Capítulo veintiseis

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   Es de noche, estoy en mi cama viendo las noticias; un hombre trajeado las presenta él se llama Jacobo Zabludovsky, su buen profesionalismo detallado hace que me detenga a ver atenta las noticias, después de un buen rato empiezo a cabecear.

—¡Susana! ¡Susana! —grita mi mamá, me levanto enseguida para ver qué necesita.

—¿Te duele algo? —le pregunto preocupada.
—La espalda me duele creo que es por estar mucho en la cama —habla con voz ronca.
—Ahorita te sobó con aceite de alcanfor.
   Le masajeo su espalda sin lastimarla, siente gran calma porque empieza aflojar su cuerpo poco a poco y luego procedo a acostarla, la tapo bien con una cobija de algodón, doy unos pasos atrás y empiezo a observar lo bonita que es, aunque no fue una madre ejemplar aún así no le abrigo rencor sea como sea ella es mi madre y la quiero así, como ya duerme me acerco para darle un beso en la mejilla y me retiro para yo dormir.

   Muy temprano del día siguiente, decido bañar a mi madre con esponja suena sencillo decirlo pero no lo es, ya que hace tiempo estuve con una vecina y ayude a bañar a su mamá esto me sirvió, ahora bañaré a mi madre, la aseo en la cama realizándolo por zonas primero: el cuello, tronco, brazos, axilas, piernas, espalda, pies, genitales al acabar cada parte le pongo su camisón de algodón, le cepillo los dientes, peino su pelo delgado y blanco como la nieve, y la dejo sentada en la silla de ruedas, su aseo me lleva bastante tiempo porque no tengo la ayuda de alguien ya que mis hijos van a trabajar y a la escuela; al finalizar quedo cansada aún así tengo que preparar el desayuno para mi mamá y también la comida, saco del refrigerador: zanahoria, calabaza, papá, chayote, cilantro, un ramito de yerbabuena y pollo, voy hacer un caldo de pollo con verduras, cortó la verdura y la pongo junto al pollo en una olla exprés grande, mis ojos van de un lado a otro de la cocina para pensar que le daré a mi mamá, se me ocurre darle fruta picada, y huevos a la mexicana ya listo voy a darle el desayuno.

—¿Por qué tardaste? Ya tengo hambre —ordena mi madre, le dejo en sus piernas la bandeja con su desayuno.
—No tengo fuerzas en mi mano dame tú —con voz fuerte manda.
—Claro que sí —respondo amablemente, le doy poco a poco su alimento. Al terminar solo se me queda viendo, y de su boca no escucho ni un "gracias" su corazón se transforma en una roca, siento que ella en el fondo tiene resentimiento hacía mí.

—Hola abuelita —saluda mi hija Lupita al entrar porque viene de la escuela, mientras tanto la dejo con ella para que platiquen y se conozcan, no paso tanto tiempo y de pronto escucho que grita mi madre.

—¡Susana! Tú hija me está pegando! —Corro para ver qué pasa.
—¡Lupita que hiciste! —exclamo mirandola a los ojos sin entender lo que sucede.
—Nada mamá, está exagerando mi abuelita es que como está muy arrugadita su cara, me dieron ganas de darle muchos besos y de pronto grito, creo que le hace falta amor —comenta mi hija lo que pasó, pienso que tiene razón.
—Dices puras tonterías niña por favor llévatela de aquí —hace gestos de desprecio, se entiende porque es una persona mayor.
—Hay abuelita solo digo la verdad, luego vengo para darte más besitos —rie alegre mi hija y se va.
—No, no quiero que ya vengas —advierte enojada.
—Mamá solo te está mostrando su cariño mi hija —digo para que se calme, aunque sé que siempre a sido inquieta mi hija eso le ha valido más de un regaño cariñoso de parte mía y de su padre.
—Pero no me gusta recibir besos siento que me ahogo —responde y hace gestos actuando.
—Lo único que te puedo decir es que disfrutes a cada uno de tus nietos, al rato vengo, te dejo la televisión encendida.
—No, apagala mejor y subeme a la cama quiero dormir.
—Eso no va hacer posible porque te van a salir llagas ¿quiéres eso?
—No —responde haciendo pucheros. Mi madre ya actua como una niña pequeña tengo que adaptarme a su actitud, me dirijo a la cocina haber si ya está el guisado.

—¡Ya llegue Susanita! —anuncia Alberto desde la puerta de entrada.
—¡Sí ya escuché! ¡si quieres ven para la cocina!
—¡Qué bien huele! —olfatea y se saborea como si ya estuviera comiendo.
—Ya casi está listo, solo le falta un poco de sal ¿te dejaron salir temprano? —le pregunto mientras meneo con una cuchara grande el caldo.
—Sí —responde, sus ojos no dejan de verme es como si quisiera preguntar o confesar algo.
—¿Quieres decirme algo? Te conozco bien dime.
—¿Cómo te sientes con tu mamá aquí? —pregunta sin rodeos.
—Siendo sincera me siento extraña con su presencia, ya que hace mucho tiempo no la veo, tú sabes por lo que pase desde niña con ella aún así la quiero porque es la que me dió la vida.
—Y tú dime ¿cómo te sientes? —le devuelvo la pregunta. 
—A decir verdad, pienso que tan solo un día que ha estado tú mamá siento que no me pones atención a mí, ni a tus hijos, ya que todo tu cuidado se lo das a tu mamá.
—Que bueno que lo dices para que así pueda hacer un horario, pero también voy a pedir la ayuda de nuestros hijos quieran o no es su abuela.
—Eso sí —me da la razón.
—Sentémonos a comer porque ya está lo que preparé, ire a servir. —Tranquilos los dos comemos, mientras Alberto me mira con ternura.

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