CAP 7. SÓLO SUYO

2.8K 224 28
                                    




     —¡¿Por qué no habla?! —Ambos hermanos se detuvieron al lado de un pequeño cobertizo ante el inminente reclamo del menor de ellos— ¡Contigo si lo hace! ¿No es cierto? —gruñó.

     —Todo a su tiempo, Ivar —Fue, por su parte, la respuesta que le dio el rubio mayor a su desesperado hermano—. Seguro pronto estará dispuesta a...

     —¡Lleva días contigo! ¡Semanas! La he visto responder en sus pláticas —Bufó—. ¿Cuándo Bjorn! -Rasco su coleta en símbolo de exasperación.

     —Ivar, cálmate —Sonrió burlón el llamado "Brazo de Hierro".

     »Mi madre llegará pronto hermano, ella también conoce su idioma, probablemente el que haya una mujer con la que poder comunicarse le de mayor seguridad para hacerlo contigo —Vio a su hermano destensarse de a poco, mas no cambiar de actitud.

     —Esta bien, —Soltó en un gruñido y emprendió camino de regreso.


*****


Regresando a la sala donde había dejado a la Cristiana, tal cual dijo a su madre, Ivar salió junto a la extranjera, mas no le dio mayor importancia al mostrarle los lugares por los que pasaban, hasta que saliendo del pueblo mando a uno de los hombres por su caballo y éste llego con su carro de batalla, por lo que la joven comenzó a hiperventilar al tener el empírico conocimiento de que al subir a él se enfrentarían a otro grupo de guerreros; ella debería sentarse en el suelo y agacharse lo suficiente para evitar ser alcanzada tanto por espadas como por flechas y lanzas que buscaban dar con el hombre que reía ante la gran matanza que causaba a su paso.

     —(Ya no... no puedo respirar) —Llego el pensamiento a su mente mediante el gran esfuerzo que le causaba llenar de aire sus pulmones, cayendo de rodillas con un gran dolor en su vientre cuando no pudo controlarlo más.

     —¡Cristiana! —La llamó Ivar al verla desplomarse y quejarse por el dolor en su cuerpo— ¡No te quedes ahí imbécil, súbela y regresemos al palacio! —Ordeno a cualquier hombre que estuviera cerca al verla sostener con mayor fuerza su panza.

     No hubo quién se metiera en su camino de regreso; los gritos de la mujer en el suelo del carro y los del temido "Deshuesado" amenazando por qué se apartasen de su camino fueron suficientes para lograr llegar a sus aposentos rápidamente, siendo seguidos de quién se haría cargo de las dolencias de la mujer.

     Ubbe había salido a su encuentro cuando escucho la amenazante voz de su hermano y él mismo fue quien llevó a la mujer hasta la cama de Ivar, quién los seguía de cerca junto a una partera que había llegado junto a ellos, pues lo primero que temían era que la Monja estuviera a punto de dar a Luz.

     —¿Sigue con vida? —preguntó Aslaug al llegar al lado de sus hijos, quienes veían como la partera tocaba a la mujer entre sus piernas y se limpiaba en su vestido.

     Apenas había entrado al lugar había hecho comer a la doliente unas hierbas, por las que poco apoco había dejado de gritar y quejarse hasta dejarla dormida sólo con una respiración ligeramente irregular, con la cual pudo hacerle la revisión.

     —Fue una falsa alarma —dijo la partera, volteando hacia ellos luego de machacar unas hierbas y hongos, llenando el ambiente de una picante frescura y cubriendo con ello el pecho de la mujer ahora dormida.

     —¿Falsa alarma? —Se quejó Ivar— ¡¿Cómo va a ser una falsa alarma si el dolor en su cuerpo era tan fuerte?! —gritó y golpeó la pared a su lado, siendo detenido de más por su hermano Ubbe, al posar una de sus manos en su hombro.

LA MONJADonde viven las historias. Descúbrelo ahora