IX
Las antorchas apenas ardían cuando Erin dejó el salón donde se llevaba a cabo el festín. Las nubes habían cubierto el cielo y las estrellas brillaban por su ausencia. Estaba cansada; todo el día había tenido que fingir una sonrisa cada vez que Ser Jaime volteaba a ponerle los ojos encima, cada vez que un señor se le acercaba a hablarle e incluso cuando los borrachos habían intentado molestarla. La reina se había retirado a sus aposentos hacía casi una hora, pero el rey seguía en el festín, compartiendo con un grupo de caballeros provenientes de los Dedos, con los que había compartido varias copas de vino y trozos de jabalí. Las prostitutas habían sido las primeras en llegar cuando la noche se había cernido sobre la ciudad, pero al rey no le había importado que Cersei estuviese presente para manosear a una muchacha de tez tan negra como la brea.
Casi todos los señores de nobles casas se habían retirado y sólo los sirvientes llenaban el festín, acarreando tiestos sucios y limpiando las enormes mesas que habían sido dispuestas para el banquete. Afuera el aire era limpio, lejos del aroma a vino y cebada que había colmado el ambiente, acompañado de la bulla de los instrumentos de los músicos que no habían dado tregua durante toda la velada. Aún podían escucharse las cuerdas de los aludes, aunque eran sólo unas cuantas voces las que coreaban la famosa canción del Oso y la Doncella. Erin siguió caminando bajo la luz de la luna, con la cabeza sumida en lo que había sucedido aquel día. Renly había enviado un cuervo hasta la Roca, el que por extrañas razones se había extraviado y Jaime Lannister se mostraba muy contento con la presencia de la muchacha en la capital... Erin no era tonta; había conocido a su familia lo bastante en los últimos meses como para saber de antemano que las manos de Tywin estaban más que sucias. ¿Por qué habría declinado la propuesta de Renly? Sólo los dioses lo sabían... En cuanto a Jaime...
Los últimos días en la capital se habían sido agitados con los juegos, pero de vuelta a la normalidad, Erin no hacía más que atender los quehaceres de su querida prima. Cersei contaba con tres criadas, como si fuese poco, todas le seguían como sombra de un lugar a otro, pero con Erin las cosas eran diferentes. Rara vez le pedía a su prima menor estar presente durante las caminatas, cuando se vestía en las mañanas y menos cuando deambulaba en el castillo... Erin sabía que la reina no estaba contenta con su presencia; estaba más que claro que Tywin se las había arreglado para meter a su sobrina en la corte, o al menos, en la Fortaleza Roja. A su hermano Lancel lo veía contadas veces durante el día, casi siempre en los almuerzos cuando el rey demandaba la presencia de su copero mientras que Erin observaba muda, de pie junto al resto de las criadas, como los reyes degustaban de su banquete junto al resto de la familia real. Myrcella y Tommen parecían ser buenos niños, pero el mayor de todos, Joffrey, él era otra historia, aunque nunca la hija de Ser Kevan les dirigía alguna palabra.
Lancel había desaparecido del festín, en busca de más vino para el rey. Erin hubiese preferido hacer el camino de vuelta junto a su hermano, pero estaba muy cansada y le seguiría otro día laborioso. Aceleró el paso hacia patio de armas, sin antes intercambiar miradas con dos capas doradas que permanecían como estatuas en las sombras del castillo. Ambos hombres hicieron una pequeña reverencia cuando la muchacha pasó junto a ellos, para luego volver a sus labores. Erin siguió caminando, con la cabeza llena de pensamientos respecto a ese día, hasta que llegó al patio de armas, que estaba desierto. Apenas unas antorchas iluminaban el camino hacia la parte principal del castillo y aunque hacía mucho tiempo había dejado de temerle a la oscuridad, sintió un escalofrío que le recorrió la espalda. No soy una niña se dijo así misma, armándose de valor para cruzar los pasillos oscuros.
Hubiese deseado que los guardias le acompañasen, pero ellos ya estaban demasiado lejos y sólo le quedaban un par de escaleras. Subió a toda velocidad por los escalones de la primera escalera de piedra que conducía con el descanso y cuando levantó la cabeza, se encontró con un hombre reclinado en la pared, al final del pasillo, bebiendo de una damajuana. Erin frenó en seco, algo sorprendida. Probablemente se trataba de alguien que había participado del festín del torneo, pero no debía estar en esa parte del castillo. Tal vez estaba perdido, pero su aspecto dictaba todo lo contrario. Sus ropajes eran humildes, como los de un porquerizo, llevaba las prendas sucias y el cabello estaba disparato. Sus ojos eran celestes, pero estaban nublados por la bebida y antes de notar la presencia de la muchacha, dejó escapar un eructo.
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A Lannister Debt
Fiksi PenggemarPor supuesto, este fanfic está inspirado en la famosa serie "Juego de Tronos" y en la saga de libros de George R.R Martin, "Canción de Hielo y Fuego". Está demás decir que en el transcurso de la historia aparecerán personajes que ya todos conocemos...