Mis brillantes sueños llenos de felicidad desaparecieron desde ése día. Tengo ese sentimiento tan cercano a la traición.
Llegamos a nuestro nuevo hogar si, ¡así se puede decir...!
Lourdes y Guillermo cuando vieron donde viviríamos, parecen que se pusieron de acuerdo porque no pudieron evitar tener una creciente inconformidad, se cruzaron de brazos y me lanzaron una mirada con enojo, quieren sacar a relucir ese sentimiento porque su rostro se colorea de rojo sangre. Acto seguido empezaron a alzar la voz para que nos fuéramos, con el fin de no alterarlos más, trato de decir palabras alentadoras pero no da resultado, ahora están en plan de ignorarme.
Confieso que me está costando calmarlos. Los dos se van en dirección donde hay una pared desocupada, se sientan sobre el piso y con la cara escondida entre sus rodillas rompen a llorar, están muy dolidos por lo que estamos pasando y yo quedo devastada. Es como si me clavaran un cuchillo en mi pecho, a mi también me duele pasar por está situación, no obstante tengo que aceptar que está es mi vida, tan solo me basta con respirar profundamente y continuar. Minutos más tarde tocan la puerta, abro y saludo al muchacho a quien le dije que trajera el colchón de mi cuarto. Lo invito a entrar y lo pone dónde ve desocupado.
—Perdón si soy metiche, pero ¿acaso les pego a sus hijos? —cuestiona lanzando una mirada de duda.
—¡No como crees! Yo nunca les pegaría, están así porque extrañan su enorme casa con lujos —doy la razón. Aunque no tendría que darla pero no quiero que se lleve una mala impresión de mí.
—No espara menos señora, yo creo que estaría igual que ellos —comprende la situación.
—Antes de que te vayas, me haces el favor de llevarte éste otro colchón que está en el suelo, si quieres lo puedes tirar o vender.
—Claro jefa —accede gustoso.
—Toma estos centavos, gracias por venir —queda contento con lo que le doy. Carga el colchón y se va.
Mientras tanto dejo que sigan llorando por largas horas pronto se cansarán. Empiezo a barrer muy bien, enseguida lavo el piso y paredes con una fibra y con un trapo seco repaso el piso y paredes. Cuando no hay ni una gota de agua en el piso colocó el colchón, mis hijos se levantan y corren simplemente a acostarse, se ve que querían descansar porque a escasos cinco segundos quedaron bien dormidos; por mí parte sigo limpiando, quiero que cuando despierten vean todo más bonito. Sé que no puedo hacer magia y convertirlo en un palacio pero mi esfuerzo ojalá valga la pena.
Tardo varias horas, los años de experiencia haciendo limpieza se nota; parada sobre una esquina, me quito el sudor que escurre de la zona de mi frente con una servilleta, estoy exhausta y cansada por todo el aseo que hice, ahora si se ve más que limpio ¡con un aroma refrescante!
—Ya tengo sueño y no hay otro colchón. De qué puedo acomodarme con mis hijos en la orilla si cabría, sin embargo no lo voy hacer no quiero incomodarlos —susurro al viento.
Con el fin de dormir voy directo a sentarme en la silla y sobre la mesa de madera me recuesto entre mis brazos, cabe señalar que por fuera escucho como sopla el viento retumbando la puerta de entrada y por las grietas que tiene la ventana el aire logra colarse.
—No quiero que mis hijos se enfermen o peor tantito yo —me levanto enseguida para cobijar bien a mis hijos, luego con un cartón tapó la ventana y regreso de nuevo a la silla, abro y cierro los ojos hasta quedar dormida.
Escucho de lejos que me dicen...
—¡Mamá! ¡mamá! —apenas puedo abrir mis ojos, solo veo las sombras de mis dos pequeños parados frente a mi.
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Secretos del alma
Teen FictionSusana es una niña que no disfruto de su infancia como muchos niños ya que trabajaba haciendo limpieza en casas con tan solo 15 años para mantener a sus dos hermanos menores ya que sus padres siempre se concentraban en sus problemas, nunca imaginó q...