Capítulo cuarenta y dos

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  En un abrir y cerrar de ojos estoy de nuevo en el hospital: observo que tengo en mi vena una aguja y con mi mirada sigo el tubo hasta que se detiene en la bolsa de suero que va bajando gota a gota eso quiere decir que no estoy muy bien, tengo el brazo morado de tantos piquetes y a lado mío está mi hija Leti porque ella es la que está encargada del seguro.

—¿Hija porque estoy aquí? —cuestionó secamente sin ganas.
—Porque estás deshidratada y aparte tienes anemia.
—¿Me quedaré mucho tiempo aquí? —cuestiono con un largo suspiro.
—No, solo es hasta que se acabe el suero y nos vamos a la casa —concluye Leticia.

  Las horas transcurren, no tengo idea de la hora perdí la noción del tiempo pero ya me siento mucho mejor y por fin nos fuimos a casa. De inmediato mis ojos vuelan a mi cama, antes de dormir acomodo las almohadas y me subo para incorporarme entre las cobijas que indudablemente va a calentar mi cuerpo, progresivamentese se apodera de mí una completa calma y el sueño encuentra su camino. Por otro lado Leti les informa a todos mis hijos que ya estoy en casa, luego se va a dormir en el otro cuarto porque ya está agotada.
  Al siguiente día despierto animada y con energía, Leti me prepara el desayuno aunque a decir verdad le faltó sal pero le agradezco su intención, después se despide para irse a trabajar. Estando sola le pido a Dios que me dé fuerzas para no depender de mis hijos, no quiero ser una carga deseo ser capaz de hacer mis tareas y deberes como cualquier otra persona. Enseguida voy lentamente hacia el baño porque quiero bañarme, pero el boiler está apagado mejor me regreso y voy al sillón para llamar a mi hija Lupita, agarro mi libreta que está sobre la pequeña mesa que está aún costado del sillón, tomo mis anteojos que son como mis bastones para la vista, en breve empiezo a recordar que mis hijos me decían que no escribiera en mano escrita porque no le entendían sin embargo a mí siempre me gustó escribir de esa manera porque hoy día no suelen escribir así. Ahora sí empiezo a buscar en la pequeña libreta su nombre, cuando estoy apunto de marcar tocan la puerta con insistencia, me levanto y voy abrir ¡para mí sorpresa es mi nieto Cris!

—Mamá Susana ¿cómo sigues? —pregunta para saber.
—Bien hijito pasate. —Se pasa y le digo —. Que bueno que vienes te puedo pedir un favor.
—¡Claro! —exclama con gusto.
—Puedes prender el boiler.
—Si ahorita voy —sonrie de manera cordial—. Pero ya me estaba espantando creía que era otra cosa. —Se dirige al baño y prende con mucho cuidado el boiler.

  No obstante espero a que se caliente y aprovecho para conversar con mi nieto cómodamente sentados en en el sillón. La sala se siente fresca y tranquila, con la luz central prendida y solo hay unos pocos sonidos del vecindario.

—Iba a llamar a tú mamá para que viniera a prender el boiler pero caíste como un rayo de sol —expreso con una pequeña sonrisa.
—De hecho va a venir al rato porque te está preparando tu comida. Sabes ayer mi mamá estaba muy preocupada porque no contestabas el teléfono y inmediatamente vino a tu casa y al verte que no reaccionabas me comentó que te unto alcohol y nada que reaccionabas, así que llamo a tu hijo Carlos y él te cargo y te subió a su auto y aceleró a toda velocidad rumbo al hospital y allí ya se encontraba mi tía Leti por eso se quedó contigo —platica todo como había sucedido.
—Lamento darles molestia a todos —meneo la cabeza de un lado a otro me siento mal por hacer que vengan a cada rato.
—No digas eso son tus hijos y se tienen que hacer responsables. Mejor cambiemos a otro tema, te cuento que me siento culpable por ya no vivir contigo es que si yo estuviera aquí no te hubieras caído en el mercado —la tristeza en su voz es evidente.
—No te sientas así, tú eres un joven que tiene que hacer muchas cosas no puedes cuidarme toda la vida en verdad te agradezco el tiempo que estuviste aquí —le menciono y un impulso instintintivo hace que tome su mano como diciendo que no se preocupe.
—Sabes mamá Susana el vivir contigo fueron días que me hizo sentir muy bien, por eso te prometo que vendré después de la escuela así te haré compañía y te ayudaré en lo que haga falta —me plantea lo que piensa hacer.
—Si mi hijito muchas gracias, ahora ya me voy a bañar ya a de estar caliente—digo mientras me levanto del sillón con pesades, seguro que con el baño voy a despertar y tendré más fuerzas.
—Esta bien, pero ¿quiéres que te bañe?
—No como crees —sonrio avergonzada y me ruborizó por lo que dijo.
—Ya lo hice una vez y no hay problema si lo vuelvo hacer es que me preocupa que te caigas —sus palabras salen con naturalidad.
—Te agradezco hijo tus intensiones eso habla muy bien de tí pero yo puedo bañarme. Una pregunta ¿vas a estar aquí o ya te vas?
—Voy a estar aquí —responde.
—Te lo digo porque ya sabes que me tardo mucho y no creas que te estoy corriendo.
—Si ya lo sé. Mamá Susana ahorita se me vino en la memoria cuando me bañabas de pequeño y lloraba mucho porque me tallabas fuerte pero no solo fui yo a todos tus nietos les tocó —rie con gusto además tiene alegría en sus gestos. Lo cual su voz hace hueco en mi memoria.
—Sí... a todos les tocó que los bañara, en aquellos tiempos tenía más fuerza lo recuerdo como si fuera ayer, todos estaban tan pequeños y ahora son unos jóvenes es un sentimiento de extrañar el pasado porque todos estábamos unidos. Bueno ya dejaré de hablar para irme a duchar.
—Entonces limpiaré lo que esté sucio y después veré la televisión.

Secretos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora