Capítulo 34

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XXXIV

Las enormes puertas de la fortaleza se habían abierto cuando los últimos rayos del sol despuntaban en el cielo dorniense. Los guardias de la casa Dayne habían desfilado en sus corceles de arena bajo la intensa mirada del señor de Ermita Alta, mientras dentro de la fortaleza se alistaban los preparativos para el banquete de esa noche. ¿La ocasión? Festejar una vez más el botín, y brindar a los siete por ser los dueños de aquellas montañas. Erin miró en silencio el horizonte, mientras las estrellas comenzaban a colmar el cielo, mezclándose con los colores del atardecer. Las puertas se cerraron una vez más, mientras los guardias tomaban posición en lo alto de las torres de vigilancia, cerca de donde podía sentirse el nauseabundo olor de los cuerpos pudriéndose.

Erin cogió la bandeja y caminó con los pasillos con naturalidad, como no estuviese tramando nada malo. Ya la enorme mesa había sido decorada con los platos y la comida cuando los hombres entraron en la fortaleza, siempre acompañados de su señor quien les invitó a ser parte de aquel festín. Podían encontrarse de todos los sabores que a Gerold se le hubo pasado por la cabeza, ya que no era de gustos simples y siempre había sido amante de la buena comida. El vino abundaba en diversas jarras, alguno especiado otro más dulce, todos traídos de las ciudades ubicadas al este del desierto dorniense. Las sirvientas iban y venían con bandejas, mientras los guardias comían a destajo, cobraban bromas y apostaban dinero. A Erin por primera vez no le molestó que dos hombres bromearan con su apariencia, ni que otro le mirara el trasero cuando les llenaba las jarras con más vino, ni tampoco le interesó la indiferencia del señor de aquel castillo. Lo que menos esperaba era jornada era llamar la atención Estrellaoscura, y si quería que su plan funcionara, debía actuar como siempre lo había hecho.

En las cocinerías las mujeres entraban y salían como torbellinos, mientras Marya mascaba una granada, como si su labor sólo se limitara a observar el trabajo de las demás. Taena le pedía que ayudara, pero el orgullo de la pelirroja dejaba mucho que desear y en vez de servir las bandejas, prefería analizar a cada una de las muchachas con la mirada. Cuando Erin entró por aquel pasillo y la divisó de pie en el umbral de la puerta, sintió ganas de arrojarle la jarra en los cabellos, pero afortunadamente estaba vacía. Ambas no hicieron más que intercambiar miradas cómplices cargadas en odio, hasta que fue la prostituta quien apartó la vista para regañar a la pequeña Sarisa que había regresado desde los gallineros con más huevos. ¿Acaso sentiría remordimiento? Erin Lannister aún no había cobrado su venganza. ¿Qué haría esa pobre mujer al enterarse quién era realmente la bastarda del Dominio? Absolutamente nada, pues nunca lo sabría.

Cuando Taena se alejó por el pasillo principal llevando más jarras con vino, Erin se dedicó a mirar a la pequeña Sarisa que separaba yemas de claras en un pequeño pocillo. Había algo de esa pequeña que le hacía recordar su infancia, aunque Erin había gozado de las comodidades de una fortaleza como La Roca. Si bien Sarisa era una niña pobre, nunca parecía estar realmente preocupada y había muchas cosas que de ese mismo paisaje austero le fascinaban. Pero sus ojos oscuros no denotaron más que miedo cuando por fin estuvieron a solas en las cocinerías, y la bastarda del Dominio le dedicó una tierna sonrisa.

"¡Es muy peligroso!" murmuró la pequeña mientras volvía a quebrar otro de los huevos. Erin también estaba en lo cierto. En los últimos días, Sarisa le había mostrado el lugar donde estaba el túnel, y ni siquiera sabía que le deparaba en las fauces de la tierra, aunque más miedo le daba pensar en qué podría hacer Estrellaoscura si algo malo ocurría. "No debería escapar... ¿por qué no espera a que Arthur regrese? Él la ayudará..."

Podía notar la preocupación en sus pequeños ojos. Erin se hincó para estar a su altura, y la niñita saltó en sus brazos, abrazándole con fuerzas. "Estaré bien... he repasado el plan y nada malo puedo pasar"

A Lannister DebtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora