CAP 20. LAGGERTHA

1.4K 136 7
                                    




Una mujer fuerte, sabia guerrera y actual "regente" de Kattegat, pues ninguno de los hijos de Ragnar había mostrado interés en el trono. Los mayores se encontraban excitados por las riquezas y el acercamiento al Valhala que encontraban en los saqueos; mientras, los más jóvenes no pretendían más que satisfacer su placer yendo de flor en flor; y el menor de todos, aquel tan capaz como los más grandes de llevar una escuadrilla a la victoria aún con todos los oráculos en contra, el primero que se pensó para el puesto (descartando a Bjorn), no veía más allá de su mujer, su Monja, aquella extranjera que lo había hechizado con su bicoloridad y un vientre hinchado -aún más, se temía, a como Athelstan se había metido en visión y pensamiento de Ragnar- y que ahora, parida, luchaba consigo misma para poder estar en la misma habitación que su propio hijo bajo los deseos del hombre que los acogió y que osaba llamar al crió como suyo.

     Quince  días, ese era el tiempo en que los hijos de Ragnar planeaban estar fuera de Kattegat, sino es que menos, probablemente apurados por el ansia segura que poseería el cuerpo de Ivar al estar tanto tiempo alejado de la "recién nacida" nórdica.

     La despedida fue breve, según se acostumbra ante un viaje tan "sencillo" como se pensaba sería el natalicio del Rey Harald, mas la mirada de Ivar no se despegó ni un momento de Idun, quién al lado de Laggertha había sido cubierta por unas vestiduras blancas, unas cuantas flores y, posteriormente, vertida la sangre de la ofrenda en ellas, quienes se ocuparon de bendecir el navío en el que se irían.

     —Siv —llamó Ivar a la mujer que ahora iba menos encorvada. La vio dar un par de pasos hacia él y sostenerle la mirada al estar ya de frente. No sabía porque, pero le encantaba que hiciera eso, que lo mirara a los ojos y lo esperara por su hablar para, entonces, desviar la vista, especialmente si el tema era en torno a ella, pues al hacerlo él la haría voltear a mirarlo sujetando levemente su barbilla o tomando su mano; lo que le permitía un pequeño contacto con ella. La extrañaría—. ¿Me extrañaras Idun? —preguntó al aire en un tono bajo, sólo teniendo conciencia de sus palabras cuando sus dos hermanos siguientes se rieron de él a sus espaldas, dándose cuenta de que en realidad no había pensado esas palabras, sino que habían sido expresadas frente a su amada, ante todo el mundo, en forma de despedida.

     La vergüenza que le dio dicho acontecimiento estaba dando paso a la irá que explotaría ante sus hermanos en segundos, más un firme apretón a ambas manos que, no se dio cuenta, ahora eran sujetas por la mujer frente a él fueron distracción suficiente para evitarlo.

    Un —Si —había quedado flotando entre ellos y al darse cuenta que el temido "Deshuesado" pasaría a enojarse dentro de poco si no lo evitaba lo reafirmó.

     —Te extrañaré Ivar —dijo y él sonrió olvidando el enojo, tendría mucho viaje para hacerlos pagar su burla, ahora sólo quería a la mujer frente a él—. Ya te extraño —dijo ésta vez en un tono más bajo y en la que conocía como su lengua madre, por lo que no lo entendió, pero dando un jalón hacia él a las manos que aún permanecían sujetas y aprovechando el estar recargado en el costado del barco, la atrajo hacia sí y la rodeó con sus brazos sujetándola fuertemente entre ellos y restregando un poco, tal cual un niño haría, su mejilla con el perfil de ella, con su cabello blanco y esa piel bicolor que tanto anhelaba tocar.

     —No te mueras —susurro en su oído luego de suspirar en él, causándole escalofríos no sólo por su aliento caliente, que contrastaba con lo frío del ambiente, sino por el suave toque de los masculinos labios ante la delicada piel expuesta.

     »Espera por mi Idun —le dijo de frente, aún abrazándola y ella asintió—. Cuando regrese, Siv —saboreo la palabra en sus labios, Siv, su novia— serás verdaderamente mía Idun, mi novia.


*****


La despedida había sido breve, se pensaba la separación sería igual. Y ahora Idun se encontraba al lado de Laggertha con una vestimenta seca frente al fuego principal del hogar de reyes.

      —Somos mujeres guerreras las escuderas y debido a que solemos ser más bajas que los hombres podemos usar un estilo de pelea distinto al suyo —dijo Laggertha en cuanto se pusieron de pie y tomaron las armas que se encontraban en la mesa a su lado—. Ellos suelen atacar de la cintura para arriba —explicó—, incluso Ivar al ir en su carro de guerra, o al estar de pie con sus muletas estoy segura de que te ha enseñado a siempre ir por la cabeza —Esperó por el asentimiento de la mujer frente a ella y prosiguió—. Me sorprende que no te enseñará a ir primero por los pies —dijo, después de una pequeña risa, mientras señalaba con la espada en su mano las piernas ajenas.

     —Ivar aprendió con Floki no sólo de nuestros dioses, sino a pelear y aunque siendo más grande entrenó con sus hermanos y demostró una puntería perfecta y mayor a la de ellos, también tenía un par de trucos bajo la manga que Floki se encargó de enseñarle para remplazar su falta de altura original al no poder mantenerse demasiado tiempo de pie por la debilidad en sus piernas, algunos de ellos, adaptaciones de ataques más "femeninos" —dijo y prosiguió a adiestrarla en dichas artes.

     Laggertha le enseñó, durante aquellos días en que los hijos de Ragnar estuvieron fuera, a atacar la parte baja: de la cintura hasta los pies y a defenderse aún cuando estuviera lesionada en el suelo.

     Le mostró, paso a paso, cómo es que hacía Ivar cuando luchaba sin muletas o caía del caballo de guerra, a pesar de que siempre solía ser ayudado por alguno de sus hermanos a levantarse y subirlo a un caballo desde donde pudiera seguir peleando o dirigiendo el ataque; y lo hizo ya que estas técnicas podrían no simplemente funcionarle, sino quitarle el miedo que, como mujer, aún tenía respecto a si en algún momento volvían a intentar violarla o agredirla lanzándola al suelo para debilitarla, como solían hacer los despreciables atacantes.

     Y añadió, aunque levemente y muy por encima, una "sugerencia" de que ello, incluso podría excitar al temido "Deshuesado", más no incursionó más en ello al saber del temor de la mujer y de los posibles problemas del nombrado.




LA MONJADonde viven las historias. Descúbrelo ahora