CAP 37. HERLEIF

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Fiske- Pez.

Herleif- Descendiente de guerreros.

Eluf- Hijo único.




Repetía y repetía nuevamente aquella extraña palabra en su cabeza. Una y otra vez, una y otra vez y decenas de veces más.

     —(Herleif) —Lo decía nuevamente. No quería arriesgarse a olvidar aquella palabra.

     No, no sólo era una palabra cualquiera. La recordaría siempre.

     —Herleif —musitó entre dientes, ese sería el nombre de su hijo.

      —Descendiente de guerreros —dijo Ivar a su lado, mientras su niño se sostenía inquieto de las manos de la reina, buscando soltarse para salir corriendo a tropezones

     —Pero... yo no soy.

     —Shhh... —Un dedo en sus labios la hizo callar.

     »No mires al pasado Idun —mencionó contra sus labios luego de atraer su cabeza cerca a la de él con la mano con que la había callado.

     —Eres una Escudera —Se oyó la voz de Laggertha y Ivar afirmó sus palabras con la mirada.

     —Una guerrera que se aferró a la vida y llegó hasta mis manos Siv —Besó su frente y entre sus labios murieron las lágrimas que amenazaban con caer de sus ojos—, igual que yo, un lisiado —murmuró contra sus cabellos—, el temido "Deshuesado" —sonrió y ella le abrazó, ahora lo entendía.

     —Herleif me gusta —Anunció entonces Idun contra su cuerpo y tanto ellos como la reina que los había escuchado sonrieron.

     —Con que el pequeño Fiske por fin será nombrado —La voz de Ubbe atrajo las miradas.

     —¿Cómo era? —preguntó Hvitserk al entrar tras de él junto a sus hermanos.

     —Mi hijo se llamará Herleif, el primero con el nombre —anunció Ivar, orgulloso, señalando con la mirada al pequeño lejos de ellos.

     —Mmm, novedoso —soltó Bjorn yendo hacia su madre y recibiendo en sus brazos al pequeño que corrió hacia él—. Bienvenido, Herleif Ivarsson —Sonrió el mayor luego de alzarlo sobre él y nuevamente posar sus piececitos en el suelo.

     —Bien podría haberse llamado Eluf —dijo Sigurd cizañeramente, ocasionando que sus hermanos lo miraran con desaprobación— oh cierto, no estamos completamente seguros de eso —rió con el bufido que despidió el menor.

     —De hecho, lo estamos —Intervino Idun al ver como los nudillos de Ivar emblanquecían al querer agredir a su hermano—, yo no puedo ni creo tener la capacidad de tener más descendencia —dijo— y estoy segura de que todos ustedes aún son demasiado jóvenes, por lo que tendrán ¿amoríos? —Miró a Ivar para que la corrigiera y siguió hablando al obtener la palabra que buscaba—, amoríos con los que la casa de su familia se agrandará con el tiempo.

     —Es cierto Sigurd —comentó Laggertha—, todos ustedes son apuestos y fuertes guerreros, estoy segura de que seguirán teniendo hijos con el tiempo.

     Laggertha asintió a sus palabras, dándole la razón a la joven mujer, pues se percató de que su intervención buscaba detener el posible conflicto que se avecinaría de dejar a los menores enfrentarse a palabras como casi siempre sucedía.


*****


     —Tardaste en nombrarlo —Le dijo Ubbe estando a solas con Ivar—, Hvitserk incluso creyó que estabas arrepintiéndote de traerlo a la vida.

     Ivar mantuvo el silencio que dejaron las palabras y pareció meditarlo un momento— (¿En algún punto se había arrepentido?) —pensó y con una sonrisa en los labios negó con la cabeza.

     »No es así hermano —respondió al mudo cuestionamiento—. Es cierto que pasó una cosecha para que lo hiciera, pero yo nunca dudé en aceptarlo. Su madre, en cambio, tuvo que pasar por un arduo proceso de aceptación —explicó—, aún a la fecha hay momentos en los que se encuentra distante y sufre en silencio sus memorias.

     »Si tardé tanto en aceptarlo fue por ella, esperando su tiempo —dijo.

     Por él estaba bien que pensaran que era un sádico, un temible guerrero; mas sus hermanos y familia podrían prácticamente asegurar que era "débil" ante la extranjera. Lo que desconocían es que esa "debilidad", se originaba en los niños, específicamente con aquellos con quienes se sentía extrañamente identificado.

     Idun con su mala vida pasada, su hijo Herleif con lo duro de su nacimiento, incluso cuando acompañó a su padre y jugó ajedrez con ese principito; adentro, en su ser, siempre había algo que se removía y le indicaba calmar su furia, no extenuarla frente a ellos y en caso de hacerlo, que ésta sólo saliera si debía protegerlos.



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