Capítulo cuarenta y uno

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   Llego el día, es el cumpleaños de mi hijo Javier. Me levanto temprano para ir al segundo mercado más grande de México, ahí voy comprar todo para el mole y otras cosas ya que el mercado que tengo a dos cuadras de aquí es más caro, así me ahorraré unos sentavos; antes desayuno mi cafecito con una gordita de piloncillo, al acabar ese pequeño desayuno voy por mis bolsas de mandado y salgo. Me sorprende ver desprendidas del árbol demasiadas jacarandas moradas en el piso porque ayer llovió muy fuerte, camino sobre ellas y puedo sentir sobre la zuela de mi zapato como truenan parece el sonido cuando hago palomitas de maíz en la olla, cuando llego a la esquina espero a que pase el camión asomo un poco la cabeza y me doy cuenta que hay viene, de inmediato hago la señal para que se detenga y subo ese par de escalones agarrándome fuerte por la pequeña baranda, luego le pago al chofer y busco un lugar con mi vista pero todos están ocupados así que me agarró muy fuerte de los tubos para no caer. El camión va rápido parece que anda en carretera. Después de unos segundos un hombre amable me da su lugar para sentarme, le agradezco el gesto. En el trayecto saco la lista de mi monedero y me aseguro que nada se me haya olvidado por apuntar y como ya les había comentado que va rápido el camión estoy de un lado a otro como mesiendome. Al observar mi lista note que me faltó apuntar el ajonjolí entonces lo escribo, en ese tiempo aparto la mirada de la lista y miro por la ventanilla que ya falta muy poco para que llege, me levanto del asiento pidiendo permiso para que me abran el paso y así tocar el botón para bajar. Lo aprieto y se sigue de filo mejor gritó.

—¡Bajan! Qué no escucha.
—Disculpe señora —resuena su voz de tal manera que mis oídos captaron lo que dijo y me bajo.

—Ahora tendré que caminar dos cuadras —resopló de lo molesta. Mientras tanto en el trayecto veo puestos de ropa, juguetes, comida y como me llega a mis fosas nasales un olor tan rico me detengo en un puesto de comida, pido un tlacoyo con nopales y salsa verde, en un dos postres me lo dan son muy rápidos en atender. Tan pronto como doy la primera mordida disfruto mucho el sabor ¡hace mucho que no lo comía! Pero como se me está atorando le digo al joven que me dé un jugo de naranja, velozmente me lo da y lo bebo, ahí me acorde cuando mi madre dijo un día que cuando se atora la comida es porque alguien tiene hambre y ese dicho se hizo hecho. Un niño con ropa sucia y rota quiere que le de unos centavos para comprarse algo de comer, no le doy dinero para que no lo malgaste mejor le pido dos quesadillas y un refresco. Lo veo comer con tanto gusto que unas lágrimas ruedan en mi rostro, me doy cuenta los ciertas que son las palabras de la biblia que dice "hay más felicidad en dar que en recibir". Cuando termino pido otro tlacoyo y como dice la frase “no dejes para mañana lo que puedes comer hoy". Ya que terminé le pago a la muchacha y el niño me agradece y se va feliz; ahora sí voy a lo que vine, recorro varios pasillos el lugar luce abarrotado de puestos por supuesto prestó atención a los precios y son muy accesibles por eso principalmente me interesó venir. Me detengo en algunos puestos compró jitomate, cebolla, ajos, pero como está mojado el piso camino despacio enseguida voy a la pollería pido dos kilos de pierna y muslo el señor me lo da y pago, ahora nada más me falta el mole preparado no lo quería hacer para ahorrarme tiempo porque mi hijo vendría pronto, me encamino hacia el puesto del mole pero algo me distrajo por un momento y esa distracción hizo que no prestará atención donde iba caminando y pronto en ese maldito piso con agua resbalé cayendo de boca y con una pierna abierta, en consecuencia todo el mandado se desborda por todas partes de inmediato las personas se acercan a mí para auxiliarme, tratan de levantarme pero me duele demasiado mi pierna y no soportaría estar de pie mejor no me mueven y una de las personas llama a la  ambulancia, solo me dijo que no tardarían. Las pulsaciones de dolor aumentan en la pierna, por dentro siento mucho coraje por no ser cuidadosa por donde camino; las personas tratan de tranquilizarme pero no surte efecto y mis lágrimas salen una tras otra sin parar, el dolor sigue incrementando. Cuando suena la sirena me da a saber que ya vienen por mí, no se cuanto tiempo pasó pero desde luego se me hizo eterno; los paramédicos me levantan hacia una camilla y de reojo veo en el suelo todo lo que compré, tengo tanta tristeza porque junte ese dinerito con sacrificio para la comida de mi hijo y todo se fue a la basura. Poco a poco me suben a la ambulancia y grito con mucho dolor, en la situación que me encuentro en realidad es más fuerte que un parto, en breve el paramédico inyecta un medicamento por intravenosa y no tarda en surtir efecto.

Secretos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora