Capítulo diecinueve

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  Cada día lucho con mis prejuicios no es nada fácil para mí; es temprano por la mañana llega el esperado otoño el clima está fresco, en casa recibimos la visita de las hijas de mi esposo, en verdad da gusto verlas de nuevo, lo cierto es que ya han pasado varios años ahora son todas unas señoritas, les doy la bienvenida dándoles un gran abrazo aunque la mayor no quiso porque se fue directo a sentarse pienso que a ella le sigue costando que sea su madrastra, pero mencionaron que vendrán más seguido debido a que murió su abuelita, por una parte al venir ellas podré convivir y conocerlas más, pero por otra parte mis hijos no sé si sé sintientan incómodos o les de celos, ese día cuando se sientan en la sala las hijas de mi esposo veo que mi hija Leti desde una orilla se les queda viendo con una mirada penetrante.

—¿Mamá quienes son ellas? —pregunta con curiosidad.
—Son tus hermanas las hijas de tu papá —respondo.
—Ohhh... No las reconocí ha pasado tanto tiempo sin verlas. —Va a  saludarlas dándoles un beso en la mejilla. De inmediato llegan mis otros hijos y también las saludan, de lejos puedo ver una escena bastante hermosa, pasamos un largo tiempo conversando y también vimos una película, al anochecer Alberto las fue a dejar a su casa mientras yo empiezo a limpiar y a lavar los trastes, al los cinco segundos mi hija Leti poco a poco se acerca.

—Mamá se que son mis medias hermanas y que las debo de querer y la verdad me agradaron casi todas —enfatiza las últimas palabras mostrando una sonrisa chueca.
—¿Qué quieres decir con casi todas? —pregunto para indagar que es lo que pasa.
—Ehh... bueno no se, si decírtelo porque se lo puedes decir a mi papá —se rehúsa, se queda callada unos segundos.

—Te prometo que no le voy a decir —menciono, por el tono de su voz me doy cuenta que algo pasa.
—Es que Concha la mayor es presumida y a mis hermanos y a mí nos mira de abajo hacia arriba es como si estuviera escaneandonos como foto copias, inclusive ví que no se despidió de tí, así que no me agrada para nada —da la razón muy enojada y con una creciente inconformidad que hace que cruce los brazos, creí que no se iba a dar cuenta.
—Mira hija se que no te debo obligar a que la quieras pero trata de ver lo bueno en ella, —decido decirle eso para que no sienta rencor.
—Lo voy a tratar de hacer —admite para así no tener problemas.

  Cada fin de semana ellas vienen y observo que se llevan todos bien, eso me alegra. Ese día por la tarde llega de imprevisto mi hija Lourdes, al vernos a todos reunidos voltea a verme un poco tímida.

—Creo que llegue en el momento menos indicado mejor me voy —alza la voz con acentuación, de forma que como vino se sale  apresuradamente voy atrás de ella.
—¡Hija, espera un momento! —grito fuerte para que se acerque, se detiene y voy hacia ella—, ellas son las hijas de mi esposo Alberto pasa, te las presento —doy un tono agradable para que acceda.
—No quiero mejor otro día, es que vine porque quiero decirte algo importante —hace una pequeña pausa.
—Cuéntame —estoy deseosa de escuchar.
—Vayamos a otro lado y te cuento —menciona, siento que quiere privacidad para lo que me va a decir.
—Esta bien espérame voy a entrar a la casa para dejar este plato que lo traje al venir tras de tí.
—Esta bien. —Al salir vamos a un pequeñaca cafetería, nos sentamos y pido dos cafés
—Ahora dime soy toda oídos, —atenta espero lo que va a decir.
—Es que me siento triste y frustrada y a la vez alegre —hace distintos gestos pero no logro percibir que quiere decir.
—Es normal que tengas esos cambios de humor imagínate si no tuvieras sentimientos serías como un robot.
—Hay mamá, hasta me hiciste reír con ese comentario, lo que quiero decirte es que me haces falta en estos momentos porque ¡voy a casarme en un mes! —explica con una sonrisa y con un tono de voz alegre.
Mi rostro delata lo mucho que me sorprenden sus palabras.
—¡Te felicito hija! —la abrazo con fuerza, su felicidad en cada palabra logra que yo dejé de ser consciente de absolutamente todo a nuestro alrededor y añado—. Yo voy a estar contigo en ese día tan especial —le agarro su mano para que tenga confianza en lo que digo.
—¿Me lo prometes? —me mira como si hubiera dicho justo lo que necesitaba escuchar.
—Si hija, soy tu madre y debo estar el día más importante de tu vida te parece si vamos a comprar tu vestido de novia en estos días.
—Ayer compre el vestido como estaba de oferta aproveche a comprarlo ¡es hermoso! —la emoción ilumina su rostro.
—Hija quiero conocer al afortunado que va hacer tu esposo —la miro con cariño.
—Tienes razón, que te parece si voy el próximo domingo con él a tu casa.
—Claro que sí. —El sol ya no brilla en el cielo las luces que alumbra las calles exigen que nos vayamos a casa cada quien.

Secretos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora