CAP 18. INTENTOS...

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Los gritos al interior de la habitación habían cesado poco a poco luego de convertirse en leves balbuceos hasta por fin desparecer y, segura de que el hombre en su interior no saldría sino hasta dentro de un tiempo, cuando el bebé (seguramente entre sus brazos) quedará completamente perdido en sus sueños, se acercó lo suficiente a la puerta como para escucharle hablar al crío; hasta que las voces acercándose o los pasos ajenos la hicieron despegarse de aquella puerta y salir huyendo rumbo a su propia habitación.

     Así habían sido los últimos días, sino hablaba con Ivar aprendiendo los idiomas mutuos, entrenaba con Laggertha y los hermanos de Ivar o se encontraba a solas, llenándose de fuerza para ingresar a ver a aquella criatura que aún no comprendía.

     Las últimas veces había abierto, sólo levemente, la puerta únicamente para observarlo dormir en aquella improvisada cuna, mas en cuanto despertaba o lo veía moverse, se encargaba de cerrar y salir corriendo, incluso chocando con Ivar aquel día, cuando en cuanto volteó lo vio parado a su espalda, sosteniéndose de su inseparable muleta y sólo observándola tal cómo lo había hecho ella no hace mucho.

     ¿Cómo había llegado él ahí? Mejor dicho ¿cómo es que no lo había escuchado llegar y pararse justo a su espalda?, ¿estaría enojado? ¿Enojado con ella? ¿La obligaría a entrar junto con él? ¿La obligaría a cargar al bebe! Su mente era un caos y estaba segura de que había comenzado a hiperventilar; ahí, frente a él, casi recargada en la puerta de quién más temía a pesar de su corto tiempo de vida, mas nada de eso paso, Ivar camino por su lado y acariciando levemente su cabeza con su mano diestra dedicándole una de esas miradas que sólo aparecían ante ella, se adentró en la habitación mientras le decía que tomara un poco de agua para calmarse.


*****


     —¿No quieres cargarlo? —Una voz femenina la distrajo de sus cavilaciones.
Laggertha estaba en la habitación justo en la puerta, observándola con calidez titubear por un nuevo acercamiento hacia el niño que lloraba en su cuna.

     —No tienes que hacerlo ahora —Por fin sonrió y caminando con lentitud se acercó a su lado tomando al niño en sus brazos—, creo que es suficiente con que su llanto te haya llamado a su lado —dijo con una pequeña sonrisa mientras lo acunaba en su lugar.

     Habían pasado unos cuantos días de aquel dónde Ivar la había encontrado en la puerta de la habitación de ese pequeño y ahora era Laggetha a quién tenía a su lado.

     —Suele ser muy calmado en cuanto lo alzan en brazos, aunque sólo Ivar es quién puede tranquilizarlo cuando está de malas—dijo la Escudera arrullando al niño en sus brazos—. No pareces querer huir está vez —Aun con la mirada baja pudo sentirla observarla de reojo.

     »No hay muchos niños en ésta familia —La guerrera titubeó al hablar—, o no... duran mucho —sonrió con nostalgia y miró a la joven que, a su lado, la observaba cargar al bebé.

     —Se parece a ti —dijo, sonriendo alegremente— tanto físicamente, como en aquella imperiosa necesidad de sentir a Ivar cerca para calmarse.

     Hubo silencio luego de aquellas palabras, el crío parecía haberse quedado dormido en los brazos de la escudera y pensando en las palabras de la rubia a su lado y antes de que se diera cuenta, su mano en alto buscó tocar la suave piel del pequeño ¿porque era suave cierto? Olía bien, ¿suave?, ¿dulce?, ¿como a leche caliente?; más al percatarse de su acción gracias al picor en la palma que poco a poco se acercaba a la cabeza con apenas cabello del infante, abrió y cerró el puño, enterrando levemente sus uñas en su piel para abandonar esa tentación que la había comenzado a acechar, bajando su extremidad ante la atenta mirada de Laggertha.
     —Ya llegará —habló—, todo a su momento —Le sonrió y con cuidado depósito al pequeño de vuelta a su cuna, dónde permaneció dormido bajo la atenta mirada de las mujeres que lo observaban dormir.

LA MONJADonde viven las historias. Descúbrelo ahora