CAP 23. FUERTE

1.1K 145 7
                                    




Un carmín brillante salpicaba la poca nieve que rodeaba el pastizal donde algunos cuerpos se encontraban tirados, agujerados, mutilados, dispersos -literalmente- uno del otro y de sí mismos. Escuderas protegían en un muro de escudos a quien causará ésto, mientras otros guerreros de Kattegat se encargaba de detener a un par de hombres a unos metros de él.

     Idun, la que  pensaba como su cachorra, se hallaba en el centro de aquellas escuderas y se aferraba a uno de esos cuerpos maltrechos mientras lo seguía despedazando con su hacha.

     —(Salvaje) —Fue el pensamiento de Ivar al verla. Cubierta de sangre ajena, escurriendo carmín desde la palidez de sus cabellos hasta las mullidas botas que utilizaba bajo aquel faldón largo y oscuro que no estaba hecho para la batalla— (Hermosa) —Sonó en su cabeza al sonreír sin despegar su vista de ella, quién detenía su labor para quedar hincada sobre lo que anteriormente era un hombre, echar su cuerpo hacia atrás y suspirar largamente antes de limpiar su rostro con el dorso de su mano igualmente ensangrentada, sólo esparciendo un poco más la sangre, para pasar a levantarse y dirigirse hacia los guerreros que habían detenido a un par de hombres más.

     —Tu —dijo con su notable acento extranjero al señalar con su hacha a uno de ellos, seguramente algún Skogarmaors, actual carroñero de los que Laggertha le había comentado, rápidamente, atacaron uno de los asentamientos en las afueras de Kattegat—. ¿En donde están? —La escuchó preguntar y al no obtener respuesta rompió ambas piernas del enemigo con su hacha, obteniendo sólo gritos— Lo preguntaré otra vez —habló al recargar su arma en el hombro del magullado— ¿en dónde —y presionó abriendo lentamente una herida en la zona— están —se deshizo del miembro rasgado y paso al otro— las jóvenes —Repitió el procedimiento anterior, por lo que el hombre, con las pocas fuerzas que le quedaban le pidió que parara— que se llevaron?

      —El río —Se atragantaba con sus propios gritos— Las dejamos en el río desnudas —dijo y él pudo ver cómo su "Cachorra" tensaba su cuerpo, para luego terminar de desmembrar el cuerpo ajeno, arrancar su quijada para que dejara de implorar por una rápida muerte y seguir destrozando el cuerpo frente al otro hombre atrapado hasta que ya no pudo más y se levantó.

     —Iremos... por sus cuerpos —dijo, dirigiéndose a las escuderas que la acompañaban y señalándose a sí misma por si se trababa en sus palabras—. Sólo mátenlo —se dirigió a los guerreros que aún mantenían a uno cautivó, quienes asintieron a sus palabras; fue hasta entonces, mientras preguntaba a las escuderas por el río que se había mencionado, que se percató de la presencia de Ivar a sus espaldas.

     »Ivar —pronuncio su nombre en un simple susurro y caminó hasta quedar frente a él, buscando donde limpiar la sangre que se secaba en su cuerpo, mas fue detenida por la mano libre del "Deshuesado", quién acarició la mejilla femenina en forma de saludo para pasar a sujetar una de sus manos y guiarla hasta el río al que se habían referido, encontrando en sus aguas, apenas cubiertas por las mismas, los cuerpos de tres jóvenes doncellas con evidentes rasgos de haber sido violentadas.

     —Idun —La llamó Ivar al verla temblar cerca de los cuerpos, sabiendo no era por lo frío del ambiente—, Idun —repitió su llamado una vez más, aumentando el volumen de su voz.

     —¿Podemos llevarlas de vuelta cierto? —pregunto a la nada.

     —Por supuesto  señora —respondió una de las escuderas de Laggertha, ya en la labor de levantarlas y cubrirlas para disponerse a llevar los cuerpos de las chicas con los pocos sobrevientes del asentamiento.

     —Ninguna mujer debería de sufrir ésto —murmuró en su idioma y luego lo repitió en el de ellas— Ninguna mujer debería de sufrir este trato —dijo, aumentando el tono para ser oída, por lo que las escuderas que la acompañaban, compartiendo su sentir, asintieron unas cuantas veces antes de por fin encaminarse de regreso a Kattegat, ésta vez yendo al frente del carro de guerra de Ivar, justo su lado.


*****


Si bien, Ivar se había sorprendido cuando Laggertha le dijo que su Cachorra había ido en busca de los asesinos y violadores que atacaron el pueblo cercano, mayor fue su sorpresa al encontrarla no sólo en el centro de la pelea protegida por las escuderas de la actual Regente, sino manchada completamente de sangre ajena que continuaba salpicando su cuerpo al ser ella misma quien acababa con unos de los agresores. ¡Vaya, que hasta la había visto esquivar y atacar a uno de ellos por su propia cuenta!

     ¿Dónde había aprendido esos movimientos?, ¿sus hermanos la instruyeron? No, seguramente era resultado del tiempo que estuvo a solas con Laggertha, absorbiendo cada conocimiento que está le expuso durante su partida.

     Que grata sorpresa era sentirla ahí, a su lado, recargada en su brazo derecho, respirando continuamente y sin un ataque de pánico sobre su carro de guerra. Por su puesto que quería que sucediera, mas no creyó que pasaría tan pronto; justo a su regreso. Con esa mirada en su rostro, esas fuerzas en su cuerpo y esa confianza hacia su persona.

     ¿Cuántos días habían pasado desde su viaje al reino de Harald?, ¿28?, ¿30? Más de los que se pensó duraría, eso sí, pero menos del que creyó su antigua Monja necesitaría para sanarse. Y ahora estaba ahí, junto a él, se había enfrentado a una prueba que él le habría impuesto hasta después de mucho tiempo futuro y salió inmune.

     Apenas llegaron a Kattegat, sentado en su carro como se encontraba, rodeo con su brazo el cuerpo a su lado y luego acariciar la mejilla con sangre seca, acercó su rostro al suyo y besó la frente femenina, obteniendo, como respuesta a ese gesto, su dorso siendo sostenido por las manos de ella, en una especie de abrazo que duró apenas unos segundos antes de sostenerse la mirada y bajar de su sitio.
     Su Cachorra no era más un ser indefenso, la Monja no era más esa mujer temerosa. Idun era, ahora, toda una Perra; su Siv se había convertido en una Perra; su mujer... su mujer estaba lista para serlo.



LA MONJADonde viven las historias. Descúbrelo ahora