Se encontraba sentado en la orilla de su cama viendo el rechistar del fuego en la hoguera de la habitación. Esa sería la primera noche en la que (por fin) convivirían como verdaderos compañeros, pareja, esposos (había dicho ella). Y no es que fuera algo nuevo el dormir juntos, pues cada noche desde que se encontraron lo hacían, pero en ésta ocasión ya había un verdadero e irrompible vínculo entre ellos; algo sagrado que por nada en los nueve mundos se atrevería a fisurar, ni mucho menos romper.
Su pequeña Idun, más abierta ahora, más segura, siendo más que la antigua cachorra que había llegado a sus manos; ahora se encontraba frente a él, hincada, con la túnica de su vestimenta abierta de par en par dejando ver los listones de su negro vestido sueltos al frente, obteniendo una maravillosa vista de la piel poco difuminada de sus pechos y abdomen, aún cubiertos, pero tentados a dejar caer la prenda suelta en su cuerpo. Su Cachorra, su Perra, ahora se encontraba justo entre sus piernas, mirándolo a la expectativa de que le permitiera seguir con el toque que había detenido en cuanto sintió la mano femenina posarse sobre sus pantalones luego de ayudarle a deshacerse de los fierros de sus piernas.
—Yo... —murmuró y pudo ver el momento exacto en que, luego de dar un firme apretón en su zurda, obtuvo la seguridad necesaria para mirarlo y seguir hablando—, en mi antigua religión había algo que me gustaba —dijo, alzando su rostro de la cintura masculina y mirándolo a los ojos—. Ello era la noche de bodas, la primera en qué dos esposos, amantes, en que una pareja por fin pasa tiempo juntos como tales en su habitación —Dio un leve apretón a los muslos masculinos, con cuidado de no dañarlos.
»Así que yo... —dudó en si seguir, mas recobrando fuerzas de la mirada de Ivar lo hizo— quiero que hoy sea nuestra noche de bodas, Ivar -Por fin terminó su idea y él pudo ver la seguridad en su rostro.
—No tienes por que hacerlo —expresó él por su parte, inclinándose levemente en su asiento para poder sujetar sus brazos y hacerla levantar, mas ella, manteniéndose firme, le impidió el hacerlo —Idun...
—Yo he... —interrumpió ella sus próximas palabras y siguió hablando— pensado mucho en esto —dijo.
»Mi experiencia puede no haber sido la mejor, pero si es por alguien a quien a-aprecio... amo —susurró la última palabra y tomó en sus manos las masculinas que aún permanecían en sus brazos—, creo que vale la pena... hacerlo —terminó de hablar y agachó su cabeza, casi recargándola en los muslos ajenos.
—Por favor, Ivar —Y al escuchar esas últimas palabras él lo pensó.
Idun había sido muy fuerte al meditarlo, al no temer hacerlo y querer pasar la noche de esa forma con él ¡él! Él era el del problema en ese momento. Quién temía causarle daño al igual que había sucedido con Margrethe tiempo atrás. Quién no quería herirla, ni mucho menos lastimarla reabriendo viejas heridas por sus acciones.
Pero ¡Por los dioses, que quería tocarla! ¡Sentirla! ¡Hacerla suya como unos verdaderos amantes ahora que estaban unidos antes los hombres y los dioses! Sentir esa piel que se encrespaba con su toqué, beber suspiros de sus labios, lo quería todo.
—Está bien —Accedió, aún perdido en sus pensamientos y sólo volviendo en sí al sentir las manos femeninas aflojar sus pantalones, por lo que la ayudó a desvestirlo sosteniéndose en sus brazos mientras ella se hacía cargo de retirar la prenda de sus piernas.
»Idun yo... —Quiso mencionar algo en torno a la debilidad de sus piernas, de su 'cintura' en sí, mas ella le quitó el habla con un simple <<shhh>> mientras volvía a su lugar en medio de ellas.
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LA MONJA
Fiksi PenggemarCómo Vikingos han ido saqueando las ciudades cercanas, pero hay algo extraño en este lugar, aún más extraña esa mujer, esa monja. Ivar, al igual que su padre, cayó por un Cristiano, Cristiana en su caso y aún sin saber comunicarse tiene en claro una...