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Despertar a la mañana siguiente se sintió extraño. Principalmente porque habían pasado días desde la última vez que Lían era lo primero que veía al abrir los ojos, pero también por lo diferente que todo se sentía.

 Si le preguntaran a Adhara qué era lo que más resaltaba, seguramente su respuesta tendría que ver con los ojos de Lían, que por primera vez desde que el dormir con ella se le había hecho un hábito, le estaban devolviendo la mirada.

 El chico no apartó la mirada al segundo en que la mayor lo cuestionó, ni actuó desconfiado de la mano que se posó en su mejilla. Simplemente se dejó mirar y tocar, mientras mantenía una sonrisa adormecida y llena de paz, haciendo notar que disfrutaba la atención y las caricias a su cabello.

 Y si eso no era suficiente para que Adhara reconociera el cambio rotundo en su relación, una señal muy obvia fue la delicada manera en la que el chico deslizó un dedo por el colchón hasta llegar a su brazo.

 Decir que su piel hormigueaba ante aquel toque era poco, pues el camino que recorría hasta sus clavículas, envolviendo su cuello en su mano y delicadamente trazando su mandíbula con el pulgar, era como si la estuviera quemando.

— Es la primera vez— murmuró el piel clara, dibujando pequeños círculos en la piel de la mujer.

— ¿De qué?— cuestionó, dejando un beso en la punta de sus dedos cuando los sintió en sus labios.

— Es la primera vez que siento que puedo tocarte.

— Es la primera vez que siento que quieres hacerlo.

— Quiero hacerlo desde hace tanto tiempo— abandonando el viaje de sus manos, el chico prefirió acercarse completamente hacia ella, hundiendo su rostro en su cuello.

— Tenemos un día muy largo— Adhara hizo el esfuerzo de recordar, sintiéndose lo suficientemente abrumada como para ponerse de pie.

— Tengo trabajo en el jardín— asintió el chico, determinado a comenzar su día efusivamente.

— Ehh... no, realmente alguien debe continuar con la ampliación de la estancia.

— Ya colgamos cortinas— se encogió de hombros como respuesta, ignorando por completo la indignación en el rostro de la mayor.

— Apenas son telas— bufó.— Además, dije que lo haría.

 A lo largo de la mañana notó miles de diferencias, pero la sonrisa de Lían no borrándose en ningún momento era su favorita. Sin embargo, aquellas mariposas que parecieron volar a su alrededor mientras estaban solos simplemente desaparecieron mientras más cerca estaban de la sala de la casa.

 Y por alguna razón, sus pasos terminaron por detenerse en el segundo en que vieron a Zaniah sentada en el sillón. Antes de que Adhara pudiera siquiera buscar socorro en Lían, él ya había bajado la cabeza ante la sola presencia de su hermana, por lo que solo se acercó lentamente al sillón, con el chico tomando eso como una indirecta de que debía irse por su propio cuenta hacia la salida.

— Pensé que ya habíamos pasado por eso— comentó Zaniah, siguiendo a Lían con los ojos en su retirada.

— Decidí que quería quedarme así— Adhara se encogió de hombros, acostándose perezosamente a lo largo del sillón.

— ¿Acaso no... terminaste con tu asunto?

— Sí lo terminé— sonrió mientras miraba ensoñadoramente al techo.— Y esa es una de las razones por las que me lo quedo.

— ¡¿En serio?!— soltó una carcajada.— ¿Fue así de bueno?

— ¿Qué fue bueno?— la voz de Patrick contrastó con sus risas agudas, logrando que el silencio se alzara por la sala.

Pieles ClarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora