Capítulo diecisiete

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  Regresamos a casa, en mí se desprende mucha más energía, además se renueva mi mente mucho más positiva.

  Empieza la semana. Frente al  espejo del baño observo toda mi piel oscura, de ser blanca ahora estoy tostadita, verme así me da risa, creo que cuando ponga el puesto en la noche para trabajar las personas me verán raro; y ¡así paso! Las personas que compran me miran con curiosidad sin embargo no presto atención y sigo atendiendo. No dura mucho el color bronceado porque al pasar los días, mi piel se  descarapela. Luego de unos dias por fin vuelvo a mi color natural.

    Un día llega de la escuela mi hija Lupita, se sienta a mi lado y mira como estoy cociendo el calcetín de su papá que ha roto, acto seguido me hace una pregunta que no tiene nada que ver con una aguja y un hilo.

—¡Mamá! ¿de dónde vienen los bebés? —está atenta a lo que le voy a decir.

  No sé cómo explicarle la verdad sobre la concepción, me incómoda su pregunta, no obstante como espera una respuesta decido contarle el cuento de la cigüeña a mi modo.

Había una vez... en un lugar lejano una multitud de cigüeñas, ellas se encargan de llevar a los bebés en un lazo de tela pendiendo de su pico volando a las casas de quien quiere tener hijos, viajan a largas... a largas distancias, ya sea con frío tremendos, tormentas, calores sofocantes y nevadas. Pese a estos climas que varían, llevan al precioso niño o niña a los brazos de su mamá, luego la cigüeña se va a cumplir con otros viajes donde madres y padres esperan la deseada llegada de sus bebés.  Y así llegaste tú y tus demás hermanos.

—En verdad mamá no sabía eso, y ¿por qué nunca he visto a una cigüeña que deje a un bebé? —se pone a pensar unos segundos.

Es muy inteligente mi pequeña, para su edad.

—Ni lo verás hermana, porque es puro cuento —interviene en la conversación mi hijo Alberto porque escucho lo que le conté.

—¿Mamá mentiste? —su rostro de Lupita se pinta del color del enojo, se rompe de cuajo todo lo que le había dicho a mi pequeña.

—Si hija... es que me da pena hablar estos temas, no se como explicarlo es mejor que te enseñen en la escuela —le expongo lo que pienso, se que está mal que no le expliqué a mi hija, porque una madre debe responder sus dudas antes de que alguien se adelante, es importante hacerlo para que pueda estar calmada mi hija ante cualquier pregunta, pero yo soy una rotunda tonta, no sirvo para dar explicaciones.

  Para no decir más voy a la cocina, de inmediato llega Leti del trabajo, abre la puerta de baño con brusquedad y entra, se tarda un poco. Cuando sale se toca la parte baja del estómago.

—¿Te duele algo? —le pregunto porque veo en su cara gestos torcidos.

—Si... me duele el vientre bajo por los cólicos y la espalda —lo dice sin levantar la mirada.

—Ahora te hago un té de orégano, esto aliviará tu dolor.

—Espera mami te quiero preguntar algo.

—Dime, te escucho.

—¿Por qué como mujer tenemos que tener nuestro período menstrual?

—Creo que es parte de ser mujer —hago expresiones con la manos como diciendo es lo más lógico.

—Y ¿por qué duele? —Asi como cuestiona pronto tiene un fuerte dolor en la parte baja, su rostro se retuerce con diferentes gestos.

—No sé como explicarlo, mi madre tampoco me lo explicó, aunque hace tiempo me dijo una doctora la explicación pero ya no recuerdo bien lo que mencionaba, que te parece si luego vamos con una doctora, ella te explicará a detalle para estar más informadas.

Secretos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora