Capítulo doce

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  Mis hijos hacen mi vida más feliz, a decir verdad extraño a Lourdes por eso mi intención era volverla a traer a dónde vivo, no obstante ella no accedió estar más conmigo, siente celos porque piensa que por tener más hijos no la voy a querer.

  Un día después de mi trabajo voy a ver Lourdes, le comento que vengo por ella para que conozca a sus hermanos, accedió aunque no del todo convencida; llegamos a mi casa y directamente se va a sentar a la sala, sus hermanos se acercaron a saludarla y Lourdes se portó indiferente su voz era fría pero sonaba amable, en sus expresiones veía su incomodidad tanto así que se levantó y me comentó que quería regresar a donde vivía. En ese momento nos fuimos, en el trayecto no hablamos nada, la dejé afuera de la puerta y me agradeció por traerla, antes de irme le expresé que mi casa estaba abierta para ella para que conviva y conozca más a sus hermanos, no me contesto nada y se metió a la casa sin obsequiarme un beso de despedida.

  Tener demasiados hijos es un arduo trabajo porque antes de irme a mí empleo debo dejar listo el desayuno y la comida, para así encargarlos con una vecina que se hizo disponible para cuidarlos mientras trabajo, si es agotador todo lo que hago pero no me importa porque quiero que no les falte nada.

Por otro lado. En estos años, no he visto para nada a mi hijo Guillermo lo hecho mucho de menos, esperó que se de cuenta de todas las mentiras de mi madre algún día tendrá que venir y así podremos hablar.

   Cierto día llegué al trabajo desvelada, mi rostro luce cansado y se hacen visibles las molestas ojeras aunque me maquille para disimularlas aún así se hicieron presentes, es que en la madrugada mis gemelitas estaban con cólicos y tenía que estar con ellas para cuidarlas y darles algunos remedios, por supuesto mi jefe se percató e hizo una señal con la mano para que acudiera a su oficina, de inmediato voy por el largo pasillo, miro mi reloj de mano y he llegado por tercera vez tarde estoy inquieta por lo que me va a decir, las miradas de mis compañeros me hacen saber que nada bueno espero, después de tocar la puerta entro conteniendo un poco la respiración.

—Buenos días.

—Buenos días —le devuelvo el saludo.

—Toma asiento, quiero comentarte que te he notado fatigada, cansada, a veces llegas sin energía y has llegado tarde últimamente dime ¿qué te pasa? —deja de un lado lo que estaba haciendo para prestarme atención.

—Lo que le voy a decir no es excusa, sin embargo como bien sabe tengo siete hijos y debo estar al tanto de lo que les pasa, claro mi esposo me ayuda en lo que puede porque él también trabaja, inclusive tengo a alguien que los cuida con todo esto no me doy a basto es muy complicado, por eso le prometo que no va a volver a pasar, voy hacer más dedicada a mi trabajo—con franqueza le expongo mi situación.

—Mira desde el día que te contraté, me dí cuenta de tus ganas, entusiasmo y lo comprometida por aprender, también tu lucha por sacar adelante a tu familia y por eso te felicito. En estos días he pensando, que solo trabajes cinco días para que así el fin de semana estés con tus pequeños ¿qué te parece? —me ve con empatía y dedica una sonrisa amigable.

—Ehhh... Si muchas gracias —quedo realmente sorprendida—. No esperaba eso, pensé que me iba a despedir.

—¡Cómo crees! Eres una de mis mejores empleadas, ahora sigue con lo que estabas haciendo —hace un gesto con la mano para que continúe trabajando.

Salgo de su oficina con una sonrisa de oreja a oreja, trabajo muy agusto y cumplo con mis horas; luego voy a comprar unas cosas para cenar porque ya  muero de hambre.

—Ahora estaré más tiempo con mis hijos —hablo en voz alta.

llegué a casa. Al entrar veo que mis hijos están de espaldas  alrededor de la cama, no notaron mi presencia, lentamente me acerque creí que estaban haciendo una maldad, al ver a mi hijo en la cama tendido las bolsas que tenía en las manos las dejé caer y todo se dispersó.

Secretos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora