CAP 36. NOMBRE

706 83 3
                                    




     —Por... cierto —Comenzó a hablar Idun en cuanto estuvieron nuevamente a solas, luego de haber dejado al cuidado de una esclava al bebe nuevamente dormido.

     Ivar asintió a su voz indicando con ello que la escuchaba mientras iba desatando los fierros de sus piernas, para así, poder recostarse a dormir.

     —El bebe —dijo la chica y calló, no estaba segura de si sacar el tema entonces, ¿o tal vez se estaba apresurando con eso? Si no preguntaba no lo sabría.

     —¿Qué tiene el bebe Idun?, ¿fue algo por lo que te encontrabas nerviosa ésta mañana? —preguntó Ivar volteando a mirarla, por lo que negó y por fin se dirigió a él, dispuesta a ayudarlo con sus piernas— Entonces habla, Idun —dijo al verla desviar su atención, incitándola a hablar con el roce de sus dedos sobre los de ella, quien terminaba de abrir los broches en él.

     —Solo... me preguntaba —Volvió a iniciar ella.

     —¿En dónde está la seguridad Idun? —La interrumpió, tomando su barbilla y haciendo que lo mirara.

     —Me preguntaba —Siguió luego de pasar saliva y él sonrió— ¿Cuándo es que nombran a los niños?

     —(Era eso) —pensó Ivar y la hizo voltear para que le diera la espalda y así poder desatar su vestido con sus propias manos.

      Ahora que lo pensaba ya habían pasado bastantes lunas desde su nacimiento y el crío parecía estar en buena forma, lloraba bastante y comía aún más; para su suerte incluso, no había sufrido ningún tipo de enfermedad en el tiempo que llevaba fuera del vientre de su madre, por lo que suponía que la pregunta era más que válida.

     —Cuando sea necesario —respondió a la pregunta hecha por su pareja, ahora desnudándose lentamente para sólo quedar en un ligero vestido de largas mangas que le permitiría dormir más cómoda—. ¿Acaso has pensado en un nombre? —cuestionó y sonrió ante la rápida negativa de su mujer.

     Idun entonces lo encaró nuevamente y ayudó a desnudarlo para por fin ingresar las piernas masculinas bajo las pieles que los cubrirían.

     —Yo si he pensado en uno —musito Ivar bajito, justo cuando ella se disponía a subir a su lado. Era consciente de que la chica aún tenía breves regresiones a momentos nada deseosos de su vida, incluso algunos ahí pasados, pero el que se abriera a él, se sintiera segura con él y riera con él le hacían sentir de una extraña manera cada vez más especial que antes.

     Feliz, desde aquellas cunas que le escucho tararearle a su hijo, desde que ella se abrazaba a su cuerpo, en aquel primer momento en que la besó, sintió por primera vez en su vida una felicidad completamente diferente a la que su madre le podía dar, misma que su padre le había negado y dijo <<le haría débil>>; mas juraba, saberse esperado por ella, amado, aceptado por aquella extraña mujer, le producía una extraña euforia y una fuerza aún mayor que con la que contaba.

     Ragnar estaba equivocado, eso lo podía asegurar. Por eso él tenía tanta fuerza. Luchaba por él, por ellos (sus hijos), su madre y -aunque no quisiera admitirlo- por Laggertha; no sólo tenía que cuidar de él mismo, sino también velar por todos ellos, ahora que miraba la brillante expectativa en el mar y tierra que era la mirada de su Siv, si alguien intentara arrebatársela... por los dioses que le daría la muerte más larga y miserable que existiera, no habría honor ni gloria en ella, él acabaría con aquel que intentara alejarlo de esa llama ardiente que había crecido en su pecho.

     —(Incendiaría todo Midgar si te fueras de mi lado) —pensó, perdido en la mirada ajena y entendió al recibir un movimiento en su hombro, que llevaba bastante tiempo en silencio.

     »No te lo diré ahora si es lo que tanto te intriga —dijo sonriente, halando hacia sí el cuerpo femenino y sintiendo, en su cuello, como ella refunfuñaba débilmente y rio.

     Le encantaba cuando se olvidaba de todo y actuaba como una mujer normal, sin traumas, sin miedos; solo su ser verdadero y el de él conviviendo juntos— Si aún mantienes la duda, te lo diré después—extenuó junto su oído y siguió frotando su nariz en su cabellera, pues desde que había descubierto que existían plantas que impregnaban su olor, en su piel y cabellos, procuraba untarlos en sí misma, lo que Ivar disfrutaba en sobremanera, especialmente cuando la chica respingaba ante su tacto por la cercanía ejercida.

     —Ivar —gimió aún aprisionada por sus brazos

     —No pienses más en ello —susurro y le dio la movilidad suficiente sólo para besarla y hacerla, por fin, recostar.

     »Te amo —murmuró frente a frente y recibió con sus aguas cristalinas, la caricia que ella le ofreció en la mejilla, guiando su rostro a su mano para luego besarla justo en la palma.

      —Te amo... —respondió ella ante el beso recibido en su palma, para luego juntar sus narices en un gesto dulce con el que él comenzó a acariciar cada centímetro de sus labios, mejillas, barbilla y así bajar a su cuello, el que bordeó mansamente con suaves besos, ocupándose de escuchar los ligeros suspiros que provenían de su pareja y así seguir descendiendo una vez más.



LA MONJADonde viven las historias. Descúbrelo ahora