Capítulo uno

180 28 44
                                    

   Mi historia no es un cuento de hadas es algo que deben saber desde el principio; muchas personas dicen que soy ingenua pero eso cambió al paso de los años. A veces la vida no sale como esperamos, yo creo que sí fuera una película mi historia sería batallas llenas de giros inesperados.

  Me llamo Juana Susana Sánchez Pérez, nací en 1930 nunca me imagine llegar a la vejez, ya han pasado muchos pero muchos años. Al pararme y verme en el espejo me doy cuenta que ya no soy la misma físicamente porque mi mirada penetrante color café ha disminuido, las cicatrices propias de la edad están acentuadas en mi rostro, mi pelo castaño como la nuez ahora es blanco como la nieve y mis manos lisas ahora tienen pecas, arrugas y tiemblan por el duro trabajo, ahora las heridas de la vida quedan abiertas. Sin más preámbulo esta es mi historia:

Año 1943....

  Estoy rodeada de una familia que me da amor y cariño, como soy la hermana mayor tengo que poner el ejemplo en todo a mis dos hermanos Yolanda y Anselmo. La mayor parte del tiempo nos ponemos a jugar con nuestros juguetes de madera, es nuestro mundo mágico que solo nosotros podíamos entrar; cuando papá venía de trabajar mis hermanos y yo corríamos hacia él y lo abrazábamos con mucha fuerza como si no lo hubiéramos visto en años, y en voz alta decía papá a Yolanda y a mí que éramos sus princesas y a Anselmo que su príncipe, posteriormente jugábamos un rato con él, e imaginábamos que estábamos en una aventura dónde papá tenía que salvarnos del malvado dragón ¡Es como si viviéramos en un bonito cuento! ¡Y no quería que terminara! Hasta que mamá interrumpía diciendo, que como era la reina ordenaba qué fueramos a comer un exquisito banquete. Me agrado que nos siguiera el juego, se expresó con mucho entusiasmo como si estuviera actuando en nuestro cuento. Y todos juntos nos sentamos alrededor de la mesa, estuvimos conversamos muy amenamente; francamente es un momento en familia muy agradable.

  Con el tiempo. Mamá empieza a enseñarme como se hace de comer y que condimentos usar en cada platillo, por supuesto me fascina escucharla explicandome paso a paso, es todo un arte y deleite verla como cocina. Así que cuando cumplo trece años mi madre me da una noticia.

—Susana el día de hoy vas hacer un platillo, el que tú quieras, de esta manera me daré cuenta si aprendiste en todo este tiempo —lo dice de forma golpeada, supongo que quiere ponerme a prueba.

—Gracias por dejarme cocinar, ¡verás que he sido una gran alumna! —respondo muy segura.

A decir verdad, por dentro estoy muy nerviosa porque ahora es el momento de poner en práctica todo lo aprendido, pienso por un momento ¡que es lo que voy a preparar! Estoy indecisa si va hacer sopa o guisado, por lo mientras que decido agarro una cacerola, saco la comida del refrigerador solo mis ojos van de un lado a otro como si quisiera estar segura de que no faltará nada.

—Antes que empieces, te pondré este babero de cocina que compre ya que toda mujer debe usarlo, y si las mujeres no lo usan ¡no son verdaderas mujeres! —enfatiza transmitiendo lo que piensa. Tenerlo puesto hace que sienta seguridad porque me lo está dando con cariño.

En ese momento supe que siempre lo usaría. Empiezo a preparar mi platillo con movimientos firmes, decido  hacer un rico espagueti con crema y queso que se derrite, de reojo veo que mamá está atenta con sus ojos grandes y oscuros. Al cabo de treinta y cinco minutos termino, y procedo a servir en un plato pequeño, para luego ponerlo en la mesa, mamá con la mano derecha toma el tenedor y agarra una porción considerable, sopla un poco para asegurarse que no esté caliente, da el primer bocado; espero con ansiedad que diga si quedo bien, sin embargo no dice ni una sola palabra, ni gestos hace para ver si no le gusta pero por lo que puedo observar sigue comiendo, eso a mí me dice que le gustó aunque no me lo diga. Ahora yo me sirvo en un plato y el sabor es muy rico, me sorprendí porque no puedo creer que yo lo hice con mis manos. Desde ese día en adelante era la que le ayudaba hacer de comer a mi madre.

Secretos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora