Capítulo treinta y dos

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   En el hermoso cielo de las calles de la avenida ocho me encuentro caminando rumbo a mi casa, vengo del mercado compre todo para hacerle a mi nieta sus papillas. Abro la puerta y veo a mi hija Lupita cargando a Susan, a pesar de que trabaja me ayuda de vez en cuando a cuidarla solamente así me da tiempo de hacer algunas cosas. Por un momento mi mirada la pongo sobre mi pequeña Susan, cada día está enorme realmente es preciosa, lo cierto es que ha heredado los rasgos físicos de sus padres y me da sentimiento que no la vean crecer o decir sus primeras palabras. Por fortuna la tengo para cuidarla, amarla, que se sienta segura en está familia para mí es un placer tenerla, honestamente me he encariñado mucho con ella, es una sensación tan única que no se compara con nada, en mis ojos hay un par de lágrimas discretas que quito con el dorso de mi mano para que no me vean,  después voy a la cocina hacer su comida esto de ser mamá de nuevo es agradable por eso disfruto estar cada segundo con la bebé.

  Ya han pasado siete meses desde que Susan llegó, por otro lado mi hijo Javier de vez en cuando viene a ver a su hija incluso me da algo de dinero, aún así no se hace responsable de criarla o darle valores, sé que todavía es joven y quiere disfrutar de la vida pero ¡no razona que tiene una hija! Por lo tanto su padre y yo hemos hablado con él, hasta discutimos pero parece que todo lo que le decimos le entra por un oído y le sale por el otro, mejor ya cuando viene no le decimos nada porque que tal si se la lleva y se la da a otra persona, lo cual no quiero porque ya no la podría ver y peor aún me destrozaría por dentro mi corazón, prácticamente la seguiré criando como mi propia hija; por consiguiente Alberto mi esposo está feliz de tener a su nieta, la carga, la corretea por la casa cuando gatea, la baña hasta le da de comer es como si volviera de nuevo hacer padre eso lo emociona mucho; algo que a mí me puso alegre es que la bebé me llama mamá, lo balbucea tan bien con esa bocesita que podría ser la más dulce y me da tanta ternura, en definitiva ser su madre hace que me sienta dichosa.   
 
  La velocidad de los años pasan con prisa, mi hijo Javier me da la noticia que se vuelve a casar con una joven llamada Julia no lo puedo creer pero es la desición que escogió y debo respetar. Como resultado, a unos días de que me dió la noticia la trajo a la casa para que la conociera su padre y yo, ella es de pelo rubio, delgada a simple vista se ve que es reservada incluso es de pocas palabras, ciertamente como padres le dimos la bendición para que se casen así lo hizo y se fue a vivir cerca de donde vivimos.

   A la edad de cinco años de Susan, era una niña muy bonita e inteligente y por lo tanto ya conocía a su padre, aprovechándose de eso mi hijo una noche llegó con unas copas encima ahora se quiere llevar a su hija.

—¡Ponle un suéter! —ordena como si tuviera autoridad creo que no tiene descaro.
—¿A dónde te la llevas? —pronuncio angustiada.
—A mi casa, ella va a vivir conmigo es mi hija —vibra su voz en la casa como queriendo que todos sepan.
—Ahora si es tu hija, ¡no te la llevas! —Me interpongo entre la puerta.
—Como que no, ven Susan ¡vámonos! —Cuando extiende la mano Javier de inmediato Susan lo toma con gusto y se van, no me queda más que hacerme aun lado y mi cara de dolor es evidente y la preocupación oprime mi pecho no tengo claro que hacer.
—Mamá vamos alcanzarlos, mi hermano no está en sus cinco sentidos —dice Lupita mortificada. Oír sus palabras me dió el animo y el impulso que necesitaba para ir por Susan.
—Si vamos. —Cuando salimos él se había subido en su automóvil, ya no los alcanzamos.
—No puede ser ¡a dónde se la pudo llevar! —exclama ensaltada Lupita, su cara refleja enfurecimiento.
—No se, si a su casa o a otra parte, por el momento no tarda en venir tú padre no le vayas a decir nada porque no quiero que arme un escandalo —enfatizo para que recuerde lo que debe hacer.
—Entonces vamos a dejar todo así —replica, no le parece lo que estoy diciendo.
—No, mira cuando tú padre este dormido voy a la casa de tu hermano de seguro ahí está. —Armo un plan de inmediato.
—Yo quiero ir contigo —responde, no me quiere dejar sola y la comprendo porque se me puede subir el azúcar por un susto.
—Esta bien, espero que cuando le sirva de cenar no se de cuenta de la presencia de Susan.
—Y si dice algo —expone su inquietud mordiendose el labio inferior.
—Le diré una mentira pero ojalá no pregunte.
  Cuando Alberto llega lo recibo para darle la bienvenida, me da un pequeño beso en la mejilla y va a lavarse las manos, mientras le sirvo la cena.
—Gracias —agarra la silla y se sienta, come mientras ve  el boxeo en la televisión, por lo que veo está entretenido y disfrutando de los sabores de la comida. Transcurren dos horas y Alberto decide ir a dormir yo lo sigo para que no sospeche, cuando escucho que está roncando quito de mí con mucho cuidado la cobija y así logro levantarme de la cama, me pongo de inmediato los zapatos y un suéter lo bueno que Lupita ya está lista esperándome en la puerta, cierro con cautela para que no se despierte y vamos rumbo a su casa caminando a grandes zancadas. La noche es tranquila, serena y fresca; a la hora de llegar tocó la puerta duro deseando que alguien venga abrirme, abre su mujer con desagrado.

Secretos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora