Capítulo treinta cuatro

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—Su hija —hace una pausa larga.
—¿Qué pasó? —le pregunto, con una poca de irritación en la voz.
—No se preocupe es una buena noticia, su hija tuvo unas lindas gemelas. —Escucho atentamente lo que me dice hasta no parpadeo de lo sorprendida que estoy.
—¡Qué!!!! ¿Está seguro? —pregunto para reafirmar lo que dice hasta retrocedo unos centímetros.
—Claro que sí, pero ¿qué no sabía que tendría gemelas su hija? —cuestiona, tiene el ceño fruncido lo que me indica que probablemente está confundido.
—No, yo creo que se está equivocando, ella tendría una niña porque nos dijo la doctora en el ultrasonido.
—Su hija es Lupita Ortiz —remarca las palabras.
—Sí —afirmo contundentemente.
—Entonces es ella, a lo mejor no se vio la otra niña en el ultrasonido porque una estaba atrás de la otra.
—Doctor me ha dado una gran noticia —indico retomando el hilo a todo lo que me ha dicho, es una bendición de Dios, mi rostro reboza de regocijo.
—Aunque el parto salió bien quiero decirle que sus nietas están muy bajas de peso por el momento se quedarán en incubadoras —explica la situación en que están, siendo realistas siento poco de temor por dentro pero confío en que van a salir bien.
—Pero mi hija ¿cómo está? —cuestiono, estoy atenta a lo que va a decir.
—Está bien, es toda una guerrera ya que fue parto normal pronto la daré de alta, por cierto le comenté a su hija que tendrá que venir todos los días a visitar a sus gemelas esto es para que las bebés sientan la presencia de su mamá —menciona para que le recuerde.
—Estoy segura que no se le olvidará.
—En fin, ahora puede ir a ver a su hija está en el segundo piso en el cuarto seiscientos uno, sin más me voy con su permiso.

   Sigo sorprendida y quedo petrificada como una estatua, creo que Dios al ver que murió la hermana de mi hija le mando unas gemelitas. Después de un momento reacciono, quiero gritar de felicidad pero me retengo porque estoy en un hospital de inmediato voy a ver a mi hija entro y ella está despierta, al voltear a verme su rostro refleja emoción le sonrió al ver esos gestos risueños.
—Mamá ya te enteraste que tuve gemelas —dice entusiasmada.
—Si hija es un milagro —expongo, sus palabras me emocionan tanto que un par de lágrimas escapan de mis ojos.
—Nunca pensé que tendría dos niñas, con razón tenía un pansa enorme y ni se diga de mis pies estaban tan hinchados como un tamal que no podía caminar —explica cada detalle, la voz de mi hija me hace ponerle toda mi atención esbozando una sonrisa afectuosa.
—Yo pensé que sería una niña grande, pero el doctor me explico antes de venir a verte que no se vio en el ultrasonido porque una estaba de tras de la otra, me imagino como unos soldaditos esperando a salir.
—Y tú mamá cuando estabas embarazada de mí y mi hermana también te creció mucho la pansa. —Se interesa en saber.
—Si mal no recuerdo, sí porque tenía la pansa grande pero no tanto como tú aunque no entiendo porque mis nietas están bajas de peso si te alimentabas muy bien, te tomabas el ácido fólico y hasta nacieron a los nueve meses. —Siento esa mezcla de sentimientos de que algo más faltó.
—Es verdad hasta el mismo se sorprendió porque los bebés que nacen a los nueve meses están en un buen peso sin embargo mis bebés pesaron 1.200 kg y la otra 1.300 kg, es por eso que de inmediato recibieron una atención especial médica y un pediatra especializado las sacará adelante —me explica, se nota muy confiada lo que dice esto hace que alce mi ánimo.
—Primero Dios, para que estén en casa —digo en voz alta, para después alzar los ojos hacia arriba como diciendo que confío que Dios las va a sacar adelante.
—Sabes mamá, cuando me dieron a mi primera hija en mis brazos me invadió un inmenso sentimiento de amor, pero luego volví a sentir contracciones más fuertes pensé que algo andaba a mal, le hablé al doctor gritando de inmediato él se acerco y dijo ahí viene otro bebé me quedé impactada inhale y exhale y empuje y empuje con mucha fuerza, está vez fue el dolor más intenso que el primero hasta que por fin nació, y también la pude tener entre mis brazos por unos momentos y entonces a las dos se la llevaron a incubadora. Ahí me dí cuenta del profundo amor que les tendría.
—Hija me siento orgullosa fuiste muy valiente y sin duda tú padre estará feliz, hablando de él le iré hablar en un teléfono público para darle la noticia ahora vengo.

Secretos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora