Lo pensé toda la noche, y mi desición fue meterlo en un lugar donde lo ayuden porque no está nada bien que cada vez que se enfade se vaya a emborrachar. A primera hora de la mañana me levanto sin hacer ruido no quiero que mi esposo se despierte voy con mi hijo.
—Alberto levántate es hora de irnos —sobre la cobija repiqueteo su espalda constantemente para que se despierte.
—¿A dónde vamos? Todavía tengo sueño déjame unos diez minutos —responde susurrando, no quiere hacer caso.
—Vístete es una orden —advierto con mis ojos, es esa la señal de advertencia.
—Hay voy pero no te enojes.
De inmediato se viste y salimos, hago la señal para que un taxi se pare, subimos y después veinte minutos llegamos a ese lugar.—Ya llegamos —anuncio mientras cierro la puerta del taxi.
—¡Qué es este lugar mamá!—exclama con miedo.
—Vamos con ese señor —lo señaló mientras caminamos.
—No, hasta que me digas que es este lugar —se resiste, pero lo agarro de la mano y seguimos caminando.
—Aquí es dónde te van ayudar para que ya no bebas —le revelo mi desición, y llegamos justo a la entrada.
—No quiero ¡te prometo que nunca beberé ni una gota de alcohol! —se arrodilla suplicándome.
—Entra por favor hazlo ¡por mi, tu padre y hermanos! Es por tu bien hijo ya no quiero estar detrás de tí y además preocuparme —expreso con sentimiento, mis ojos se cristalizan estoy apunto de llorar.
—Esta bien entraré —dice con voz temblorosa.Lo veo entrar por su propia cuenta y me pongo a llorar cada vez que se aleja, el corazón se me encoje y oprime pero sé que es lo mejor para él. Cuando llego a casa me siento en la mesa, en breve lloro desconsolada al verme así mi esposo se acerca.
—¿Qué tienes? —pregunta intranquilo.
—Hice algo sin tu permiso y me duele demasiado —lo digo mientras las lágrimas siguen saliendo de mis ojos.
—¡Dime qué hiciste! —saca los ojos con inquietud.
—Lleve a nuestro hijo a un lugar de rehabilitación para que deje de beber —agacho la cabeza, no tengo cara para decírselo de frente.
—Me hubieras avisado cariño yo te abría acompañado —toma mi cara con sus manos para que lo vea directamente.
—Si, lo sé solo quería que nuestro hijo no sospechara aunque al final tuve que decirle el lugar donde se iba a quedar.
—¿Cómo reaccionó él? —pregunta cabizbajo.
—Pues mal ya ni quiero recordarlo —siento como el sentimiento me agobiada.
—¿Cuánto tiempo se va a quedar ahí?
—Hable con el director unos días antes y me dijo que el tratamiento dura apróximadamente seis meses —respondo, la tristeza me invade por no tenerlo en la casa no sé cómo pudo acabar así.
—Es mucho tiempo pero con tal que esté bien nuestro hijo es lo que importa —me toma de las manos dándome fuerzas para aguantar. En los siguientes días mis hijos no ven a su hermano por lo que decide preguntarme Carlos.—¿Dónde está mi hermano que no lo he visto? —cuestiona con los brazos cruzados, está inquieto por saber.
—Esta trabajando lejos —le doy una respuesta falsa, no sé si me va a creer porque no estoy convencida con lo que digo.
—Eso no es verdad, porque como a cada rato bebé nadie lo contrata y sí lo contratan a los pocos días lo despiden, dime por favor la verdad yo ya no soy un niño —exige una explicación porque no cuadra lo que digo.
—Esta bien te voy a decir, él esta en un lugar donde lo van ayudar con el vicio del alcohol —le digo lo que debe saber.
—Queee.. —los ojos de Carlos muestran asombro y añade—. Espero que ayuden a mi carnalito porque ya no lo quiero ver en las calles ebrio y si mis otros hermanos me preguntan que les voy a decir.
—La verdad —respondo, ya no quiero más mentiras.Un mes pasa, y ya echo de menos a mi hijo no lo puedo ver hasta este fin de semana que son las visitas, preparo la comida que más le gusta hasta le hago un rico postre estoy contenta de su progreso también extraño ver su cara, sentir sus manos, escuchar su voz; ya todo listo salgo de casa y un señor me detiene el paso a afuera. —¿Usted vive aquí?
—Si, ¿por qué? —respondo de inmediato.
—Estoy buscando a la señora Susana —ve en su libreta el nombre.
—Si soy yo dígame —digo con seguridad.
—Me mando el director Bernardo a decirle... Qué su hijo Alberto escapó hace dos días —informa lo sucedido.
—¡Quéee eso no es posible! —solté la comida al piso sin importarme si se abrían los recipientes de plástico, ¡cómo pasó! —grito desesperada.
—No se como paso, lo hemos estado buscando y pensé que vendría para su casa —deduce algo nervioso, sabe que tienen la culpa por no vigilarlo.
—El no ha venido para nada —respondo, se me baja la presión entro despacio a la casa agarrándome de la pared siento que todo me da vueltas, totalmente estoy mareada pero voy como puedo a mi cama a recostarme.—¡Por qué mi hijo se comporta así! ¡qué no quiere recuperarse! Es más fuerte su vicio que no puede dejarlo, juro que cuando lo vea voy hacer hasta lo imposible no me quedaré con los brazos cruzados, ahorita que me sienta bien lo voy a ir buscar.
—¡Mamá, mamá! ¿te sientes bien? —pregunta Leti constantemente.
—No me siento nada bien ya que tu hermano Alberto escapó —digo con voz apagada.
—¡Hay no puede ser! —se mortificada igualmente.
—Voy a buscarlo a ver si lo encuentro —estoy exhausta de todo esto, aún así me queda algo de esfuerzo.
—No, quédate aquí mis hermanos y yo lo buscaremos y lo traeremos aquí, no importa cuántos días nos lleve —lo dice para calmarme.Pasaron quince días y mi hijo Javier y Carlos vienen con una cara de angustia.
—¿Ustedes qué les pasa? ¿le pasó algo a tú hermano Alberto? ¡contesten con un carajo! —saco los ojos con perplejidad.
—Es que a mi hermano lo detuvieron —responden al grano.
—¡Pero qué pasó! —also la voz con nerviosismo.
—Es que alguien le prestó un carro y como venía borracho chocó con un poste, por eso se lo llevaron y nos dijeron que si lo queremos sacar de ahí tenemos que dar bastante dinero —explica de antemano lo sucedido.—No puede ser esto. —Mi angustia era tanta, que se me bajó demasiado la presión hasta llegar al punto de desmayarme.
—¡Mamá, mamá! —solo escucho de lejos las voces de mis hijos, de modo que quedo inconsciente. Cuando despierto estoy en una camilla de un hospital.
—¿Por qué estoy aquí Alberto? —Le pregunto a mi esposo porque lo veo junto a mí, en verdad estoy desorientada.
—Porque te desmayaste llevas aquí dos días —
aclara para que sepa.
—No puede ser, ya llévame a casa. —Me levanto porque ya no aguanto la cama y me visto con la ropa que me trajo mi esposo.
—Si, ya nos vamos solo deja que me den tus medicamentos.
—¿Medicamentos para qué?—Es que detectaron que tienes diabetes tipo dos, dijeron que te dió por la impresión que pasaste.
—Nada más eso me faltaba —encogí los
hombros consternada.Llegamos a casa, no quice recostarme lo primero que hago es sacar dinero de abajo del colchón, es lo que hemos ahorrado Alberto y yo vendiendo comida, lo cuento pero todavía falta dinero así que decido vender algunas cosas de la casa, al reúnir el dinero se encarga mi esposo de ir a sacarlo, tarda casi toda la tarde. Finalmente veo que llegan, siento alegría ver a mi hijo pero me tengo que contener de mostrar esa emoción.
—Hola madre mira aquí estoy ya recuperado —lo dice de manera burlona.
—Como te atreves a decirme esto, un día me vas a matar de la angustia —le doy una bofetada y su sonrisa se esfumó—. Todo lo que he sacrificado por tí, y así me pagas, mira hasta mi labio inferior tiembla del coraje.
—Sé lo que has hecho, pero me escape porque es un lugar horrible ya no aguantaba estar un día más ahí ¡tú lo que quieres es que este encerrado como un perro! —exclama enfadado.
—No es así todos queremos que estés bien —aclaro con tal ímpetu para que entienda.
—Yo me siento bien bebiendo, no quiero ayuda y mucho menos ¡ya no quiero escuchar sermones ya estoy fastidiado! —declara, quiere que lo comprenda.
—No le levantes la voz a tu madre —dice mi esposo.
—Pero, si...
—Ni peros quiero escuchar, cuando tengas hijos vas a entender a tú madre y a mí.
Se queda callado mi hijo, y salgo desesperada tratando de pensar a dónde lo llevaré porque no quiero que cometa una locura estando ebrio. Ya que pasa una hora, llego a la casa con dos hombres ellos entran para llevarse a mi hijo.—¿Dónde lo llevan mamá? —pregunta Lupita asustada.
—A un lugar que espero que sí lo ayuden —le aclaro su pregunta.
—¿Por qué lo amarran de los brazos? ¿acaso lo vas a llevar al psiquiátrico? —cuestiona mirándome directamente a los ojos con preocupación.
—Si, ya no me preguntes más. —Cómo escucharon mis demás hijos, veo que están llorando al ver cómo se lo llevan.—¡Mamacita te juro que nunca en la vida vuelvo a beber alcohol diles que me suelten! ¡papá dí
algo! —grita desesperado, en sus ojos puedo ver lo asustado y nervioso que está.
—Cuantas veces me haz dicho eso, yo ya no te creo nada, solo quiero que estés bien —admito, contengo las lágrimas para que vea que soy fuerte.
—¡No permitas que se lo lleven mami por favor! —exclama Lupita, sus mejillas hinchadas corrían las lágrimas era una imagen de dolor. Al momento que lo suben a la camioneta veo su cara de desesperación, intento permanecer calmada pero ya no puedo, empiezo a llorar con dolor también mis hijos y Alberto acaricia mi espalda tratando que me calmara, una madre desesperada hace cualquier cosa por ayudar a sus hijos.
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Secretos del alma
Teen FictionSusana es una niña que no disfruto de su infancia como muchos niños ya que trabajaba haciendo limpieza en casas con tan solo 15 años para mantener a sus dos hermanos menores ya que sus padres siempre se concentraban en sus problemas, nunca imaginó q...