No dejo de pensar en lo que mi hijo vivió en ese psiquiátrico ¡cómo pude llevarlo a ese lugar! —exclamo con gran arrepentimiento. Mi hijo al paso de los días casi no me dirige la palabra, y cuando tengo la oportunidad de hablar con él cambia deliberadamente el tema y si hablamos es un acto puramente mecánico como: tengo que labar el patio, los trastes ó voy a salir. Sin embargo no me gusta que estemos distantes, pero una cosa es cierta me da felicidad ver que esté mi hijo contento en casa.
Pasan los días, y mi hijo Alberto consigue un trabajo, le ruego a Dios que no vuelva al vicio y que rechace toda invitación, por eso fumo constantemente al día por lo que pueda pasar eso calma mi anciedad. Sucede que cuando llega en la tarde del trabajo mi hijo se ve sobreo eso relaja mi temor; pasa una semana sigue en sus sentidos, una vez que llega su día de pago mi hijo muy gustoso compra despensa para todos, puedo observar como saca de las bolsas las cosas y empieza acomodarlas en su lugar, de un momento a otro la bolsa de arroz tiene un agujero y algunos granos caen al piso.—Hijo yo lo limpio, sigue acomodando —digo muy gustosa, quiero hacer algo por él.
—Mamá quiero aprovechar que no hay nadie para hablar contigo, ¿sabes? Cuanto estaba en el psiquiátrico prometí que no te dirigiría la palabra pero reflexione que tú lo hiciste por mí bien, porque sí que me pase de listo al beber del diario y aparte chocar el auto, en verdad estoy avergonzado porque tú y papá pagaron con su poco dinero para sacarme de los separos, por eso mamá ¡ya no te preocupes por mí! Porque de ahora en adelante no beberé nada de alcohol, incluso ayer un compañero de trabajo me invito y sabes lo rechace inmediato —confiesa con convicción, se ve su fuerza de voluntad.
—Me alegra escucharlo —respondo, ya deseaba que este momento llegara.
—Tú eres mi madre y no quiero estar enojado contigo, ¿me perdonas? —me pregunta mirándome a los ojos con ternura.
—Claro que sí, tú también perdóname —le mencionó y así mutuamente nos abrazamos.
—Hijo siéntate en la mesa para que te sirva de comer. —Se va a sentar.
En efecto, pienso que su vida anterior término ahora será un nuevo chico; le llevo el plato y disfruta su comida mientras yo barro el poco arroz que se disperso en el piso para tirarlo. Al instante escucho que tocan el zaguán.
—¿Quién podrá ser? —me pregunto.
—Mamá yo abro —menciona Alberto.
—No, yo lo hago tú termina tu último bocado —respondo, lo tomo del hombro para que se siente, abro la puerta y es una señora de apariencia joven.—Usted es la señora Susana.
—Si dígame —respondo enseguida.
—Es que un joven llamado Guillermo me dió está dirrección, y bueno mi visita es para comentarle que su mamá está muy enferma —expresa la noticia repentinamente.
—¡Qué! —exclamo, me sorprende lo que está diciendo—. ¿Mi hijo está con ella?
—No, él esta trabajando fueras de la ciudad —responde.
—¿Dónde está su esposo ó mi hermana Yolanda? —cuestiono porque debe haber alguien.
—Su esposo murió hace unos meses atrás, su hermana se fue porque se casó y tuvo dos hijos varones sin embargo no la he localizado, y yo soy quien la ha estado cuidando desde que murió su esposo, pero como ya no puedo cuidarla decidí buscar algún familiar y fue conciencia que me encontrará con Guillermo antes de que se fuera y gracias a ese día me otorgó su dirección.
—Que bueno que me avisa iré a verla hoy —digo sin dudarlo.
—La estaré esperando. —Se va la señora.
Me preocupo por la salud de mi madre, de pensar que era una mujer fuerte y ahora esté pasando por esto, pero así es la vida, mis lágrimas amenazan por salir pero en mi interior niego que salgan, entro a casa por las llaves para irme.—Mamá, ¿quién era?
—Una señora pero te cuento más cuando regrese. —Salgo y camino para tomar un taxi, lo abordo y le digo la dirección, ya casi llegábamos a su cas. En breve se para el taxi y chófer dice—. La tendré que dejar aquí porque están arreglando el pavimento y hay señales de no pasar —menciona, claramente no hay opción.
—Esta bien yo camino —respondo, le doy sus centavos y bajo del taxi. Me voy caminando por la orilla de la banqueta, de inmediato mi atención la dirijo en unas diminutas florecitas de color naranja asomadas cómo buscando el sol, me parece lindo verlas y sigo mi trayecto.
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Secretos del alma
Genç KurguSusana es una niña que no disfruto de su infancia como muchos niños ya que trabajaba haciendo limpieza en casas con tan solo 15 años para mantener a sus dos hermanos menores ya que sus padres siempre se concentraban en sus problemas, nunca imaginó q...