Capítulo treinta y uno

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   El despertador suena a la hora exacta de la mañana, desde el mirador de mi ventana puedo observar al sol que apenas se asoma porque unas nubes super esponjosas lo cubren, unos minutos más tarde sale a relucir el astro Sol tiene una variedad de colores y a lo lejos se puede escuchar las melodías de distintos pajaritos todo indica que va hacer un día perfecto para la boda de mí hija Pati, al voltearla a ver me hace feliz porque está tan emocionada.
—Siento muchas mariposas en el estómago como si estuvieran revoloteando por todos lados —dice Pati, sus nervios están a flor de piel.
—Eso es porque te vas a casar —le mencionó para luego abrazarla, ella suelta algunas lágrimas. Sin embargo veo a Lupita triste eso llamó mi atención, voy con ella para ver qué le pasa.

—Hija ¿qué tienes? —le pregunto para saber su sentir.
—Es que voy a extrañar a mi hermana, porque se va ir con su esposo y ya no va a venir ó qué tal si se olvida de nosotros —responde dando conjeturas que no son ciertas. En parte la entiendo pues yo también la voy a estrañar.
—No digas eso, ella vendrá y también nosotros iremos a visitarla —le expongo para calmarla y le doy un fuerte abrazo.
—En serio —contesta, de inmediato cambia su semblante.
—Por supuesto, ahora diles a todas tus hermanas que vamos a la estética para que les hagan un bonito peinado.  
  Nos fuimos caminando tranquilas por las cálidas calles, y en 15 minutos llegamos a la estética, ya nos estaban esperando las jóvenes porque había hecho  cita una semana antes; una hora después volteó a ver a mi hija Pati en verdad se ve hermosa con ese peinado recogido que resalta su belleza, se nota lo encantada que está porque se mira constantemente en el espejo sonriendo alegre eso es un buen indicativo, pero también puedo percibir que suspira profundo debido a lo enamorada que está, es un orgullo poder presenciar su felicidad. La señorita también termina de peinarme y se va a peinar a otra de mis hijas, de manera que como estoy sentada frente al espejo pienso que no hay ningún objeto que te muestre tal y como eres, no puedo creer que este peinado resalté mi cara tersa, mi sonrisa iluminada lo cual eleva mi autoestima, pese que hay veces que cuando me miro en el espejo solo veo lo negativo en mí, hasta siento que carezco de lo que veo, de pronto interrumpe mis pensamientos la señorita que me peino.
—¿Quedo contenta con su peinado de crepe?
—No, me gustó... ¡Me encantó el peinado! —digo con tal entusiasmo.
—Que bueno señora —indica con una sonrisa colgate y se sonroja por el alago.
—Eres muy hábil tú y tu compañera porque terminaron en una hora para peinarnos a todas, muchas gracias —reconosco su trabajo.
—No al contrario a ustedes por venír. —Nos despedimos y nos fuimos a casa. Cuando llegamos de inmediato fuimos a ponernos nuestro atuendo elegante, prontamente en las paredes resuenan los ecos de los gritos.

—¡Dónde están mis zapatos! ¡dónde está mi corbata! ¡dónde está mis aretes! —exclaman alarmados. A todos les dije un día antes que buscarán lo que se iban a poner pero no hicieron caso siempre todo a la mera hora, eso suele pasar muy amenudo con mis hijos.      
  Ya cuando todos estamos listos, mis ojos quedan fijos en el vestido de novia de mi hija, confieso que se lució es ¡magnífico! Tiene buenos gustos mi hija. Antes de salir nos tomamos varias fotos para recordar ese gran momento, luego cada quien dice frases bonitas a su hermana es muy sentida la ocasión, por lo que mi hija se conmueve y agradece que estuviéramos con ella. Como no quisimos ponernos tristes salimos de la casa, enseguida la espera el auto adornado con un enorme moño blanco, se sube con mucha delicadeza Pati para que no se maltrate el vestido y la sigue por detrás su papá solo ellos van ahí rumbo a la iglesia, en otro auto me subo con mis demás hijos y se pone en marcha para irnos, no está tan lejos la iglesia está cómo a veinte minutos, cabe destacar que hay poco tráfico y la plática entre nosotros hace que el tiempo se pase rápido.
—¡Ya llegamos! —exclama Lupita emociona ya se quiere bajar pero no puede porque están estacionando el coche, entonces nos desatamos los cinturones de seguridad. Mientras yo por la ventana del auto puedo observar qué van llegando los invitados, pareciera un desfile de modas porque caminan en hilera dirigiéndose hacía adentro, por fin mi hijo nos da la señal para bajarnos y ahora sí nos adelantamos a entrar al interior de la iglesia y por detrás va Alberto con Pati pero se van a tener que esperar en el recibidor que está justo entrando a la puerta hasta que estén todos adentro van a salir. Después de un rato se abren las puertas de la iglesia y suena la marcha nupcial, Alberto se le ve muy conmovido por entregarla, caminan lento por el pasillo y a mi hija Pati puedo ver que le tiemblan las manos, sé siente en las nubes flotando por lo enamorada que está, todos alrededor ponen la mirada en ella y murmuran lo bien que se ve. Ya cuando llegan hacía Francisco, Alberto le da un beso en la mejilla con ternura a Pati para dejarla con su pronto esposo. Ellos quedan con las puntas de su calzado muy juntas, la emoción enrojece sus rostros.
   Empieza hablar el padre con estás palabras. —Está tarde se llevará a cabo un matrimonio para unir sus vidas ante Dios y ante todos ustedes, ahora les pregunto ¿han venido ustedes a unirse en matrimonio por su plena voluntad?
  Los dos responden que vienen por su libre voluntad,
Después añade—. Unan sus manos. —Asi lo hacen.
—Expresen sus sentimientos delante de Dios y su iglesia.
—Yo Francisco te acepto a tí como mi esposa y prometo serte fiel en las alegrías, en las penas, en la salud y en la enfermedad y amarte y respetarte todos los días de mi vida. —Replica lo mismo Pati pero con la voz quebrada pero luego respira profundo y sigue con sus bonitas palabras.
   El padrino se acerca y sobre sus manos tiene una almohadilla con los anillos, Francisco toma un anillo y pronuncia unas palabras a mi hija.

Secretos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora