día en que ganaron ventaja por sobre el resto.

Pieles ClarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora