Capítulo cinco

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   Hoy no tuve ganas de ir a trabajar. Tengo un fuerte dolor de cabeza que me repiquetea como un zumbido de mosco, no me deja estar en paz.

—¡Susana dónde están mis zapatos! —exclama gritando mi madre, mientras busca por todos lados. Voy a su cuarto.

—Has mirado debajo de tú cama—le sugiero.

—No, ahora lo hago. —Busca desesperadamente, le urge salir—. ¡Aquí están! —Se alegra de encontrarlos y se los pone, después menciona—. No te vayas, déjame decirte que hoy va a venir en la tarde tu abuelita, y no va a estar de visita ¡se va a quedar a vivir aquí! Quiero que te apures a limpiar el cuarto que está desocupado. Al rato regreso tengo que comprar algunas cosas.

  Siendo realistas, no tengo ganas de hacer nada, ¡ni menos limpiar el cuarto! Sólo quiero dormir pero lo tengo que hacer; entro a la habitación y empiezo a toser de continúo porque hay demasiado polvo. Me doy cuenta que limpiar va hacer muy pesado, y aparte hay varias telarañas con el asco que me dan, tengo que cobrar valor. Voy afuera y traigo la cubeta con agua, desinfectantes y trapos. No muy gustosa empiezo a limpiar.

—¡Hola! —La alegría de una voz a mi lado, me toma por sorpresa. Volteo y veo a el tal Daniel. De repente se me quitó el dolor de cabeza. ¿Será por la impresión?

—Tú mamá me dijo que estabas aquí, por lo que veo ciertamente hay bastante polvo ¡esto necesita mucha limpieza! —Observa por los lados, su voz se escucha entre cortada seguro se le metió el polvo en su garganta.

—Mejor vete déjame limpiar, porque te vas a ensuciar tu ropa ya que estás bien trajeado —recomiendo con amabilidad. La verdad estoy nerviosa por su compañía.

—¡No! Te voy ayudar. Además tengo todavía tiempo y si me ensucio me cambio, porque está cerca mi casa. —Esta dispuesto en querer limpiar.

—¡Nooo cómo crees! Puedo sola —alzo la voz, lo único que quiero es que se retire.

—Tal vez puedas sola, pero quiero ayudar ¡esa es mi intención! —Agarra un trapo y corre a quitar las telarañas que están en las esquinas del techo sin ningún asco—. Parece que estás inquieta —menciona mientras me observa. Espera que diga algo quiere saber que pasa por mi mente.

—No, solo estoy limpiando, ¡No ves que estoy de un lado a otro! —le respondo. Creo que ve mi expresión corporal por eso lo dijo.

—Si tú lo dices... Cambiando de tema, dime ¿cuál es tu película favorita? —quiere hacerme la plática porque solo estamos callados.

—No tengo, porque casi no veo la tele ni voy al cine. —Después sigue preguntando y de igual manera lo hago yo para saber más de él.

  Acabamos de limpiar, en ese corto tiempo me doy cuenta que Daniel no es mala persona, tiene buenos sentimientos y su ayuda me sirvió de mucho porque no hubiera terminado hoy, sino al otro día.

—Me voy a trabajar. Fue un gusto ayudarte y conversar contigo aunque sinceramente... me gustaría que salieras conmigo, no digas nada por el momento a lo mejor más adelante ¡quien sabe! —menciona con una gran sonrisa.

—Gracias a tí por la ayuda —estrechamos las manos para despedirnos. Se va y me pongo a pensar en la invitación de salir con él, no sé si sea buena idea.

—Susi como me veo con este vestido. —Entra al cuarto, dándose vuelta Yolanda mostrando su lindo vestido—. Si me escuchaste —alza la voz interrumpiendo mis pensamientos.

—Perdóname estaba divagando que decías.

—Te pregunté de como se me ve el vestido —expresa repitiendo las palabras, y se vuelve a dar una vuelta.

Secretos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora