Capítulo 3

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 “¿Lyonel Frey?”

La voz de Erin retumbó en el último rincón del salón.  La brisa marina se colaba por las ventanas así como el sonido de las olas que reventaban contra La Roca. Ser Kevan Lannister estaba sentado al final de la mesa, con una copa y una jarra con vino, además de unos cuantos pergaminos que había estado leyendo antes de que mandase a buscar a su hija mayor.  Junto a su copa descansaba el último pergamino que había llegado hacía un par de días desde Aguasdulces, el mismo que su hermano Tywin Lannister había leído antes de él.

“Pero…” Erin apenas podía hablar, la noticia la había tomado por sorpresa. Ser Kevan clavó la vista en la hoja amarillenta sin antes apreciar el emblema de las dos torres azules unidas por un puente. “Pero… Lyonel Frey es mi primo”

“Ya está arreglado” sentenció Ser Kevan Lannister al momento que el pergamino volvía a su forma original. ¿Podía haber algo peor en el mundo? Si, estar condenadamente destinada a un Frey. “Preferí decírtelo antes de que viajase a la capital…”

“No me casaré con Lyonel Frey” le interrumpió Erin con el ceño fruncido “¡No lo conozco! No pueden obligarme a…”

“Es tu primo” la voz de Ser Kevan sonaba calma, a diferencia de la de su hija, quien había comenzado a caminar en círculos imaginarios delante de la majestuosa mesa de roble. “Es el hijo de tu tía Gemma, mi hermana. Lyonel es un joven apuesto, sabe montar a caballo y quiere…”

“¡Pero no lo conozco!” la voz de Erin sonó estrepitosa en medio del silencio sepulcral de La Roca. “Por favor, no me hagas casarme con alguien como Lyonel Frey…”

Ser Kevan, a pesar de poseer todas las características representativas de los hombres de su familia, siempre había sido conocido por su comprensión y afabilidad. Siempre había sido la mano derecha de su hermano mayor, cumpliendo con todo lo que Tywin decía, acatando cada una de sus órdenes, incluso cuando éstas involucrasen a sus hijos. Erin sabía que el día llegaría, pero no podía entender como su padre había sido tan blando y aceptado así nada más la propuesta del desdeñable Emmon Frey. La propuesta de Tywin, querrás decir pensó Erin mirando a su padre.

“Ya estás en edad para contraer matrimonio” comenzó a decir Ser Kevan luego de levantarse de su escritorio y acercarse hacia la ventana, para contemplar el Mar del Ocaso.

“Sólo tengo dieciséis años” chistó Erin cruzada de brazos, observando a su padre con los ojos dispares. “¿Crees que Lyonel me aceptará?”

Una tímida sonrisa se dibujó en los labios de Ser Kevan.  Contempló a su hija con aquellos ojos dulces que siempre le habían visto desde que había llegado al mundo y le pasó una mano por el cabello castaño.

“Sería un idiota si no aceptase” soltó finalmente Ser Kevan sonriendo. Erin no pudo más que sonreír, aunque sabía que su padre sólo lo hacía para compensarla, tal vez por haberla hecho tan rara y fea. Erin sabía muy bien las cosas que se decían a sus espaldas cuando se paraban a mirarla, como si fuese un bicho raro, ¿por qué Lyonel sería distinto? Casada a un Frey…

“¡No me casaré con Lyonel Frey!” gritó sorpresivamente como una chiquilla de su edad.   Sorprendido, Ser Kevan no pudo más que mirarla con asombro, su boca formando una perfecta o, sin palabras mientras la adolescente despotricaba en contra de su familia “¡No me casaré con nadie! ¡No soy un títere de mi tío! ¡No le daré en el gusto a Tywin Lannister! ¡No me importa! ¡No me casaré con nadie,  menos con Lyonel Frey!”

“Es un Lannister”

La voz vino desde la puerta. Kevan Lannister, quien había regresado a su asiento, tal vez buscando resguardo de la furia de hija, se puso de pie de inmediato como un resorte cuando la cabeza de su hermano asomó en el dintel de la puerta, luego de que los dos guardias apostados en la entrada le dejasen entrar. Erin le miró absorta, intentando tragarse la rabia. Los ojos verdes de su tío la fulminaron por largos segundos hasta que se ocuparon de mirar la pila de pergaminos que descansaban sobre la gigantesca mesa de roble.

A Lannister DebtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora