Capítulo veintiuno

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  Pasan algunos días, y a mi hija no se le olvida lo de la foto quiere una respuesta concreta así que se la doy

—La foto que viste es nada menos que... —hago una corta pausa—, tú hermano Guillermo —lo digo tranquila.
—Ohhh... ¿El que me dijiste que se quedó a vivir con mi abuelita? —pregunta con interés y se queda pensando unos segundos.
—Así es hija —se lo confirmo.
—Es una buena noticia, además me pone feliz que lo hayas visto de nuevo y ¿por qué no vino para conocernos?
—No tenía tiempo —respondo, aunque no digo la verdad para que no se sienta mal.
—A mi se me hace que no quiso venir. —El entusiasmo por saber de él se desvanece al pensar que su hermano no quiso venir.
—No digas eso, es que anda ocupado por lo de su escuela porque ya la va a terminar —le tuve que dar una explicación rápida.
—Espero que algún día venga para que nos conozca a todos, le puedo comentar a Leti sobre esto porque creo que también vió la foto.
—Claro que se lo puedes decir no es algo que quiera ocultar —le muestro una sonrisa para que vea que lo puede hacer.
—Gracias por decirme, ahora ya me quedo más tranquila ahora me tengo que ir a trabajar.
—Espera deja darte la bendición para que te vaya bien.
—Si claro.

   Que bueno que Pati lo comprendió, al poco rato llega mi hijo Alberto con un amigo lo veo raro porque se tambalea al caminar.

—¡Mamá sirvenos de comer! —se dirigen a la mesa a sentar.
—¡Queeé! ¿quién te crees que soy la sirvienta? Ya ni tu papá me exige ¡pero si hueles alcohol! —alzo la voz ensaltada. —¡Qué te pasa! yo pensando que estás trabajando pero te fuiste a beber —exclamo con enfado, necesito evaluar lo que viene ahora en adelante con mi hijo, porque sé que está haciendo mal con beber demasiado, espero que sea nada más algo pasajero y no sea constante.

—Solo fueron unas copas —perdió la cuenta de la cantidad porque cuenta con sus dedos cuántas se tomó.
—Solo unas ó fue una botella entera —enfatizó al hablar, y su amigo mejor se va al verme tal alterada.
—Crees que puedes hacer lo que tu quieras —soy dura para que vea que no permito todo.
—Pero si a mi amigo lo dejan hacer lo que quiera —lo dice despreocupado.
—Cada familia es diferente, así que solo estás haciendo lo que hagan los demás, entonces si fulanito se tira por el puente ¿te tiras tú detrás? —cuestiono para que razone.
—No, eso ni en mi vida lo haría. —Capto a pesar de no estar en sus sentidos.
—Entonces si a perenganito lo dejan hacer lo que deseé allá sus padres, pero ¡mi hijo eres tú!  ¡mientras vivas en está casa se hará lo que diga tu padre y yo! ¡está claro! —alzo la voz con autoridad.
—Si, tienes razón lo siento mucho por llegar así, es que me siento bien con beber porque así olvido mis problemas. —La forma como lo dice percibo que algo no anda bien.
—¿Como qué problemas? Dime para eso soy tu madre —le aclaro un poco más calmada.
—No tiene mucha importancia —le resta interés, pero sus gestos demuestran lo contrario.
—Como que no tiene importancia dímelo —insisto, para luego mirarlo fijamente y vea que puede confiar en mí.
—Ya ni ganas de comer tengo, mejor voy a dormir —el fastidio en su voz es evidente.
—Cuando estés en tus cinco sentidos platicamos —recalco las palabras para que entienda.
—Haber si me dan ganas —lo dice despacio para reunir sus ideas y se va a su cama, a los cinco minutos llega mi hijo Carlos.

—¡Hasta ahorita el patrón llega a casa! —arrastro considerablemente las palabras.
—Es que tenía mucho trabajo y no pude llegar —responde volteado a los lados como queriendo ocultar algo.
—Me hubieras avisado para no mortificarme ¡qué sea la última vez! —advierto.
—Esta bien, cambiando de tema dame dinero para ir al cine con mi novia —estira la mano esperando que le dé dinero.
—Queeee escuche bien, tú crees que que soy banco y ¿por qué me pides dinero? ¡por eso trabajas!
—Si, pero no me pagaron —da la razón.
—Tan siquiera pide el dinero de buena manera ¿acaso te he enseñado eso?
—No, perdón creo que me escuche muy mandón de nuevo lo siento, mejor olvidalo y haz de cuenta que no escuchaste lo que te dije —se da la vuelta para irse.
—¡Espera hijo! —accedo a dárle un poco de dinero de mi monedero.
—No, así déjalo.
—¡Te estoy diciendo que tengas! —exclamo y el dinero se lo doy en las manos.
—Esto es un préstamo te lo voy a pagar —subraya las palabras para que lo recuerde.

Cuando se va mi hijo con la muchacha me pongo a reflexionar.

  Tan solo hoy mis dos hijos me hicieron sentir estresada si ahora son así, no se que pasará con el tiempo, ¿las compañías que tienen les afectará ó será el ejemplo que les estamos dando yo y su padre? —Al momento llega Alberto mi esposo.

—¡Qué pasa! Te veo estresada, hasta estás demasiado roja como si fueras una vengala en exploción.
—Si lo estoy, no te lo puedo negar ni mucho menos ocultar es que nuestros hijos Carlos y Alberto se andan comportando mal.
—Como que se comportan mal ¿qué hicieron? —se sorprende al escuchar.
—Alberto llego con un amigo hasta las chanclas nunca lo había visto así y Carlos no llego a casa ayer y vino hoy en la tarde —le explico lo que paso.
—Esos canijos los voy a poner en su lugar porque no es justo que te hagan eso y en este momento ¿dónde están? —golpea la mesa con su puño cerrado.
—Alberto durmiendo y Carlos salió, no te enojes no es para tanto —me intimido como un ratón al verlo así.
—¡Cómo que no! —Va al cuarto le quita la cobija a su hijo Alberto—, oye ca**** ¡Por qué llegaste borracho! —alza la voz con fuerza.
—¿Que pasó papá? —pregunta asustado, mi esposo lo empieza a insultar y hasta lo golpea, mi hijo pone sus manos en su cara enterrando el rostro entre ellas como para cubrirse la cara.
—No vuelvas a llegar así, si no te va ir peor —lo señala con advertencia.
—No le pegues él
se equivoco, ¡déjalo ya por favor! —digo gritando, cuando para de pegarle mi hijo se levanta de la cama y sale de la casa alarmado.

—¡Qué hiciste! —le reclamo llorando a Alberto—, no era necesario que le pegarás si solo pudieras hablar como gente civilizada eso fuera suficiente.
—No se que me paso, me cegué por el enojo —se expresa confundido.
—Y si no regresa —respondo, porque lo ví muy temeroso.
—Calma, él regresará y respecto a Carlos tengo que hablar con él.

   Cuando nos calmamos le doy de cenar a mi esposo, pienso que yo ocasione todo ¡si tan solo no hubiera abierto la boca! Que me costaba quedarme callada, después de darle de cenar nos fuimos a sentar al sofá para ver la televisión, vemos una película de Pedro Infante muy tranquilos, mis hijas estan en su cuarto recogiendo el tiradero que hicieron después de jugar con las almohadas, en eso un ruido de afuera interrumpe ¡es el eco la risa de mi hijo Carlos! Alberto lo escucha y sale volando, voy tras de él con inquietud.

—Quiero hablar contigo dime ¿por qué no llegaste a casa? —lo cuestiona con voz ruda apretando los labios y suelta un resoplido por la nariz conteniendo sus emociones.
—Es que tenía mucho trabajo —se excusa, mientras habla tiembla su voz.
—En serio o quizás me parece que te quedaste con la novia —dice mientras le lanza una dura mirada para que diga la verdad.
—No como crees yo la respeto —se pone rojo como Jitomate.
—Si estas viviendo aquí tienes que respetar las reglas esta casa, no es un hotel donde puedes llegar y luego no ¡entiendes! —enfatiza las palabras enojado.
—Si ya no volverá a pasar —le atacan los nervios horriblemente.
—Eso espero porque si llegas a desobedecer tendré que tomar medidas y te puede ir como tu hermano Alberto. —Se mete a la casa furioso mi esposo.

—¿Mamá que le paso a mi hermano? —pregunta preocupado.
—Lo golpeó tu padre porque llego borracho, te daré un consejo obedece siempre —fijo mi mirada en él como de advertencia.
—Si lo haré —asegura convencido, sabe que puede pisar terreno peligroso.

  Me quede en la puerta esperando a mi hijo Alberto, ya pasan más de la media noche y no llega me tiene con el Jesús en la boca.

—Estará bebiendo ó estará durmiendo en las calles —ideo en mi mente conjeturas, en eso mi hija Lupita viene hacia mí.

—Ya es tarde mejor vámonos a dormir mi hermano regresará no te preocupes —jala de mi mano para entrar.
—Eso espero, vámonos a dormir ya mañana será otro día.

El largo y difícil día termina, pero aún dormida espero con ansiedad y preocupación a Alberto.

Secretos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora