Capítulo 27

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XXVII

Su señor cayó rendido junto a ella, con la vista perdida en el cielo intentando recuperarse de su reciente encuentro. Le miró por algunos segundos, con una sonrisa juguetona en el rostro, hasta que se puso de pie para conseguir más vino. La brisa que se colaba por el balcón era tibia, pero mucho más refrescante y Marya pudo sentir como la piel se le ponía de gallina cuando el viento le acariciaba la piel. Bebió de su copa con gusto, sin dejar de mirar la luna y las estrellas que le observaba, hasta que enfocó la vista en su señor, quien le miraba aún tumbado en la cama. Le encantaba verle el rostro en instantes como aquellos, cuando él dejaba de ser el fiero caballero que trataba a todos a su antojo; en la cama era sorprenderte pero Marya sabía que cualquier comentario podía ponerle de malas, por lo que había aprendido a callar cuando era necesario. Y esos instantes eran momentos de silencio.

"¿Dónde está Lena?" la pregunta le tomó por sorpresa y tuvo que tragar el vino con prisa "No la vi en el banquete"

A Marya siempre le había gustado llamar la atención de los hombres, especialmente cuando se trataba del señor del lugar, pero últimamente Gerold Dayne tenía ojos para alguien más que no fuese ella. Sabía que el apetito de aquel hombre podía ser voraz, pero había algo en esa muchacha en particular que hacía interesarle. Marya aún no comprendía por qué diablos no se la cogía de una vez y terminaba con todo el asunto, pero Gerold parecía disfrutar de cada momento que le veía durante el día, aunque eran pocas las veces en que cruzaba palabra con la muchacha.

"No lo sé" se encogió de hombros, llenando la copa con más vino. Gerold suspiró, acomodándose en los mullidos cojines mientras les miraba las nalgas a la mujer "¿Quieres una copa de vino?" en la alcoba, ella podía llamarle por su nombre, pero Estrellaoscura parecía tener sus pensamientos concentrados en alguien más. Eso le enfadó, pero no esperaba ponerle de malas. Una vez había tenido que sufrir su furia, y aunque nunca le había detestado tener sexo de manera ruda, pero él podía realmente herirla no esperaba tener que ir con el maestre.

Se sentó a los pies de la cama, con una copa demás y se la dio a su señor, quien sorbió largos tragos hasta que estuvo finalmente vacía. Marya se bebió la suya, y se le acomodó junto a él, intentando grabar cada momento en su memoria. De todos los hombres que habían pagado por sus servicios, Gerold había sido el único que había llamado bastante la atención de la muchacha como para permanecer tanto tiempo en un lugar perdido en las montañas. Ella no era dorniense ni menos tan exótica como el resto de las prostitutas que habitaban el castillo, pero sí había logrado captar la atención el joven caballero, especialmente por sus generosos atributos y destrezas con la lengua.

"Debes estar exhausto" sonrió la pelirroja posando su cabeza sobre el pecho del hombre, mientras éste contemplaba el cielo. Gerold no dijo nada y siguió escuchando a la prostituta, o al menos eso creyó ella. "Lidiar todos los días con ladrones..."

"¿Crees que es justo lo que hago?" la pregunta le tomó por sorpresa, pero no iba a responder lo contraria. Debía responder lo que él quería escuchar, por lo que sonrió para mirar aquellos ojos violáceos.

"Por supuesto que sí" asintió la muchacha con las mejillas sonrojadas. Gerold le miró con aquellos ojos violetas, antes de volver a concentrarse en el techo de la habitación "Eres el señor de Ermita Alta... puedes hacer lo que quieras"

"A mi hermano no todo lo que le hago le parece bien" soltó el joven señor, arreglándose la cabellera plata. Marya sabía que la casa Dayne era una de las poderosas y recordadas de todos los Siete Reinos, pero cada vez que estaba junto a él, no podía evitar pensar que yacía junto a un Targaryen, aunque no hubiese ningún lazo sanguíneo. Sin duda alguna, era el hombre más apuesto que ella jamás había visto.

A Lannister DebtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora