Ya han pasado dos meses desde que se caso Lourdes y no ha venido a visitarme.
—¡Y si ese muchacho la secuestro! ¡y si él aparento ser manso como un corderito pero en realidad es cruel como un lobo! —vienen a mi mente muchas inquietudes, me estremesco de solo imaginarlo mejor salgo; es de noche y voy a la azotea alzó la vista y veo la hermosa luna que me sonríe y alumbra, cierro mis ojos respiro hondo eso calma mis angustias.—Es mejor esperar, bien dice el refrán las malas noticias tienen alas y las buenas andan a penas.
Al siguiente día salgo a barrer la banqueta de la calle porque hay bastantes hojas secas, le echo agua para que el polvo no se levante y con el recogedor las hojas las hecho a una bolsas de plástico para que se las lleve el carro de la basura; de la nada volteo y visualizo dos personas que vienen hacia mí pero no distingo quienes son, hasta cuando se acercan más veo que es mi hija Lourdes y un muchacho quién no lo conozco.—Hola hija que bueno que vienes he estado pensando mucho en tí —afirmo con sinceridad.
—Yo también mamá —expresa muy simple.
—Y tu esposo ¿dónde está? —pregunto preocupada porque que tal si se divorció y está saliendo con este otro muchacho.
—En casa —expresa sin preocupación.
—Y este joven ¿quién es? —also un poco la voz y lo miro muy fijamente.
—No lo reconoces mamá —recalca las palabras como diciendo que si lo conozco.
—¡No! —meneo la cabeza negando, cree que soy adivina o qué.
—Míralo bien —me acerco a él para mirarlo cuidadosamente, enseguida lloro de emoción ya que es mi hijo Guillermo mi rostro delata lo contenta que estoy, ¡que regalo tan hermoso me ha traído mi hija! Ese día es el momento más intenso, bello y feliz aunque a decir verdad no veo la felicidad en mi hijo ya que cuando lo abrazo con fuerza y amor, él no me devuelve el abrazo ni siquiera dice algo, se porta frío conmigo como queriendo poner una barrera pero no me importa lo tengo abrazando no lo suelto porque ya han pasado muchos años de no verlo, en instante un aire llegó lo que provocó que a mis fosas nasales llegará el impacto del dulce aroma de su cabello, me hace quedar quieta recordando que ese shampoo yo sé lo compraba para bañarlo de pequeño todavía lo sigue usando.—Hijo mío estas muy guapo te pareces a tu padre y por supuesto a mí también —lo digo muy convencida.
—Es lo que me a dicho mi abuela o mejor dicho mi madre que me crió —responde rápido, pero puedo persibir en su habla que está molesto.No le dije nada en ese instante, hago como que no escuche aunque honestamente me destrozo el corazón sus palabras.
—Entren a la casa —les ofrezco pasar.
—No, vamos a otro lugar para pasar tiempo juntos —menciona Lourdes.
—Tienes razón hija, voy a guardar la escoba,
y a cambiarme de ropa. —Salgo y los llevo hacia la Alameda Central, es un parque público del Centro Histórico de la Ciudad de México me trae muchos recuerdos por eso los voy a llevar ahí, tomamos un bus en la parada como había gente nos dispersamos un poco uno de los otros y ya no pudimos conversar, después de un rato tocó el timbre y nos bajamos nos dejó enfrente del lugar, para mi sorpresa está igual de cuando fui con mis hermanos.—¿Nos trajiste aquí? —lo dice en forma sarcástica, su expresión perdió toda emoción, creo que no le gusto donde lo traje mejor pensaba que lo llevaría a otro lugar, su hermana Lourdes le hizo gestos con los ojos como diciendo que no hablara de más para que no me ofendiera.
—Es un lugar lindo vamos y caminemos —recalco, en mi se asoma una sonrisa agradable, y olvido lo que dijo mi hijo hace un momento; como veo un puesto de nieves les compro las que les gusta y la disfrutamos sentados en unas bancas, y a unos cinco metros está el organillero con ése pesado instrumento que carga con su monopié, que puede llegar a pesar hasta 50 kg.
Da vuelta al manubrio del organillo, y así hacer sonar el instrumento musical meneo mi cabeza al ritmo de la música, mis queridos hijos están conmigo igual como los tenía de pequeños estoy muy feliz. Caminamos para pasear entre los espacios con césped que están tan limpios como de costumbre adornado con algunas de las hojas que han caído de los árboles durante el día, es agradable el clima y hay menos personas de lo que me imaginaba. Ya de un buen rato ahí, posteriormente los llevo al estudio fotográfico porque quiero una foto de mis hijos.
—¿Por qué quieres que nos tomemos fotos mamá? — cuestiona Lourdes con el ceño enmarcado.
—Solo quiero tener una foto de ustedes mis queridos hijos —mi voz es cariñosa, por lo entusiasmada que estoy a su lado.
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Secretos del alma
Teen FictionSusana es una niña que no disfruto de su infancia como muchos niños ya que trabajaba haciendo limpieza en casas con tan solo 15 años para mantener a sus dos hermanos menores ya que sus padres siempre se concentraban en sus problemas, nunca imaginó q...