CAP 15. SACRIFICIO

1.7K 148 32
                                    




Una esclava fue la que los despertó, Idun le daba la espalda mientras sostenía, en sus manos juntas, el brazo izquierdo de Ivar sobre el cual recostaba su cabeza y apenas se dio por despierta volteó sobre su cuerpo, recargando su zurda en el ajeno, mirándolo directo a los ojos que aún pestañeaban espantando su sueño.

     —¿Me ves? —preguntó Ivar por fin despierto.

    —Te veo, Ivar—respondió ella con los ojos aún irritados de tanto llorar.

     El se sentó en su lugar y talló sus ojos sintiendo el desentumecimiento de su brazo izquierdo, al que le hizo una mueca, luego miró a la chica que recién se incorporaba en su lugar y de un bruto jalón a su brazo la atrajo hacia su cuerpo, recargando el rostro ajeno en su pecho y abrazándola fuertemente sobre los hombros, sintiendo como la rigidez de su cuerpo pasó a relajarse al comprender el estado en el que se encontraba.

     —¿Quién te hizo tanto daño?—susurro el chico en sus cabellos y en segundos sintió su pecho volver a humedecerse— Idun —musitó el nombre femenino mientras sentía como le era correspondido el abrazo, incluso como ella se acercaba tanto a él, que había terminado hincada sobre sus piernas, sin hacer un verdadero apoyo en ellas.

     »Nadie de hará daño aquí Idun, no lo permitiré —dijo, acariciando los cabellos que caían en su espalda, reconfortándola como no había logrado hacerlo la noche anterior.

     Permanecieron un momento en aquella posición, hasta que ella dejó de llorar y fue separado su rostro del cuerpo de Ivar en el gesto más delicado que logró cuando tomó, con apenas los dedos de su diestra, la barbilla de la mujer y la hizo mirarlo.

     —Necesito que me lo digas Idun, ¿a qué le tienes tanto miedo? —preguntó él sin despegar sus miradas.

     »Quiero que cuides de él Idun, —Siguió hablando luego de un momento— pero tus reacciones son aun peor que con los hombres que te agredieron —Ella intentó desviar su rostro, rehuyendo de su mirada, pero los dedos que sujetaban su barbilla se lo imposibilitaron—. No intentes huir Idun, si no me lo dices, no lo entenderé.

     Y hubo silenció, tan largo, que Ivar comenzó a desesperar, pero logró mantenerse en calma hasta que sintió como la joven se alejaba de él y se sentaba en la orilla de la cama, dándole la espalda.

     —Era... un sacrificio —dijo, y luego de un leve temblor siguió hablando— a nuestro Dios...

     —Su falso Dios —La interrumpió Ivar, sosteniendo su hombro izquierdo con su mano en muestra de apoyo— Idun, ahora eres Vikinga y nuestros Dioses te cuidaran—le recordó y calló cuando ella asintió, dispuesto escucharla.

     —A su Dios... mi madre siempre lo dijo, era una Cristiana conversa, de una antigua civilización pagana, su amor... —Dudó— su obsesión con su "verdadero" Dios es lo que la salvó, por eso, cuando nací creyó que algo no estaba bien.

     »Camila, fui nombrada años después, cuando un padre le dijo que no podía ir por la vida sin bautismo ni nombre. —Siguió hablando— creo que me odió desde el primer momento —Pasó saliva.

     »Dos colores en mi mirada, dos colores en mi cabello, dos colores en mi piel. No era algo normal en las personas, pero su dios no le dio respuestas, así que se acercó con una vidente que aún practicaba rituales paganos en nombre de Jesucristo —Se abrazó a si misma y sin levantar la mirada siguió hablando.

     »Ella le otorgó mi nombre y le dijo que un ser tan único como yo estaba hecho para el sacrificio a nuestro Dios... su Dios —Se corrigió—. Y la única forma de sacrificio permitida en el cristianismo es tomar el hábito para una mujer. Así que fui criada, desde mi bautismo, como una novia más del señor —Miró hacía el techo—.

LA MONJADonde viven las historias. Descúbrelo ahora