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Adhara estaba convencida de que Patrick no tenía planeado dejarle disfrutar su tiempo con el piel clara.

No es como si hubiera esperado menos de él, pero le sorprendió su plan de hacer que el piel clara retomara las actividades de sus pares luego de que estos se fueran a descansar. A Lían le esperaría una larga noche si Patrick planeaba hacerle cumplir todas las actividades del día.

— Mañana, en mi habitación... ¿4 a.m?— aunque sonó como una pregunta, de todas formas Adhara no esperaba que el chico se negara.— Golpea la puerta.

Ya estaba atardeciendo cuando se vio obligada a despedirse de Lían y dejarle hacer su trabajo, aunque la ausencia del sol no hizo mucho por refrescar el ambiente, pues no había manera de detener la brisa cálida.

 Sin embargo aún parecía muy temprano para cerrar cómodamente la puerta de su habitación y dedicarse a observar el techo. Se veía obligada a pensar en la segunda mejor opción, un buen refresco. 

Aún sumida en sus pensamientos, sus pies no parecían dispuestos a alivianar su marcha, llevándola hacia el exterior de la casa y dejándola plantada en medio del jardín.

 Y tal vez todo eso había sido el plan de algún dios, o solo era su subconsciente ayudando a darse cuenta, pero de todas formas terminó con la mirada fija en una de las entradas marcadas del bosque, una que ya podía reconocer. Se preguntó a sí misma si su valentía era suficiente como para lanzarse por allí sola, y no había duda de que el miedo en su cuerpo se veía pequeño junto al calor que sentía.

Suspirando ruidosamente al pensar en todas las posibilidades, insegura de tomar la más inmediata, acabó por dar una rápida mirada a su axila solo para notar como la humedad ya no solo se sentía, sino que había empezado a ser visible por sobre la ropa, y solo pudo mandar todo segundo pensamiento al demonio.

Mirando hacia todos lados mientras avanzaba, dio pasos rápidos hasta adentrarse al bosque, asegurándose de que todos los botones de sus prendas estuviesen desabrochados en el momento en que sus ojos captaron la orilla del lago.

En menos de un minuto, los dedos de sus pies se contrajeron al entrar en contacto con el frío del agua, y en poco tiempo más, su cuerpo entero se relajó ante la sensación. Se permitió flotar con suavidad, echando la cabeza hacia atrás mientras cerraba los ojos y se dejaba ahogar en la calma.

— Pervertida.

No tenía sentido que una sola palabra lograse alterarla tanto y sin embargo, oír una voz grave arrastrar sus palabras, siendo una mujer semidesnuda en un lugar vacío, podría asustar a cualquiera. Todo su equilibrio pareció desaparecer al tiempo que giraba la cabeza hacia todas partes, buscando al responsable de la voz.

— Mujer impura.

Esta vez, su corazón pareció dar un gran vuelco al presenciar el emerger de un cuerpo frente a ella, quien solo se mantuvo en su lugar con los brazos cruzados sobre su pecho.

— ¡Maldita sea, Blake!— dio un golpe al agua, asegurándose de salpicar al chico.

— Descubrí este lago cuando tenía seis años, debería ser yo quien esté maldiciendo— reclamó, mirándola con el ceño ligeramente fruncido.

— Casi haces que me orine del susto en tu precioso lago— bufó, para inmediatamente luego volver a intentar mantener su cuerpo a flote.

— Eso solo habría continuado con tu tarea de profanar mi lago con tus perversiones— habló, antes de cubrir su nariz y desaparecer nuevamente bajo el agua.

— Tenemos gustos en común, no podrías destacar mis perversiones sin delatar las tuyas.

— Si ese fuera el único motivo por el que podría juzgarte, ni siquiera abriría la boca.

Pieles ClarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora