CAP 39. SAQUEO

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El sudor recorría sus cuerpo, el cabello enmarañado y las continuas exclamaciones le hacían parecer más ruda de lo que para ellos era, sin embargo ya se habían acostumbrado también a esa vista.

     —Estas muerta Siv —gruñó Ivar sobre la chica que había caído durante el combate, culpa de sus pies enredados en la soga, trampa que su compañero había dejado caer desde su carro para conseguir ventaja.

     —Aún no —Bufó ella, enredando sus piernas en la cintura de Ivar y atrayéndolo hacia sí para hacerlo desestabilizar y darle la vuelta, logrando intercambiar posiciones hasta que éste la tomó por la cintura y la atrajo hacia sí, besándola en el proceso.

     —No, aún no —susurró contra sus labios, acariciando sus caderas con los pulgares; hasta que un nuevo "filo" le hizo alzar la barbilla, para mirar a su atacante.

     —Suéltala —La orden salió de unos labios jóvenes, mientras a su espalda, Ubbe y Hvitserk reían ante la escena.

     —¿Si?, no lo creo —respondió Ivar, burlón ante las palabras de su hijo.

     —Yo protegeré a mamá —dijo el pequeño al tomar el otra hacha de madera que descansaba en su cintó, sonriendo ante su padre y tíos, quienes lo habían incitado a hacerlo <<Debes de proteger a tu mamá>>, <<Entrena para ser fuerte y hacerlo>>, <<Si le ganas a tu padre... —Se habían mirado—, tal vez si sólo lo intimidas, podría contarse como una victoria>>, risas fue lo que siguió a esas frases y cuando volteó a hacia la pareja su padre y madre estaban intercambiando lugares como parte de su estrategia para ganarle al otro, hasta que vio como su madre se deshacía ante su pareja al ser besada por él, fue entonces que rió y se acercó a ellos dispuesto a "atacar".

     —¿Y cómo pretendes ganar mocoso? —preguntó Ivar aún con el rostro alzado por el borde de su espada de madera, a la espera de que el niño intentara atacarle con el hacha recién afianzada, halando más hacia sí a su compañera quien los miraba divertida.

     —Herleif... —gruñó el niño entre dientes buscando parecer intimidante, lo que le hizo a los mayores tener un déjà vu sobre una escena similar con Ivar siendo apenas un niño. Fue entonces que el mayor, con un par de dedos en la frente del más pequeño, empujo su cabeza hacia atrás justo antes de que éste fingiera herirlo con sus "armas", ocasionando que cayera de sentón y diera un pequeño quejido, soltando sus instrumentos en el proceso.

     —Con esa postura no intimidarás ni a una gallina Herleif —dijo el ojiazul y sus tíos se acercaron a verle, preparando palabras de consuelo ante su malogrado intento de ataque, más la voz de su madre ya de rodillas a su lado les hizo abstenerse de hablar.

      —Un guerrero nunca suelta sus armas Herleif —Y besó su frente luego de acercarle nuevamente los juguetes de madera, a lo que el pequeño sonrió y se levantó de nuevo rápidamente, volteando hacia sus tíos no muy lejos de ellos.

     —Postura —dijo el menor mirándolos, a la espera de que éstos lo corrigieran.

     No era raro que se dirigiera a ellos durante los "entrenamientos" a los que asistía acompañándolos, de hecho hacía muchas lunas que había dejado de preguntar el por qué de la incapacidad de su padre de ponerse de pié por sí sólo y enseñarle él, probablemente una cosecha de eso, al final entendió que sus capacidades eran diferentes a las de la mayoría; sus tíos lo instruían a moverse por el campo, correr y trepar; en cambió con su padre practicaba su puntería, le instruía sobre estrategias -que él entendía como trampas en los juegos contra sus tíos-, y lo educaba en diferentes idiomas, pues era el único que lograba entenderle a su madre cuando ésta cambiaba de uno a otro al hablar, claro, además de su tío Bjorn y su madre, la Reina, con quien podía hablar en la lengua de los Sajones.

     —Lo haces bien Herleif —sonó la voz de uno de los hermanos.

     —Un poco más fuerte y podrías acompañarnos en el saqueó —alabó el otro, jugando.

     —¿Saqueo?, ¿qué es un saqueo? —preguntó infantil y no era raro, pues cada cosa nueva que desconocía se volvía un nuevo objeto de interés para él.

     

Mucho tiempo había pasado desde la última vez en la que salieron a saquear los reinos lejanos, siendo su última salida justo aquella en la que Ivar los encontró a ambos y lo sucedido posteriormente no les había permitido pasar por tan anhelada experiencia.

     Primero había estado la Monja, de la cual Ivar se encargó al grado de no querer separarse de sí, con ella había llegado la derrota del Rey de Noruega, por lo que Kattegat comenzó a jugar un papel mucho más importante qué el que llevaba siendo como pueblo comerciante, llegando a convertirse en (prácticamente) la capital de todas las tierras que hasta ese momento habían estado bajo el yugo de Harald, razón por la que, como descendientes de Ragnar, se dieron a la tarea (junto a Laggertha) de poner orden a todo su alrededor. Y claro está, no fue nada fácil, pues entre viajes y pequeñas disputas territoriales que se hacían cargo de resolver, pasaron más de dos cosechas.

     —¿Qué planes tienen? —preguntó Ubbe al ver seriedad aparecer de repente en el rostro de su hermano menor.

     Lo habían estado hablando anteriormente, él y Bjorn sacaron el tema del saqueo y el posible destino de éste a colación hace un par de lunas, más no estaban del todo seguros de si sería buena idea regresar, por más que lo desearan, pues las complicaciones sociales habían aumentado.

     —Puede que no podamos ir todos —fue su única respuesta y lo entendieron.

     —Mamá Siv ¿Qué es el saqueo? —cuestionó nuevamente el niño al no haberse resuelto su pregunta anteriormente.

     —Mmm —dudó la mujer su respuesta—. Es estatus y poder —dijo.

     —Honor y Gloria —interrumpió Ivar.

     —Riqueza.

     —Y diversión —Respondieron por su parte los dos hermanos ahí presentes.

     —¡Yo también quiero ir al saqueo! —gritó el niño al escucharlos, pues ello de lo que hablaban era como las historias que le contaban antes de dormir, donde al conseguirlo podía ir al Valhala y conocer a Odín y a su abuelo, el vikingo más famoso del mundo.

     —Por supuesto que irás enano —mencionó su padre despeinando sus cabellos al estar de pié a su lado, dispuesto a caminar al lado de su compañera y hermanos para regresar a su hogar, pues el entrenamiento había terminado.



LA MONJADonde viven las historias. Descúbrelo ahora