CAP 33. GUERRA

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     Los hombres del reinado de Noruega se acercaban hostilmente a las puertas de Kattegat comandados por Halfdan. Los campesinos y comerciantes habían sido retirados de sus lugares para contar con las menos bajas posibles y, tras las puertas de entrada y los muros que protegían su interior, los guerreros y escuderas se apañaban para la batalla.

     —¡Reyes de Kattegat!, ¡Reina! —gritó— ¡Abran las puertas! —Hizo silencio y esperó por una respuesta, mas lo único que recibió fue el sonido del viento al mover la madera de los puentes colgantes que cruzaban de torre a torre.

     »¡Entreguen a mi hermano, el Rey de Noruega! ¡Se que ustedes lo emboscaron! —vociferó una vez más.

     —¡Halfdan! "El Negro" —Se oyó una voz del interior de las puertas y pronto Sigurd, Bjorn y Laggertha sobresalieron de los muros junto a los guerreros que los acompañaban en sus puestos sobre la barrera— ¿qué significa ésto? —cuestionó Bjorn, alzando la voz una vez más.

     —¿Dónde está mi hermano? —demandó nuevamente.

     —Muerto, Halfdan, hijo de Olof. Asesinado a manos de quien fuera su víctima —respondió.

     —¿Qué? —gruñó su contraparte y lanzó un hacha a las puertas cerradas.

     Lo sabía, lo intuyó desde el momento en que su hermano se fue por su lado, mas no quiso creer que en verdad pudiera ser asesinado por una simple mujer, por una extranjera.

     —¡AHHH! —gritó y lloró para sí., después de todo no sería la primera vez que bajara la guardia delante una mujer.

     Recordó a Ellisif y cómo ésta lo sedujo para poder asesinarlo, si no hubiera sido por él, quien lo intuyó, su hermano habría muerto tiempo atrás... Si no hubiera sido por él quien confió en dejarlo ir sólo, él no estaría... —(muerto) —pensó.

     »¿Cómo pasó? —preguntó, debilitado por el dolor, de rodillas a los pies de las puertas que se abrieron lentamente luego de sus palabras.

     —¡Él me atacó! —Una voz femenina se hizo oír desde el fondo de las defensas, al interior de la ciudad Ivar y Hvitserk se repartían a los flancos de Idun, pareja de Ivar y la obsesión de su hermano, ¡esa cristiana extranjera! Apretó su mandíbula y se pasó ambas manos sobre el rostro, ocultando sus ojos rojos por las lágrimas que despedían y alisando sus cabellos hasta su nuca.

     —Me detuvo en el bosque, a las afueras de Kattegat, me... —tragó saliva— me impidió alejarme y lu-luego me amenazó y se puso ¿violento? —Volteó a mirar a Ivar, quien corrigió la última palabra para que ella la repitiera— Violento.

      »Asesino a mis-mis escuderas —dijo y se abrazó a sí misma—, Luego me ¿alcanzó? —volvió a mirar a Ivar a su derecha, quien además de asentir pasó su brazo libre sobre los hombros de la mujer, acercándola a él—, mató a la última escudera que me acompañaba y...

     Su voz se rompió y hasta él a la lejanía pudo ver el llanto caer por las mejillas de la fémina. Seguramente su hermano había intentado aprovecharse de ella; el abrazó que daba a sí misma a su cuerpo y la fuerza con que empuñaba la espada a su cintura fijada se lo decían, más no iba a dejar la muerte de su hermano a la deriva, pero antes de siquiera poder hablar ella siguió.

     —¡Rompió mis ropas! —exclamó—, ¡intentó forzarme!, ¡quiso tocarme! —gritó— ¡Pretendía violarme! —sollozó, roja de frustración, por lo que Ivar dio media vuelta para poderla sostener más firmemente entre sus brazos.

      —¡Lo has escuchado! —gritó el lisiado, dando suaves palmadas en la espalda femenina—, ¡Lo mató en defensa propia! ¡Y como nuestras tradiciones lo indican ella dio avisó a las primeras personas con las que se cruzó!

     —Imposible... —Halfdan contradijo sus propios pensamientos— ¡Una vulgar cristiana no podría acabar con la vida de un rey!

     —¡Cuida tus palabras Halfdan "El negro"! —vociferó Ivar ante lo escuchado— ¡Idun fue la violentada aquí!, ¡y no es cualquier persona, sino mi pareja! —amenazó con rudeza el menor de los hermanos, siendo secundado por el asentimiento del hermano más cercano y Halfdan gruñó.

     —(Está bien) —pensó para sí. No es lo que él hubiera elegido, es más, buscó evitarlo, más ahora que su hermano había muerto no había mejor forma para condecorarlo que cumpliendo con sus objetivos.

     »Entréguenla —musitó sólo para los oídos cercanos— ¡denme a la asesina de mi hermano, ríndanse ante su nuevo rey y los dejaré vivir! —dijo a sabiendas de la negación implícita en su seca bienvenida, así que llamando a armas nuevamente simplemente atacó.

     »¡POR HARALD "CABELLERA HERMOSA" REY DE NORUEGA! —proclamó y junto a una parte de su armada ingresó por las puertas de Kattegat, dispuesto a acabar con los hermanos.

     Las defensas subieron apenas cruzaron las puertas, atrapando en ellas a algunos guerreros, mientras, a su espalda, la puerta anteriormente abierta caía, dejando afuera a una gran parte de su armada.

     —¡Fuego! —gritó y su voz se combinó con la de "Brazo de hierro" quien, imaginaba, había dado la misma orden para que sus hombres atacaran a sus guerreros en las afueras.

     Se dedicó a atacar a los combatientes ajenos, siempre buscando ir tras aquella pareja indeseable, más sus enemigos habían puesto más barreras y obstáculos a su paso que se le estaba dificultando en verdad seguirlos, por lo que en algún momento les perdió la pista y sólo podía escuchar los gritos de Bjorn a su espalda, perdidos entre los de todos aquellos que se enfrentaban.

      —Ataquen desde las torres —rugió, cubierto de sangre, al ver la oportunidad de enfrentarlos desde la altura, mas lo que vio al encontrarse arriba le sorprendió.

     Algunas de sus naves se quemaban, Ubbe el hermano que faltaba, había llegado por el estrecho marino junto a un par de Drakkar, con los que se hacía cargo de acabar con aquellos pocos que seguían en sus barcos; por otro lado, Laggertha, su hijo y Sigurd se enfrentaban a otro puñado de enemigos junto a sus escuderas, más lo que lo sobresaltó fue el grito a su espalda, proveniente de la sala del rey.

     En algún punto, en su inmersión dentro de la batalla, unos cuantos hombres guiados por Hvitserk se habían desecho de las cercas que le impedían ir más allá, mismo espació que estaba siendo usado por Ivar, quien en su carro de guerra y acompañado por su compañera extranjera, se acercaba a toda velocidad justo hacia la entrada en la que estaba trepado. Fue entonces que lo entendió, el rápido abandono de "tan perfecto" punto de ataque por los de su sangre; la apertura de las puertas y su oportunidad de tomarlo y usarlo a su favor; Ivar iba a echarlo abajo con su carro de combate.

     Lo vio lentamente, cómo aquella carreta creada exclusivamente para batallas se acercó a toda velocidad hacia ese muro y como aún sujetos a las riendas con una de sus manos usó la otra para sostener el hacha con la que cortó ciertas vigas, soporte principal del suelo que pisaba; mientras, del lado contrario, la extranjera bicolor hacía lo mismo con las trabes de su lado, casi haciéndola caer.

     —(Bueno, había hecho lo posible) —fue el último pensamiento que tuvo antes de sentir su cuerpo caer desde la altura y ser fuertemente impactado y atravesado por unos cuantos postes. Abrió los ojos y logró vislumbrar, entre la sangre que la recorría el rostro, la nebulosa silueta del fuego. Si la caída no lo había matado seguramente las llamas lo harían.

     —(Hermano...) A fin de cuentas, no podemos estar mucho tiempo separados he —murmuró con sus últimas fuerzas y se dejó consumir.



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